Marciano perdido en un motivo

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Ridley Scott retoma la vena oscareable de perdido en el espacio al estilo  Alfonso Cuarón  y deja claro que para que exista un mínimo de gravedad, debe existir por lo menos algo a lo que se pueda llamar historia.

Mark Watney (un Matt Damon  con ganas de actuar)  es un astronauta que es dado por muerto por su tripulación en un viaje a Marte. Abandonado y condenado en el planeta rojo, Watney tendrá que ponerse lo que sigue de ingenioso para librar tan kilométrico olvido.

El  ya indeleble director de Alien, Blade Runner  y Gladiador  vuelve a la ciencia ficción esta vez con un tamiz de epopeya  coral de sobrevivencia espacial al estilo Apolo 13 (1995), pero afortunadamente Scott no es Ron Howard, y esta Misión Rescate (The Martian) resulta  infinitamente más divertida e interesante que aquella película donde Tom Hanks veía cancelada su posibilidad de pisar la Luna por la necesidad de regresar a su amada patria en una sola pieza.

Este  Marciano aunque sea una cinta cien por ciento comercial, para conectar con el gran público y verse con palomas y refresco grande, tiene en un viejo lobo como Scott a alguien que sabe como imprimirle cierta complejidad al asunto, ahorrándose los tramites  y estampas patrioteras de rostros de familiares preocupados ondeando su banderita americana metidos con calzador durante todo el metraje de la película, el casi octogenario cineasta tiene la sabiduría de concentrarlo todo entre los puros interesados.

El extraviado Damon, sus compañeros que lo dejan varado por cobardes y todo un crew variopinto de la NASA, desgañitado por regresar por este Soldado Ryan que parece no puede dejar de perderse cada cuanto.

Ridley se desencanta por las implicaciones metafísicas al estilo Interestelar (Christopher Nolan, 2014) y concentra toda la función en las implicaciones físicas, intelectuales y emocionalmente estimulantes del periplo humano.

Jeff Daniels, sobrio y económico como el jefe de la NASA, la algo desacostumbrada en papeles que no sean para desgañitarse de risa, Kristen Wiig, cumplidora como una comprometida agente de relaciones públicas, el todo terreno Chiwetel Ejiofor, híper activo como el científico de trajes coloridos que ha de coordinar el rescate, y la siempre histriónica Jessica Chastain, llegadora como la comandante de la misión con hartos remordimientos por haber dejado a su mejor gallo abandonado a su suerte en un planeta solitario.

Scott logra que este ensamble actoral conecte y funcione, y que los apantallantes efectos espaciales y especiales sean solamente un telón de fondo. A eso ayuda el pausado guion de Drew Goddard, basado en la novela de Andy Weir, y el hecho de que el viejo lobo tiene el toque preciso para evitar la solemnidad acartonada que caracterizan a este tipo de relatos, dándole juego a detalles nimios pero divertidos, como ese crucifijo de astronauta latino que ha de salvarle la vida al protagonista, y no exactamente por sus implicaciones religiosas.

Este Marciano de Scott tiene lo que la infladísima Gravedad de Alfonso Cuarón nunca tuvo: un motivo.