El Papa a jóvenes: no sean sicarios; son riqueza para transformar en esperanza, dijo

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Por Excelsior

El papa Francisco pidió a la juventud mexicana atreverse a soñar y nunca permanecer caídos. “Ustedes son la riqueza, hay que transformarla en esperanza”, dijo al alertar de los riesgos de caer en la violencia y el narcotráfico.

“Jesús, el que nos da la esperanza, nunca nos invitaría a ser sicarios”, aseveró en el estadio de futbol José María Morelos y Pavón ante 50 mil personas.

El obispo de Roma les expresó que “es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico”, y les pidió que no dejaran de soñar y nunca permanecer caídos.

Antes, Jorge Mario Bergoglio acudió a un encuentro con 20 mil religiosos en el estadio Venustiano Carranza; ahí les exigió no resignarse ante la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas y el desprecio por la dignidad de la persona.

llama a evitar ser sicarios

En su mensaje, el Papa instó a no ver al narcotráfico como una forma de vida y a no seguir a aquellos que siembran destrucción y muerte.

Francisco, el mensajero de misericordia y paz, terminó su gira pastoral en Morelia de “fiesta” con más 50 mil jóvenes de las 93 diócesis que hay en el país. El evento culminante del ayer tuvo como marco el estadio de futbol José María Morelos y Pavón, inmueble donde el Papa les llamó a no ver al narcotráfico como una forma de vida. “Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte”, dijo.

El máximo jerarca católico definió a los jóvenes como la riqueza de México, más allá de ser la esperanza como muchos otros han llamado a la juventud mexicana.

“Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra. No dije la esperanza, dije su riqueza”, porque según él, “no se puede vivir la esperanza, sentir el mañana, si primero uno no logra valorarse”.

Su Santidad expresó que la principal amenaza de la esperanza son los discursos que desvalorizan, “que te hacen sentir de segunda. La principal amenaza de la esperanza es hacerte crees que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te volvés prestigioso, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digo de amor.”

Continuó en esa línea su mensaje, al expresar que “la principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás. La principal amenaza es creer que por tener un gran carro sos feliz”, abundó el jefe del Estado Vaticano.

El Papa habló así después de escuchar a cuatro jóvenes, dos hombres y dos mujeres, representantes de la Ciudad de México, de Morelia, de Culiacán y de Ensenada.

Alberto, de la capital michoacana, dijo sentir dolor porque en diferentes puntos del país faltan oportunidades de trabajo y de estudio.

“Algunos jóvenes somos atrapados por la desesperación y nos dejamos llevar por la avaricia, la corrupción y la promesa de una vida intensa y fácil, pero al margen de la legalidad aumentan entre nosotros las víctimas del narcotráfico, la violencia, las seducciones y la explotación de personas; muchas familias sólo han podido llorar la pérdida de sus hijos porque la impunidad ha dado alas a quienes estafan, secuestran y matan y en medio de todo esto, la paz es un don que seguimos anhelando”.

Rocío, de la Ciudad de México, también expresó su pesar porque para “muchos, son más importantes las cosas materiales que la persona misma, la palabra amor cuesta trabajo pronunciarla, se ofrecen cosas pero falta el abrazo que brinda apapacho y seguridad, el regaño que implica preocupación, el trabajo común que genera respeto y admiración, el compartir sueños que genera identidad y presencia”.

Aseguró que los jóvenes mexicanos viven “una verdadera encrucijada, una mala educación sexual, la influencia negativa de los medios de comunicación, una profunda carencia afectiva y miedo al compromiso con la otra persona”.

A los oradores, Francisco insistió en calificarlos como la riqueza de México y la riqueza de la Iglesia. Dijo entender la dificultad de entenderse como la “riqueza” de un país, cuando se está expuesto continuamente a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror.

“Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno, posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites. Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se les utiliza para fines mezquinos seduciéndolos con promesas que al final no son tales”, apuntó, el jefe de la Iglesia católica, a quienes sus interlocutores continuamente aplaudían y vitoreaban.

En la parte culminante de su discurso, el Sumo Pontífice dijo a los jóvenes mexicanos que Dios les convoca, al igual que lo hizo con el indio Juan Diego a construir un santuario. “Un santuario que no es un lugar físico, sino una comunidad, un santuario llamado parroquia, un santuario llamado Nación. La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es uno de los principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos hace sentir parte de esta gran familia de Dios. No para refugiarnos, no para encerrarnos, al contrario, para salir a invitar a otros; para salir a anunciar a otros que ser joven en México es la mayor riqueza y por lo tanto, no puede ser sacrificada”.

Francisco, el Obispo de Roma, pidió a los miles de fieles católicos, quienes se autobautizaron como “la juventud del Papa, a “abrazar su cruz” cuando sientan que el mundo se le viene encima, tal como lo hizo Jesucristo. “Sí, mis amigos, les digo esto porque en Jesús he encontrado a Aquel que es capaz de encender lo mejor de mí mismo”. Y agregó que “Jesús nunca nos invitaría a ser sicarios, sino que nos llama discípulos. Él nunca nos mandaría a la muerte, sino que todo en Él es invitación a la vida. Una vida en familia, una vida en comunidad; una familia y una comunidad a favor de la sociedad”.

El evento del estadio José María Morelos culminó con un espectáculo multicolor con estampas michoacanas, como “el baile de los viejitos” y una danza de las mariposas monarcas. Además un coro monumental que entonó el cielito lindo con un toque “moderno”.

Antes de abordar el helicóptero Jorge Mario Bergoglio tuvo el único incidente que visiblemente lo contrarió: cuando se acercó a saludar y bendecir a jóvenes postrados en sillas de ruedas, un desconocido le jaló de sus ropas. El rostro del Papa, quien estuvo a punto de caer encima de los muchachos con capacidades diferentes, se transformó y entonces gritó: “no seas egoísta”.

Michoacán mostró riqueza cultural

El papa Francisco hizo un llamado en Morelia a no resignarse ante la delincuencia y la corrupción. Michoacán se lavó el rostro ante la convocatoria del Pontífice, pues a lo largo de la gira se mostró como un pueblo esforzado por superar lo adverso y no escatimó en generosidad al compartir la riqueza de su cultura.

Poco antes de las 9:00 horas, Francisco fue recibido en el Aeropuerto Benito Juárez de Morelia por el gobernador Silvano Aureoles Conejo y el cardenal Alberto Suárez Inda. Ahí comenzaron las muestras de generosidad de los michoacanos que no cesaron hasta que Francisco emprendió el vuelo de regreso a Ciudad de México: el mandatario michoacano le regaló una guitarra elaborada en Paracho, también recibió una batea decorada en técnica de maque, un gabán elaborado en telar de pedal, y un sombrero tradicional de Tierra Caliente. Todos los obsequios fueron elaborados por artesanos del estado.

En el estadio Venustiano Carranza, el Sumo Pontífice ofició una misa para sacerdotes, religiosas, religiosos, consagrados y seminaristas, a quienes pidió “no ser funcionarios de la empresa de Dios”, por lo que los exhortó a no caer en la resignación ante la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, y el desprecio por la dignidad de la persona. Puso como ejemplo a Vasco de Quiroga -a quien perteneció el báculo y cáliz que usó durante los oficios-, que no fue indiferente a la adversa realidad de los indígenas.