Fin de la democracia

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Reforma 

La escena mundial es desesperanzadora para la democracia. Después de siglos de lucha en casi todos los países por derrocar gobiernos autocráticos (reyes, dictadores, caciques), varias democracias -tanto incipientes como desarrolladas- han tenido retrocesos o descalabros.

Tal vez el ejemplo más escandaloso sea el de Donald Trump: después de cuatro años de un reality show plagado de mentiras y odio, el ataque al Capitolio el seis de enero de 2021 fue una insurrección violenta que intentó cambiar el resultado de las elecciones presidenciales. ¿Las imágenes eran de la primera economía del mundo, con más de 200 años de democracia, o de una república bananera?

Pero Trumplandia no es un caso aislado. Podemos ver cómo líderes de Rusia, Hungría, China, Filipinas, Venezuela, Brasil, El Salvador, Nicaragua, etcétera, han ido acaparando más y más poder usando mecanismos similares. La manipulación de las masas es inseparable de nuestra historia, pero ha llegado a niveles inusitados de sofisticación. Y en México no podíamos quedarnos atrás.

Es interesante que líderes autocráticos exhiben una amplia variedad de tendencias políticas. Ya no es apropiado distinguir a gobiernos entre izquierda y derecha o liberales y conservadores. Las diferencias ideológicas han dado paso a diferencias en la distribución y balance de poder. Y los gobiernos mencionados se caracterizan por una concentración preocupante del poder.

Moisés Naím, en su libro La revancha de los poderosos caracteriza a estos gobiernos con las “3P’s”: populismo, polarización y posverdad.

El 7 de junio discutimos al populismo en estas páginas. Independientemente de una ideología, líderes populistas ganan apoyo enfocándose en contra de un enemigo: real o imaginario, inofensivo o justificado. Ejemplos clásicos: árabes-judíos, judíos-árabes, nazis-judíos, Cuba-imperialismo yanqui, Trump-mexicanos, Brexiters-Europa, Duterte-criminales, PAN-AMLO, AMLO-la mafia del poder, Putin-nazis, Zelenskyy-rusos… (les dejo cinco más de tarea). El problema no es el enemigo en sí, sino que éste sirve para justificar cualquier arbitrariedad, error o mal. Es cierto que tenemos un enorme problema de violencia y crimen organizado. Pero se ha justificado la militarización el país sin que la situación mejore.

La polarización es una versión sutil del “divide y vencerás”. El problema es que no contribuye a la solución de problemas. De hecho, el extremismo genera nuevos problemas. Y permite que líderes autoritarios lleguen al poder y permanezcan más de lo que deberían. Pero justamente por la efectividad de la polarización, quienes no polarizan tienen las de perder.

Sobre posverdad escribí el 20 de julio de 2021. No somos la única especie que miente, el engaño es prevalente en la naturaleza. Pero nos hemos esmerado desarrollando nuevas maneras de convencer con falsedades. Como escribe Naím: las noticias falsas siempre les ganarán a las noticias verdaderas. Simplemente son más jugosas y se propagan más. Los simulacra (Baudrillard) pueden no tener nada que ver con la realidad, pero son más convincentes que la realidad.

El libro de Naím hace un buen trabajo no sólo clasificando los mecanismos usados por gobiernos autoritarios, sino explicando por qué la mayoría de la gente los está prefiriendo. En la mayoría de los casos, no hay gente luchando por sobrevivir o por sus derechos humanos. Alimentándonos de miedo, nos venden la percepción de que no alcanzamos lo que merecemos. El problema es que esto genera a la larga un descontento con cualquier gobierno (ejemplos en Argentina, Italia, España…). Y también explica el aumento de “muertes de desesperación” (por alcoholismo, sobredosis o suicidio).

Las 3P’s están amenazando cada vez a más países. ¿Quiere decir que estamos tendiendo hacia el fin de la democracia? No lo creo, pero es claro que necesitamos una mejor alternativa urgentemente. Un gobierno no debería de depender de la (in)capacidad de los gobernantes. Por supuesto, no estoy sugiriendo que nos gobernemos con inteligencia artificial. Necesitamos distribuir más el poder e incrementar la participación ciudadana, con mecanismos que prevengan su manipulación y fomenten el bien común.