Matar a nadie

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Reforma

Pocas veces he visto a Laura Castellanos usando tacones. La primera fue en la Ciudad de México, cuando ganó el Premio Nacional de Periodismo. Laura investigó cómo la Policía Federal asesinó a civiles en Apatzingán, Michoacán. Varios periodistas nos unimos para publicar su historia, porque el diario que se la asignó decidió no hacerlo. Esa noche, Laura habló con una voz suave y pausada, para que todo el mundo escuchara sus palabras. Frente a los ejecutivos que decidieron no publicar su historia, denunció la censura.

La segunda vez fue esta semana en Nueva York. Laura se calzó de nuevo los tacones y recibió el Premio Maria Moors Cabot, el más importante en Estados Unidos para el periodismo sobre América Latina. El rector de la Universidad de Columbia, Lee Bollinger, dijo que ella se ha convertido en una de las periodistas independientes más importantes de México. Agregó que ha revelado verdades incómodas -como las ejecuciones extrajudiciales en Apatzingán en 2015- y ha creado una nueva narrativa periodística acerca de la violencia estructural.

En su discurso, Laura hizo una radiografía brutal sobre los retos del periodismo en México. Contó lo que ha aprendido el resto del tiempo, cuando no usa tacones sino zapatos bajos y resistentes. Con estos, anda en el campo, en la sierra, en las marchas y en las casas humildes de muchas víctimas de la violencia que ha dejado en México más de 350 mil asesinados y más de 88 mil desaparecidos desde 2006.

En su discurso, Laura dijo que en México matar a periodistas es como matar a nadie. El 98% de los asesinatos quedan impunes. Hay más de 156 periodistas asesinados desde el 2000 y 29 siguen desaparecidos. Explicó cómo la estrategia de seguridad militarizada comenzó con Felipe Calderón, se profundizó con Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.

Varias veces, en Nueva York, el público interrumpió a Laura para aplaudirle. Una fue cuando habló sobre la militarización. “López Obrador ha convertido al Ejército en una potencia económica, sin candados de fiscalización. Les ha dado el control de la seguridad pública, la construcción de megaproyectos, y ha legalizado su presencia en las calles hasta 2028”, dijo.

Habló sobre las cifras que han convertido a México en el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo. Su reto ha sido registrar cómo la militarización ha desgarrado al país y cómo la violencia no solo proviene de las mafias, sino del Estado.

En 2018, Laura fundó la colectiva independiente Reporteras en Guardia. Hoy, esta es una red de más de cien mujeres reporteras y editoras, la mayoría freelance del interior del país. Sin recibir ningún financiamiento, han ido a campo y han escrito 76 perfiles de periodistas víctimas de violencia. Han compilado una base de datos con más de 170 casos de asesinato y desaparición de comunicadores. “Hemos incluido a víctimas comunicadores de pueblos originarios”, me dijo Laura. Los perfiles no investigan los asesinatos, sino reconstruyen quiénes eran las víctimas.

“Al investigar estas historias, documentamos también las terribles condiciones en las que se ejerce el periodismo en México. Se trabaja de forma precaria, bajo riesgo, sin beneficios laborales, haciendo otros oficios”, dijo Laura en Nueva York.

Ahora, las Reporteras en Guardia prepararán una nueva etapa en el memorial digital mataranadie.com, me dijo Laura. Buscarán contar quiénes eran los periodistas asesinados durante el obradorismo, un gobierno que, dijo ella, confronta al periodismo crítico a través de la descalificación y la estigmatización.

Hace once años, Javier Valdez recibió dos premios de periodismo en Nueva York, uno de ellos el Maria Moors Cabot. Desde esa tribuna internacional, él dijo que los premios de periodismo son como un faro al otro lado de la tormenta. Esta semana, Laura refrendó aquella frase, cinco años después de que Javier fue asesinado en Sinaloa. “Los abrazos colectivos y el reconocimiento a nuestro trabajo siguen siendo uno de los pocos alicientes para navegar en la tormenta”.

Sirva esta columna para reconocer el trabajo de Laura, de estas mujeres periodistas y los otros galardonados, para visibilizar todas las historias que les faltan por contar.