Lyn May, Oaxaca y las cuatrocientas fotos

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Por Rodrigo Islas Brito

“Me encanta la cumbia y me encanta Oaxaca” responde la nativa de Acapulco, Guerrero, Lilia Mendoza de Chi, mejor conocida como Lyn May para todo aquel o aquella que se precie de que corre sangre por sus venas.

“¿Me puedo tomar una foto con usted?” le dice una chica de no más de 25 años que difícilmente vivió el auge y cenit de la actriz y vedette en las sexycomedias y cine de ficheras que tomaron por asalto el cine mexicano desde mediados de los setentas hasta bien avanzados los ochentas.

La interprete está en Oaxaca, resguardada por una lona en la Plaza de la danza, como invitada estelar del nuevo videoclip de la China Sonidera, agrupación para la que la protagonista de Burlesque, Las Cabareteras y Las Muñecas de King Kong, solo guarda buenas palabras.

“Están haciendo algo diferente a lo que se ha hecho hasta ahorita. Esto es internacional. Va a ser un éxito tremendo. Me gusta el grupo, los chavos tocan muy bien, son muy buenos músicos”.

La noche anterior, en el Txalaparta Bar, Lyn había puesto a bailar a todas y todos con su faceta de DJ, además, haciendo uso de esas curvas de sus años dorados que conserva intactas, bailando a su vez bajo el ritmo y las canciones de la China Sonidera, interrumpida a cada rato por espontáneos y espontaneas capaces de cruzar un mar asfixiante de gente con tal de tomarse una foto con ella y su boca que siempre dibujó en forma de un corazón.

Como aquellas dos chicas que se tomaron la foto con el mito sexycomico, para después reparar con cierta angustia en que el amigo que se las tomó no había accionado el flash.

Resultaría imposible tratar de proyectar cuanta gente se tomó una foto con Lyn May, a casi una semana de su paso por Oaxaca, la redes sociales se siguen poblando con fotos de ella celebrando su nombre.

“Mi faceta de DJ va bien, ya tenemos varios meses con eso. Todo, todo va. Lo mío es seguir trabajando, bailando y actuando, y cantando también”.

Definiría al día siguiente, Lyn en su papel de invitada de un videoclip. La entrevista, que ambiciona ser algo extensa, no se logra con tanta gente yendo, viniendo y pidiéndole una instantánea para el recuerdo a la actriz.

Chinas oaxaqueñas, niñas de primaria, quinceañeros con veinteañeras, chaparritos bigotones con gesto de que se la viven acuartelados en las matinés del cine Río, policías uniformados con gesto de visitar una feria que la llaman “madrina”, canosos cincuentones que a la hora de la pose tratan de agarrar la mejor parte de la cintura de la actriz y que seguramente fueron en su juventud asistentes asiduos a esas películas en las que Lyn fuera escarceada sexualmente por el Inclan , el Zayas, el Caballo Rojas y el ponchadisimo y cero simpático Jorge Rivero.

La variedad de sus fanáticos engrandece a la actriz, quien siempre accede a la foto con toda la amabilidad del mundo y una sonrisa.

“Se siente muy padre, muy padre la verdad”, dice Lyn ante tamaña demanda popular. Aclara que como cantante ya tiene cinco discos. “Uno de Juan Gabriel y otro de Teodoro Bello, el compositor de los Tigres del Norte”.

“Me presento en cines, en cabarets, en ferias, palenques y teatros del pueblo”, informa una Lyn May que a estas alturas parece ya no estará para que le ande preguntando a que se dedica actualmente.

De cómo están las cosas para vivir hoy de la “artisteada” en México, en comparación a su época de surgimiento hace más de treinta años, donde salto a la fama como bailarina exótica por ese inusual acto que consistía en cantar sobre un pedestal, posicionando y sujetando una pierna recta hacia arriba en contra de su cuerpo y girando sobre el pedestal sobre el otro pie sin perder nunca el equilibrio, la actriz define que “hoy está cada vez más difícil”.

“Estamos en crisis, la economía está muy mal y nuestros gobiernos están peor”.

La disertación no camina más, justo en ese momento la grabación del videoclip ha terminado y el crew pide unos aplausos para la actriz, quien los recibe gustosa. Y otra vez, todas y todos quieren una foto con Lyn May y se forman para ello.

Lyn y su cutis de caucho, con esa fecha de nacimiento que en internet ha sido proscrita y no se encuentra por ningún lado, con esas recientes y locas declaraciones donde acusó a Kate del Castillo de haberle ganado el amor del Chapo Guzmán, con parte de su historia siendo rememorada en el documental Bellas de Noche (a exhibirse por estas fechas en Oaxaca dentro de la gira Ambulante de documentales) con esa actitud de quien lo ha visto todo y solo quiere seguir viendo más, solo posa y vuelve a sonreír.

“No actuaba mucho, pero bailaba bien y me veía sexy”, comentaría Lyn May hace unos años sobre el momento en el que el cineasta Alberto Isaac la descubrió y la contrató para su debut cinematográfico en 1975, en la añorada película “Tivoli”.

Hoy, décadas después, al parecer el público la sigue buscando gracias a ese último elemento, su sempiterna sensualidad.