Fogonero: Apocalipsis en un Soriana

0
197

Por Rodrigo Islas Brito.

“Este país se pone cada vez mas apocalíptico” decía un amigo el día en el que se enteró que el Big Brother regresaba con todo. El programa donde una bola de inútiles se encierran para ser observados, es resucitado por Televisa en un momento donde el poder establecido necesita urgentemente que la gente vuelva a ver televisión y deje de preguntarse cosas.

¿Quien le abrió la puerta al Chapo? (la puerta de la cárcel o la puerta de su túnel, que es lo mismo), ¿Por qué el dólar lleva semanas en carrera desbocada con rumbo a los veinte pesos? ¿Qué hay del niño asesinado por el Ejército Mexicano en Ostula, Michoacán? ¿Por qué la cortina de humo de la tarea de desmantelamiento de la magisterial sección 22, no le ha alcanzado a Enrique Peña Nieto a mejorar unos niveles de aprobación ciudadano que se mantienen en el subsuelo? ¿Por qué los nuevos mandos del IEEPO siguen siendo los antiguos?.

Ya todo parece muy rápido y muy vertiginoso, apenas se escapa el Chapo por un túnel, al día siguiente se muere Joan Sebastian, apenas Peña Nieto ha dicho la mayor estupidez de su vida, ya está un día después su secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, enderezándole la plana al jefe con frioleras como que en México cada vez hay más pobres porque cada vez hay más mexicanos.

Pareciera que lo que hay cada vez menos es el tiempo para asimilar las malas noticias, pues como rock de los ochentas, “la tristeza aquí no tiene lugar, cuando lo triste es vivir”. O si no triste, si por lo menos patético.

Patético y esquizoide como los hoy desempleados, Piojo y Pioja Herrera, repartiendo tortazos en un aeropuerto internacional porque no les gusta que se diga que la selección nacional juega mierda y de copas pozoleras solo la hacen campeona los penales inexistentes marcados por árbitros que tiene que salir corriendo cuando les piden cuentas de su ceguera.

Miguel Herrera, quién como director técnico tricolor solo le faltó anunciar toallas íntimas, es la encarnación del mexicano feo, y no por su físico, sino por sus ganas repletas de una inexorabilidad a tarde o temprano cagarlo y cagarse en todo. Del “no era penal” al “no era penal pero no es mi culpa”.

Apocalípticos tiempos estos que corren en lo que los oaxaqueños que crecimos durante treinta años con la sección 22 como un referente de poder absoluto en nuestro estado, vemos ahora como se hace agua sin que se pueda por lo menos dilucidar algún tapón de arranque que contenga en buena medida el hundimiento.

Son los riesgos de haber basado su discurso revolucionario y de lucha, que cayó en el momento en el que las listas y los sistemas de puntos con los cuales lo controlaban y apuntalaban, se los quitaron de las manos.

Hoy, el poderoso gremio de más de ochenta mil miembros no puede ni siquiera lograr que buena parte de sus agremiados suelten por lo menos una cooperación voluntaria de veinte pesos.

También surgen las voces de que ahora Oaxaca cambiará y será un mejor lugar si la sección 22 y su proverbial capacidad de movilización desaparece.

En un país con índices de inseguridad cada vez más sangrientos, donde a una joven mujer la pueden dejar muriendo en su propia sangre con tal de arrebatarle cinco mil pesos, con un crimen organizado que no es que pueda, sino porque pudo vino, con una clase política y gobernante que sería capaz de argumentar cualquier excusa, con la gendarmería nacional viviendo ya de planta en Oaxaca y ligando y echando rostro en los Sorianas, ese tipo voces suenan a negaciones lo que se dice apocalípticas.