Ahorrar y viajar (como sea) a bordo de un camión magisterial

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“La numeración del autobús no está bien “explicaba la chica vendedora de boletos  de un autobús que en un extremo se anunciaba como Simpson Tour, con una imagen del carismático Homero haciendo ¡yuju! con los brazos.

Sin embargo eran las once de la noche del viernes 16 de octubre y en el interior del camión de pasajeros el escenario era cualquier cosa menos humorístico. Más de una treintena de personas se disputaban un lugar  y un número, los boletos que les fueron vendidos  en una esquina del edificio de la magisterial sección 22 no les daban claridad en nada.

Ya fuera porque se habían sentado en lugares que no eran los suyos, o porque  simplemente estos lugares no existían, la rebatinga por un lugar entre dos de los empleados de la peculiar línea camionera y sus pasajeros se prolongo por espacio de quince minutos.

“Es algo común esta situación” comentaría un pasajero que por cuestiones de su trabajo itinerante afirma hacer uso de los autobuses del magisterio dos veces  por semana.

“Es un desorden total, pero también ¿Qué esperabas? ¿Primera plus?”

Al final el desorden aquella noche pudo haber escalado a más, un matrimonio y su hija pequeña estaban parados discutiendo mientras el autobús enfilaba ya con rumbo a la salida a México. La mujer, menuda, vestida con indumentaria triqui y cargando un paliacate que después se supo le tapaba la calvicie producto de una quimioterapia, observaba como su esposo peleaba con la representante  de la línea denominada como “taquilla dorada”, por el detalle de que solo existía libre un asiento en todo el autobús.

“No nos vamos a ir parados, mi mujer tiene cáncer de seno y tiene que ir sentada “ Repetía una y otra vez el hombre ante una empleada que, nerviosa, no alcanzaba a responderle nada.

Finalmente en cuanto el hombre empezó a exigir que los bajaran del autobús y que en ese momento, el veía como, pero les iba a meter un reporte, la empleada ofreció su lugar para la mujer y el lugar libre para el hombre y la pequeña niña.

“Es que en serio, los pasajeros están de testigos, solo había un lugar” Decía minutos después  la empleada, parada, sosteniéndose como podía en el pasillo de un autobús que ya había dado muestra que no se iba a parar, le explicaba a su jefe o jefa que había tenido que ceder su lugar para  ahorrarse el trámite de un escándalo mayor.

Al final le decía a su interlocutor que se “iba a tener que mochar con algo”. Que la cosa se había puesto difícil y que ella lo resolvió bien. Ante el sobrecupo y venta de mas boletos que los que el camión ofrece, la mujer no tuvo otra que agarrar una cubeta, sentarse y hacerle compañía al chofer del autobús durante las nueve horas que duro el viaje a la ciudad de México.

Nadie sabe bien cuando terminaron por convertirse  en una línea de autobuses alternativa, pero los autobuses del magisterio surgieron como medio de transporte para que los maestros oaxaqueños acudieran a las marchas y movilizaciones que en el pasado (antes de la expropiación del IEEPO) su sindicato era capaz de congregar  sobre la Ciudad de México .

En algún momento empezaron a cobrar a público en general, y ante los exorbitados precios que las líneas de autobuses legalmente constituidas como el ADO o Omnibus Cristóbal Colón, que casi llegan a exceder los quinientos pesos, se convirtieron con su costo de 230 pesos (200 hasta la parte de atrás) en una opción bastante rentable para quienes no tienen ni contemplan un presupuesto de mil pesos para ir y venir de Oaxaca a la Ciudad de México. 

Poco importa si el baño trasero de sus autobuses son un mito impresentable al que muy pocos se atreven finalmente a enfrentar, o si no cuentan con seguro de viajero ( aunque hasta ahora no se ha presentado ningún accidente serio en alguna de sus corridas) o si hacen más paradas que un camión guajolotero (baños de gasolineras, prados en despoblado, casetas con antojitos, delegaciones sindicales de la CNTE), o si sus asientos no ofrecen cinturones de seguridad  y son tan estrechos que tratar de conciliar el sueño en ellos es tanto como intentar dormir en una cama  con clavos.

Poco importa, el asunto es viajar, llegar y ahorrar. Con sus cuatros corridas nocturnas diarias ( dos en Oaxaca Capital y dos en México D.F.) la línea magisterial ofrece variedad en su oferta como la línea rosa de la maestra Susana, las promesas de confort de Sebastour  y el profesionalismo sin filtros de Taquilla Dorada (quienes incluso, a diferencia de su competencia, ya han trascendido la taquilla móvil de la esquina del edificio magisterial, para abrir su propia oficina y terminal en Armenta y López  311-A, aunque el ascenso de pasajeros terminan llevándolo en realidad hasta dos cuadras más abajo)

Mismo escenario peculiar en la Ciudad de México, quienes cerca de un plantón magisterial en el monumento a la Revolución que para efectos prácticos ya no existe y exactamente a la vuelta del histórico edificio del Jai Alai ( que lleva años abandonado pero que no ha sido derruido por su calidad de edificio art deco)  prestan todas las noches su servicio,  con caminos cercanos de zona roja donde transexuales y prostitutas ofrecen sus servicios.

Al final, a no ser que sean  objetos en su nada clara operación de una embestida legal por parte del gobierno federal, y sin quedar claro si en esto solo están involucrados exclusivamente profesores sindicalizados , las corridas magisteriales parecen haber llegado para quedarse .

Porque por mas antimagisterio que cualquier oaxaqueño puede ser o no, a un ahorro de un cincuenta no lo puede despreciar nadie.