Mister Burton y su solidaridad freak

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Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. Miss Peregrine y los niños peculiares (EUA, 2016) es el intento de un genio por regresar a su planeta, pero Tim Burton ha de hacer mucho más que refritearse a sí mismo para volver a ser Tim Burton.

Alicia en el país de las maravillas (2010) y Sombras tenebrosas (2012) fueron las constataciones de un Burton seco ya de ingenio, atropellado por las flameantes expectativas de su propio nombre. Malogrando lo que en la primera  pareciera en primera instancia un matrimonio perfecto entre dos tipos de universos alterados, demoliendo en la segunda lo que al final quedó en un lejano intento de comedia negra en tiempos de familias nucleares chupasangres.

En Miss Peregrine, Burton retoma la novela homónima de Ransom Riggs, del tipo de franquicias de chamacada con mucha magia, monstruos, escenarios de hechicería y romances juveniles que comienzan todos tetos y devienen en cocteles de pura testosterona, que franquicias literarias y cinematográficas como Harry Potter y Crepúsculo vinieran a imponer en el gusto del mercado de consumo mundial desde hace más de quince años.

La historia versa sobre una institutriz (Eva Green, ya bien aclimatada en papeles  de bellezas estrafalarias y algo psicópatas) que en un día perdido en el tiempo de 1943, debe cuidar todos los días, el mismo día, la integridad de una rauda chaviza con peculiaridades algo monstruosas, que van desde un niño invisible que gusta de tomar el té en tacitas, pasando por una  pequeña adorable que tiene dientes en la nuca, seguidos por gemelos bonachones con mirada que convierten todo en piedra, adolescente enamoradiza que arroja fuego como si fueran vibraciones, chamaco narizón con un power point en la cabeza y chavo despiadado que puede fabricarle un corazón a casi a cualquier cosa.

A la ayuda de la Miss Peregrine del título acude Jacob (Asa Butterfield) un chico venido del 2016,  que pese a su condición de bueno para nada resulta ser el elegido para enfrentar en batalla a muerte a un supervillanazo mutante pelo y ojos blancos (divertidísimo Samuel L. Jackson quien por primera vez en muchos filmes no suelta su acostumbrado motherfucker) todo con la tenaz guía de una chica que necesita plomo en sus zapatos para no salir volando por los aires (la cuasi debutante Ella Purnell , cuya belleza y peculiar brío hacen pensar que puede que tenga una gran carrera sino la agarra en el camino una crisis de drogas a lo Lindsay Lohan)

El universo alucinante descrito hasta ahora se convierte en manos del creador del mejor Batman y Eduardo Manos de tijera en una apuesta por la solidaridad freak. Burton retoma lo mismo influencias del clásico cine de terror de los monstruos de la Universal de los treinta con un niño invisible que parece ser una especie de Claude Rains en edad escolar, hasta las peleas con océano de fondo de calaveras animadas con espada desenvainada de heroicidad alucinante  a lo Ray Harryhausen.

Sin embargo el cineasta que mejor pudo crear en el pasado  universos oscuros, góticos , revueltos,  poblados por personajes rotos, tétricos, desfigurados para el gran público, que no pueden adaptarse ni ser honestos con otra cosas que no sean los códigos éticos de su propia luz y oscuridad , sigue sin poder regresar a su mejor forma.

En Miss Peregrine de repente se siente a un Burton artrítico en su manera de filmar, con diálogos que no se apuntalan, sino se pierden en la hueva. Un Burton algo deshilvanado en su concepción creativa que en su cincuenta por ciento solo arroja bandazos sobre una sinceridad de entraña freak que ya no domina y a veces ya ni siquiera puede medianamente descifrar.

Aun así, este el mejor Burton de mucho tiempo, el Tim Burton que probablemente ya no sea capaz de volver a hacer un Ed Wood, pero que tal vez empiece a hacer mejores filmes en el intento.

Además está el plus del venerable Terence Stamp, en su pequeño papel de abuelo sabio al que han de correr para salvarle los ojos. Plus como estos, Burton no los había tenido en mucho, mucho tiempo.