Columna Fogonero: El Chapo no era el Chapo

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Por Rodrigo Islas Brito

Es el colmo, “El Chapo” se hizo un implante en genitales a causa de su disfunción eréctil”, reza el titular de la más reciente nota escándalo que sobre el ahora invencible narcotraficante ha sido publicada

En este país, México , en donde nadie sabe dónde diablos está parado, ahora resulta que el mayor delincuente de nuestra historia , el mismo que se escapó dos veces de penales de alta seguridad nada más con la pura decisión de su santidad “robinhonezca” todo terreno, el mismo que puso de rodillas a gobiernos enteros hasta el grado en donde ya no se sabía donde empezaba uno y terminaba el otro, el mismo que las podía todas o si no en el aire las componía o las reventaba, es en realidad al final un ranchero otoñal enamorado que le hacia la corte a una actriz con la frente repleta de botox, ligándosela al mejor estilo Choche el de Bronco.

Escapularios y estampas religiosas. Ropa y cosméticos, artículos de aseo personal. Tintes para barba y bigote. Testosterona inyectable, jeringas, antibióticos, desinflamatorios, una nota de farmacia por más de 4 mil pesos en medicinas para mejorar el rendimiento sexual. Y cuatro dvds con La Reina del Sur, la serie de televisión sobre narcos que protagoniza su amada Kate del Castillo.

Son los saldos que el reporterazo con escolta, Carlos Loret de Mola, reporta que se encontraron en la última guarida del Chapo , una vez que lo volvieron a pescar.

Es decir , que el temido Capo se había pertrecho más allá de lo necesario para pasársela en el éxtasis continuo con la imagen de su amada, mientras se escondía de todo lo que en esta vida una persona puede esconderse.

Nada de la inteligencia mecatrónica que le había adjudicado el Estado para explicar los porqués de su peliculezco escape por un túnel subterráneo que nadie notó , sucedido hace unos meses en el penal del Altiplano, nada del dominio y el control que lo había llevado a ser el más duro y longevo narco mexicano durante más de 25 años, el mismo que se le peló a dos sexenios, el mismo que era visto por millones de mexicanos como el narco bueno, el presidente alterno, el poder abiertamente sangriento pero preocupado porque su feudo tenga carreteras y sus vasallos tengan que llevarse a la boca, visión que lo llevó a que un custodio prácticamente le abriera la puerta de un penal de Jalisco hace quince años.

Como bien dijera un amigo escritor, respecto a la hoy sobre analizada cumbre Sean Penn- El Chapo- Kate Del Castillo, Guzmán Loera “al final resultó como ese cuento donde un enano movía al gigante que atemorizaba a la región. Se comportó frente a los actores como lo haría un peón frente a los hijos del patrón”.

Presumiendo alcances, barcos, submarinos y mucha mucha droga. Al estilo Tizoc a lo Pedro Infante le dijo a su niña blanca amada (a la que le prometió los derechos cinematográficos exclusivos sobre su historia) que la cuidaría más que a sus ojos, que él no bebía pero que en su honor se tomaría un “Bucana”, y la niña blanca (con una ambición de por fin pegarla en Holywood a los cuarenta y tres años) le respondió que le gustaba ser cuidada porque nadie nunca lo había hecho.

Con lo que selló la suerte de este Chapo romántico y enamorado que salió de su escondite en la sierra (que a decenas de personas les costó el ser desplazadas de sus casas en el transcurso de su policiaca persecución) sólo para operarse los testículos y poder cumplirle cabalmente a su niña blanca en la noche amor que el destino les tenía reservada.

Así de chafa suena esta telenovela, así de vomitivos son los resortes que mueven a este país. Con Sean Penn reportando en su crónica rolllingstonera, donde sólo se puede escuchar el sonido de su propia voz, que un reten militar (con la supuesta misión de recapturar y buscar al Chapo hasta en las piedras) lo dejó pasar cuando reconocieron que con él venía uno de los hijos del narcotraficante, con la procuradora Arely Gómez (quien durante la fuga subterránea y vergonzante del narco de hace siete meses se mantuvo inédita en declaraciones) marcando que el próximo blanco será la Adelita del Castillo (que terminó regresando a chirona a su Pancho Villa) a quien ya le identificaron “operaciones sospechosas” en sus empresas y cuya orden aprehensión (o mínimo de presentación que luego redundara en aprensión) no tardara mucho en manifestarse.

Mientras tanto el infierno que desató el Chapo, y otros gansters legales o ilegales como el , nos sigue comiendo a todos, con 43 jóvenes desaparecidos hace más de un año por fuerzas del estado y que probablemente no vuelvan a aparecer jamás, con un gobierno federal que se esconde en su autoritarismo para resguardar su voracidad inepta y su ineptitud voraz, con 16 desaparecidos hace tres días en Arcelia, Guerrero, de los que la justicia ya dijo que tienen bases para creer que siguen vivos (como en su momento lo dijeron de los 43), con fosas clandestinas, con ejecutados a granel y la sangre desatada, con alcaldesas ejecutadas por un comando en su propia sala, con autoridades diciendo que aquí no está pasando nada.

Con horror- infierno-horror por todos lados y creciendo, con la espera a un estallido que está explotando todo el tiempo. Y en medio de todo, aterriza esta telenovela de narco con alma de caballerango enamorado perdiéndolo todo por la mujer amada, que Televisa y medios afines nos encasquetan en horario triple y estelar.

Aunque el Chapo no ha perdido (ni le han decomisado) ni sus casas, ni sus submarinos, ni sus millones, ni las conexiones, ni sus cómplices, ni esas empresas nacionales y extranjeras que durante la entrevista con Penn mencionó como aquellas que le lavan dinero y que se llevan un pedazo de su pastel, y de las cuales, nosotros pobre publico ignorante, seguramente jamás sabremos sus nombres.

“Prefiero morir de causas naturales, a morir en una balacera”, dijo el líder del cartel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera. Tal vez ahí este el secreto de este anticlímax.

Pues al final el Coco, ese ente llamado Chapo Guzmán que capturó nuestra atención durante décadas pensando que era el dueño y señor de México, de sus voluntades, que su socio era el Estado, o que el Estado era su jefe, o mínimo su guardaespaldas, es un hombre de mediana edad enamorado del amor, lo suficientemente realista como para, a pesar de toda la sangre por el derramada, aspirar a perecer de viejo bajo la sombra de su propia cama.

¿Quién demonios es el que inventó la leyenda del Chapo Guzmán? ¿Quién diablos es poseedor y beneficiario de los derechos de su mito? ¿Quién chingaos maneja al final los hilos de este país que se desmorona todo el tiempo sobre sus bases repletas de infamia? ¿Quién está al frente de este jodido y siempre moribundo barco?

Tal vez a estas alturas, esa sea una respuesta que ya nadie alcanza a distinguir.