Crónica de muertos vivos

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Por Rodrigo Islas Brito

Puede que el mexicano Michel Franco se vuelva cada vez mejor director conforme vaya madurando su cine. Por lo pronto en su primera película en inglés, Chronic, retitulada en México con el espantoso título de El ultimo paciente (México -Francia- EUA, 2015) el autor de Después de Lucia logra concretar más aciertos que errores en su búsqueda de un cine de arte, emocional, festivalero y tremendista.

En su búsqueda de temas crudos el cineasta ha abordado en Chronic la historia de un enfermero de pacientes terminales atormentado, callado, sacrificado y bonachón, que intenta reencontrarse con una vida que al final su creador, guionista y director, no puede terminar de darle por completo.

Apoyándose en todo momento en una interpretación cuidadosa, pausada y brutalmente contenida de un actor de actores como lo es Tim Roth, Franco logra construir grandes momentos en los que la descripción de una decadencia humana física dolorosísima, de una desaparición a pausas irremediables y del deterioro de un cuerpo humano que alguna vez tuvo vida y que hoy solo se borra ante el anuncio de la muerte, son presentados sin tapujos, en toda la extensión de la desnudez emocional de un nervio fílmico sombrío, inteligente y delicado.

Como en Después de Lucia, Franco mantiene su europeizado estilo de observar a sus personajes desde una cámara de un solo emplazamiento, aprovechando al máximo los fueras de campo, donde los personajes se pierden o no se muestran, solo para apuntalar más la intención de la búsqueda de cotidianidad en donde la persona a la que los personajes miran, no será necesariamente el personaje que el público tendrá chance de conocer.

El cineasta le baja incluso al tremendismo de su cine, bordando al acto de desfallecer y morir como una especie de ceremonia íntima, poblada con un lirismo triste, meditabundo, pero repleto de una humanidad que hiere y que convence.

No obstante Franco se engolosina en la estructura episódica de su historia hasta el punto en el que la dota de un final salido de ninguna parte. Tan forzado al ritmo y el espíritu de la cinta que pareciera que el cineasta lo concibió en una arranque al darse cuenta de que no sabía cómo terminar su historia.

Aún con este inconveniente Chronic vale mucho la pena para los que quieran presenciar una verdadero tour de forcé de un actor como Roth, que sus 55 años por fina ha encontrado un papel maduro en el que puede emplearse a fondo en esa capacidad para la angustia furiosa que tanto ha caracterizado su carrera (Made in Britain, Perros de reserva, Vincent y Theo) y aquí parece traducida en un murmullo y responso eterno.