La contracultura oaxaqueña viva, que nunca desaparecerá: Oscar Javier Martínez

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Foto: Ernesto De León

Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. A mediados de la década de los sesentas con la llegada de una tropa de jóvenes oaxaqueños que empezaron a identificarse con el existencialismo, la nueva ola francesa y los primeros libros que a la postre conformarían el boom de la literatura latinoamericana  y la Revolución Cubana, da señas en la ciudad de Oaxaca los primeros atisbos de lo que podría denominarse como una decidida contracultura.

“Hace cincuenta años Oaxaca era una ciudad completamente provinciana sin una apertura al exterior, porque para ir al D.F. te tardabas catorce horas. Aquí el provincianismo era absoluto, era una ciudad muy clasista, muy burguesa, con castas y clases sociales perfectamente delimitadas. Por un lado con las familias de apellidos de buena cuna, por el otro, todas y todos los que no hubieran nacido en esa cuna”.

Oscar Javier Martínez, músico, locutor, iconoclasta, melómano irredento; habla en una charla que parece extenderse a cada tramo sobre todos los posibles vértices. El motivo es la ruta del jazz en Oaxaca, peo antes decide abordar el auténtico principio  y define a aquel que llegó a liderar a aquel grupo de chavos oaxaqueños  que con los libros de Albert Camus, las cintas de Jean Luc Godard y Francois Truffaut y la efigie del Che Guevara empezaron a declararse hartos de la dictadura de las buenas conciencias.

“El más incendiario de ellos un pintor iconoclasta que fundo la primera galería independiente en Oaxaca en Ciudad Universitaria, Virgilio Gómez, el primer agitador, de raíces indígenas, un verdadero yope”.

Antes Oscar, también conocido en los barrios altos, bajos y no tan bajos como Oxama, da un breviario sobre la acepción del término yope,  tan arraigado en la cultura vallista y el porqué de ser un término que gritaba discriminación, a mediados de los sesentas se significó en una reivindicación de la igualdad.

“Yope es alguien señalado como una persona que no tiene cultura, ni refinamiento, alguien silvestre, cerril. Con una profunda connotación racista. Gómez reivindica esto en un movimiento de energía que apunta a la identidad. En donde dice, si, somos yopes y yo soy el yope mayor”.

“Virgilio y su camarilla se dedicaron entonces a inundar las paredes de la ciudad con letreros de chapopote que decía Cuba si, Yanquis no, en una Oaxaca fanática del aquí no pasa nada”.

En este ámbito de ya no queremos más de lo mismo, cuenta Oxama, es como llegó el llamado Grupo de los Cinco, integrado, además de Gómez, por los también artistas Teodoro Velasco, Liborio Navarrete  y un resto de tropa que sólo quería no parecerse más a sus padres agachones e inertes.

“Y no es que fueran cinco, es que solo necesitaban un nombre. Fundaron algo que pomposamente llamaron el Instituto de la Juventud Oaxaqueña, con su cuartel general ubicado en lo que ahora es la Casa de la Ciudad”

“El sacerdote de la iglesia del Carmen,  que está enfrente,  salía a exorcizar los demonios de esos mechudos comunistas”.

En una década de gritos de exigencias de cambio que terminó nacionalmente con el movimiento estudiantil de 1968, Oxama cuenta que a esto cinco (que en realidad eran más de cinco) se les ocurrió realizar su propia versión de concilio vaticano, que concluyó con una enorme pinta en la principal pared de la catedral de Oaxaca  que decía Dios no existe

“Imagínate el nivel de provocación que eso tuvo en la Oaxaca de hace cincuenta años. El arzobispo los excomulga y hasta celebra una misa de desagravio. Aquella fue una juventud que realmente agitó las aguas”.

De los remanentes de aquel movimiento excomulgado surge a principios de los setentas la primera (y tal vez la única)  figura mítica del jazz oaxaqueño, Jorge Fernando Hernández.

“Es un músico oaxaqueño que estudia en Bellas Artes, que le toca dirigir el grupo de jazz de la UABJO. Es el primero que realmente entiende el lenguaje del jazz en Oaxaca, asumiéndolo como una postura vital, no como una estética  sino como una forma de vida que tiene que ver con la bohemia, con la noche, con vivir un poco al límite”

Oxama matiza un poco  su narración, habla de que quizás esta visión del jazz cae un poco en el estereotipo, pero que aun así existe y hay grandes músicos que vivieron en él, como Charlie Bird Parker,   Miles Davis o Chet Baker, en donde algunos sobrevivieron a sus excesos y otros no

“En el caso de Jorge Fernando, murió en 1991. Tocaba la trompeta, el piano, era un gran compositor y un gran bohemio. Se emborrachó y se enfiestó con gente que ahora son académicos e historiadores, que en su momento fueron jóvenes contestatarios”.

“Que tuvieron en el rock, en la mota, en el periodismo y en el teatro esos canales de libertad, ayudados por una bola de gente que vino de fuera y que contribuyó al desarrollo de una contracultura en Oaxaca, como el caso de los talentosísimos Rodolfo Álvarez  y Héctor Azar”.

Martínez cuenta que Jorge Fernando Hernández tuvo problemas con el grupo de jazz de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) de donde se dice que lo terminaron corriendo.

Funda  entonces el grupo el Yope Power en los ochentas, reivindicando lo hecho por el Grupo de los Cinco quince años antes.

Oscar puntualiza entonces que el primer grupo de jazz, aunque musicalmente no improvisa en lo más mínimo, es el que funda Sergio Magaña (dramaturgo tapatío) en la UABJO en 1972. Grupo que pronto vendría Jorge Fernando Hernández a ponerlo en orden y a darles una posibilidad que fuera más allá de transcribir discos.

“El Yope Power tocaba jazz en las plazas, en la torterias, lugares donde se improvisaba un escenario. Jorge era un músico muy dedicado, que hacia sus propias piezas. Por ahí no se sabe bien si las grabó o no, se dice que hay grabaciones suyas esperando a ser descubiertas”.

Jorge Fernando Hernández murió por un exceso de mezcal y alcohol. Oxama cuenta que la primera familia del jazzista, sobre todo sus hijos, no han querido abrirse mucho al tema de su padre, de lo que fue su vida y su muy peculiar talento.

“Hace unos años quise entrevistarlos y una de sus hijas me dijo que no, porque siempre que hablaban de su papá, le decían que fue un borracho. Hasta ahora nadie le ha dado a Jorge Fernando su estatus como parte esencial de la contracultura en Oaxaca”

¿Porque no se sabe nada de él? Se le pregunta a Oxama, al que una buena cantidad de melómanos rockeros, metaleros noventeros oaxaqueños o a medio camino entre los dos,  identifican como “el primer pirata de Oaxaca”.

“Hay que entender que en ese momento prácticamente a nadie le interesa el jazz en Oaxaca. Por ejemplo hoy cuando hablas de que hay gente haciendo música electrónica propositiva en Oaxaca a nadie le interesa , no hay un lugar donde digas voy a escuchar este tipo de música y todo se encierra a un geniecillo de la electrónica metido en su cuarto experimentando con su computadora”.

“El gran aporte del jazz en la cultura oaxaqueña vino cuando se empezó a relacionar con otras disciplinas, el teatro, el periodismo, la danza, la pintura. En aquellos años si Virgilio Gómez montaba una exposición de materiales efímeros en una galería, Jorge iba y tocaba sus rolas”.

“Era una comunidad pequeñísima, eran los locos de aquella época, los outsiders. En los ochentas Oaxaca empieza a abrirse al resto del país con la puesta en marcha de la súper carretera y un recomposición de la oferta turística que empieza a descollar en esos años”.

Finalmente Oxama cita que la apertura en canal de la vena creativa y cultural de la ciudad de Oaxaca tiene todo que ver con el pintor Francisco Toledo, quien a finales de los ochentas pone su casa y abre el Instituto Estatal de Artes Gráficas de Oaxaca  (IAGO) y de ahí pal real.

Estas y otras narraciones del jazz y la contracultura en Oaxaca por parte de Oscar Javier Martínez se encuentran incluidos en el Atlas de Jazz en México, libro que recupera las historias y los personajes del jazz en los 32 estados del país a través de los testimonios de 63 especialistas en jazz, compilado  y autoría de Antonio Malacara Palacios.

“El rock se movió mejor en Oaxaca en los inicios con grupos como los Betthovens, los Happy Hunters o los Kidnappers”, señala Oxama  recordando en los noventas  el jazz en Oaxaca ya no tiene que ver con una contracultura sino con una posibilidad para los músicos, que provenientes de las bandas de pueblo de sus comunidades llegan a la ciudad de Oaxaca para empezar a tocarlo, o también para los chavos que deciden irse a estudiar música a la Ciudad de México.

Señala que en los noventa el IOC (Instituto Oaxaqueño de las Culturas, hoy SECULTA)  con la llegada de Margarita Dalton, hoy muy destacada investigadora de los temas de la educación, conoció su época de mayor efectividad gubernamental.

“Dalton fue alguna vez esposa de José Agustín con quien vivió un tiempo en Cuba. Ella fundó décadas antes la primera comuna hippie en Oaxaca, en un pueblo muy cercano a Ocotlán llamado el Vergel, donde llevaron hasta sus últimas consecuencias los preceptos de la filosofía hippie”.

“Con Dalton hay una gran apertura, vienen a Oaxaca  Real de Catorce, Tania Libertad, Betsy Pecanins, Astillero. Hay un momento  de gran florecimiento de las manifestaciones artísticas en Oaxaca por parte de la instancia oficial que no es menor porque desde ese momento no ha habido nada más”.

Oxama observa que en cuanto a políticas culturales siempre ha habido una enorme ceguera y torpeza de todas las personas que ha dirigido la cultura desde los tres niveles de gobierno

“La cultura oaxaqueña siempre ha sobrevivido por fuera, en la periferia. Los programas culturales que han permanecido tienen que ver con iniciativas de lo que hoy llamamos la sociedad civil”

Esto parece sonar esperanzador en un panorama que ya ha recibido el anuncio del actual titular de SECULTA de que para el 2017 , el 80 o 85 por ciento de las actividades culturales en el estado desaparecerán debido al recorte de 2500 millones pesos impuestos a cultural en el presupuesto de egresos de la Federación.

“El jazz ha sido lo mismo ha sobrevivido gracias a pequeños lugares que se abren o los músicos que siempre han sido muy necios”.

Necedad, tesón y unas ganas infinitas de tirarlo  todo y volverlo a levantar, es lo que Oscar Javier Martínez identifica como las riendas que han movido y seguirán moviendo la expresión artística y humana en la Ciudad de Oaxaca.

Esa contracultura viva que ni la ineptitud gubernamental más rampante, ni los recortes presupuestarios más caníbales, podrán desaparecer jamás.