¡Confía en que puedes!

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Por: Marco Polo López Santos

Oaxaca de Juárez. Cuando a los 22 años de edad adquirí una discapacidad permanente como consecuencia de un accidente automovilístico, creí que todo había acabado para mí, que ya no tenía sentido vivir así. Me sobrevino un caudal de sufrimiento, miedo, angustia, incertidumbre, enojo, etc.; en el momento más difícil, cuando acusaba una depresión profunda, la idea de morir hizo sitio en mi pensamiento. Mi mente cavilaba por largos periodos cómo podría lograr ese objetivo. Por fortuna,  me sobrepuse y mi vida retomó un rumbo definido ―no exento de dificultades― pero donde han cabido cosas maravillosas, metas y logros personales. Doy gracias a mi familia y a Diospor eso. Sin embargo, debo decir que cada quien lo vive a su maneray según sus circunstancias.

La de Mari no es una historia fácil de escuchar, y menos aún, de contar. Desde pequeña mostró su tendencia a las actividades físicas: “nunca jugaba con cachorros, le gustaba jugar con los niños, trepar a los árboles o cosas así”, dice su padre. A temprana edad comenzó a practicar deportes, “eso era mi vida”, afirma ella misma.

A los 14 años de edad, una inflamación en el pie fue la primera señal de una enfermedad degenerativa que poco a poco fue mermando su salud y que terminó por obligarla a usar una silla de ruedas, a los 20 años de edad. Nunca hubo un diagnóstico certero sobre qué enfermedad la aquejaba.

Asumo que no debió ser fácil para ella abandonar sus estudios y el sueño de ser profesora de guardería. Menos aún, retirarse del deporte convencional, lo  cual fue un momento muy crítico en su vida, pues en 2008,el dolor intenso la obligó a desistir de su segunda participación en una de las competencias deportivas más exigentes, el “Ironman”, y eso la llevó a un momento de depresión tal, que pensó en suicidarse.

Irónicamente, la pérdida de sus capacidades motrices la llevó a incursionar en la práctica del deporte adaptado, comenzando con basquetbol sobre silla de ruedas, triatlón, hasta llegar al atletismo. Hoy, Mari llega a Río de Janeiro con tres medallas paralímpicas colgadas al cuello, obtenidas en Londres 2012, un oro en 100 metros, y 2 platas en 200 y 400 mts sobre silla de ruedas. Aquel fue un momento cumbre en su carrera, quedó cristalizado en esa imagen de ella cruzando la meta, con la leyenda en su silla de carreras: “Believe you can”; ver la expresión de su rostro, el grito de victoria y sus lágrimas hacen evidente la emocionalidad e intensidad del momento, es algo que contagia, que transmite emoción, motivación. No es todo en su haber, también llega a Río con el campeonato del mundo logrado en Doha, Qatar, el año pasado, donde batió records en 400, 800, 1500 y 5000 metros.

Es autora del libro: “Deportes por la vida”, en el que aborda el cambio tan drástico que significó su enfermedad y la discapacidad adquirida, y su valiente respuesta a través del éxito en el deporte adaptado. Algunas críticas que ha merecido su obra la retratan como una mujer ejemplar, con carácter y fuerza de voluntad para alcanzar sus objetivos.

Mari ahora afina detalles para disputarse el mejor lugar en el pódium, una vez más, contra la canadiense Michelle Stilwell, su archirrival,  quien le obligó a compartir medallas en Londres. Disputa que será un platillo principal en los juegos paralímpicos de Río.Esto es lo que normalmente sucede con los atletas paralímpicos, las suyas son, las más de las veces, historias inspiradoras; la de Mari es inspiradora, y más aún conmovedora.

Ella dejó de lado las ideas suicidas; las ha suplido por el derecho a una muerte digna, una muerte asistida a través de la eutanasia. Mari, acogiéndose a las leyes, ha cumplido con todos los trámites para que un médico le aplique una inyección letal, una vez que ella defina la fecha precisa. Río será su última justa deportiva. La campeona mundial dice algo interesante: cuándo alguien sufre un accidente y termina en silla de ruedas, sea paraplejia o cuadraplejia, se sabe que eso es el tope final de su lesión, pero explica que en su caso no es así, sino que es una enfermedad progresiva. ¿Por qué lo hace? Porque los dolores que sufre son insoportables y van en aumento, su condición empeora poco a poco y médicamente no tiene esperanzas de mejoría. “No lo veo como un asesinato, sino que me da paz porque sé que cuando tenga demasiado dolor, no quiero vivir como una planta y como tengo los papeles podré decir, ya es suficiente, ahora quiero morir”, explica Mari. Tener ese permiso resuelto, dice ella, le ha permitido “vivir de nuevo”. Ironía de la vida.

Sus cenizas serán esparcidas en un lugar donde la lava volcánica se une con el mar, porque es un lugar que a ella le produce mucha paz. Nadie de su familia, al parecer, pretende hacerla cambiar de parecer, respetan su decisión. Su vida ha sido así, un contraste entre la lucha por vivir con pasión y la defensa de su derecho a morir dignamente. Es una historia que no sólo me ha conmovido, sino que me ha producido un sentimiento de identificación, pues encuentro afinidad en distintos momentos del proceso que vivió al entrar al mundo de la discapacidad, de ahí que la llame Mari, porque quiero sentirla cercana, cercana en los momentos de angustia y sufrimiento, y también, cercana en los momentos de satisfacción y de logros alcanzados, cercana en la discapacidad, y cercana en cuanto ser humano. Creo que su decisión merece respeto, y creo que nadie puede juzgarla por ello, porque nadie que se muestre solidario con ella podrá quitarle un poco de su dolor para cargarlo sobre sí mismo. No es creyente, yo quisiera que lo fuera. También quisiera que siguiera luchando, sin embargo, la admiro y la respeto. Tiene 37 años de edad, es de Bélgica y su nombre es Marieke Vervoort.