Muere Julio Anguita, histórico líder de la izquierda española

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Madrid. El líder histórico de la izquierda española, a quien muchos señalan como “el último político honesto y con principios” del país, Julio Anguita, falleció a los 78 años de una afección cardíaca, después de permanecer hospitalizado durante varios días y en estado de gravedad. El que fuera coordinador federal de Izquierda Unida (IU) también fue entre 1979 y 1986 el alcalde de su ciudad, Córdoba, donde desarrolló una política de expansión sostenible y con justicia social, que era a fin de cuentas su ideario político.

Anguita fue un político de principios y al que antes de entrar en cualquier negociación con otras formaciones o líderes políticos ponía por delante “el programa”. Es decir, en el acuerdo siempre era prioritario el programa a desarrollar y las consecuencias que éste tendría, en su caso en aras de la justicia social, que el beneficio propia, las egolatrías o las fobias. Por eso muchos le señalan como el último referente de una forma de entender la política y que no asumió como propia ningún líder político de la izquierda española que le sucedió.

Después de su exitosa gestión en la alcaldía de Córdoba, que convirtió en una ciudad floreciente, que cuidaba de su legado histórico al tiempo que construía escuelas, casas de interés social e infraestructuras de servicios públicos, Anguita fue ascendiendo en la coalición de IU, hoy prácticamente desaparecido y absorbida por la actual fuerza de Unidas Podemos (UP).

En 1988, Anguita asumió el cargo de líder de IU y del Partido Comunista de España -un cargo que ostentó con orgullo y que defendió sin cortapisas al ser un profundo convencido de la validez de su doctrina-. Su primera aparición en el Congreso de los Diputados fue en 1989, donde deslumbró por su oratoria ágil, profunda y convincente, al tiempo que empezó a reconstruir a la llamada a la izquierda, que venía de una etapa menguante, sobre todo a raíz del ascenso del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que con Felipe González al frente conquistó el tradicional electorado de izquierda y gobernó el país entre 1982 y 1995.

Anguita asumió el encargo de evitar que IU y el PCE se volvieran irrelevantes y logró al menos revertir la tendencia, ejerciendo una férrea oposición al gobierno de González, que en la década de los noventa ya estaba plagado de casos de corrupción, abuso de poder y empezaban a aflorar las investigaciones judiciales y periodísticas que destaparon las tramas de terrorismo de Estado que ordenó el propio Ejecutivo de González para secuestrar, asesinar y torturas a integrantes de la organización separatista vasca ETA. Anguita siempre señaló con firmeza la vileza de esas actuaciones y alzó la voz ante las prácticas escandalosas de corrupción que afectaban al gobierno socialista de entonces.

Entrado el siglo XXI, en el año 2000, Anguita dejó la político de primera fila y se retiró a su ciudad, sobre todo a raíz de un segundo infarto que le orilló a llevar una vida más tranquila. Unos años después, en el 2003, sufrió una de las peores historias de su vida: Julio Anguita Parrado, periodista y brillante corresponsal de guerra para el periódico español El Mundo, murió víctima de un misil mientras cubría la guerra de Irak. Anguita, como había hecho también en el pasado, criticó con dureza la intervención bélica y el imperialismo de Estados Unidos. “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”, dijo entonces.

Después de Anguita, las formaciones que presidió, IU y del PCE, se volvieran cada vez más débiles, primero con Gaspar Llamazares y después, en la última etapa, con Alberto Garzón -actual ministro de Consumo-, que fue el que firmó la alianza para convertirlas en un apéndice de Podemos.

La clase política española, sobre todo la izquierda, pero también fuerzas de la derecha y figuras destacadas de la transición a la democracia, lamentaron su fallecimiento y exaltaron su figura como la de un político irrepetible y honesto. Sobre todo eso: honesto. 

La Jornada