Furiosos y estrellados

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El morbo por ver como habían solucionado la intempestiva muerte de Paul Walker en plena filmación, fue lo que me llevó a pagar un botero para ir a ver al cine Rápidos y Furiosos 7.

Fue de campeonato el presenciar como una sala llena de fans lloraba durante el final de la cinta, cuando Vin Papadas Diesel se despedía de su amigo Paul Hecho Pomada Walker, los dos a bordo de sus bolidos, mientras se alejaban uno del otro por una soleada bifurcación, como postal del Hallmark Channel, y las imágenes en retrospectiva de una franquicia con catorce años de existencia y toneladas de pistones derretidos por arrancones de desatada de masculinidad fortachona y anabólica, se sucedían entre sí como una especie de, mire usted que amolada se ve ahora Jordana Brewster.

“Tan rudotes y tan chillones.” Pensé mientras los ojos de algunos los presentes se humedecían y otros concentran en la pantalla gestos de ternura y paz mental, para al final salir de la sala y ponerse rápidos y furiosos al volante de su Tsuru.

La trama de esta séptima entrega es tan pretexto como siempre, con la irrupción ahora de Jason Statham, como el malvado terrorista Deckard Shaw que busca vengar a su hermano (Luke Evans, que en la pasada entrega fue quemado y ahora resucitado en estado comatoso.

Statham planea vengarse de Dom Toretto y su “familia”, como el personaje de Diesel ha llamado una y otra vez a sus compinches reunidos de siete entregas, que van desde su desmemoriada novia Lety (Michelle Rodríguez más guapa que nunca) pasando por el geek experto en todo (Ludacris), el Hulk policiaco de parabólicas metáforas que siempre acaban en sexo rudo (La Roca), hasta terminar en el sonriente Roman (Tyrese Gibson), que parece que solo está ahí para soltar los mejores chistes.

James Wan, director del Saw original y experto en cine de terror taquillero, retoma la franquicia automovilística para plantearla ahora como un toque James Bondnesco, con autos crujientes corriendo a gran velocidad por carreteras europeas remotas, saltando entre tres rascacielos para salvar preciados secretos tecnológicos, y siendo guiados por oscuros burócratas agentes secretos (el veterano Kurt Russell, cuya sola presencia es lo más recordable de la película.)

Lo demás es lo de menos y las peleas, karatazos y tortazos se mantienen intactos para satisfacer al espectador que gusta de las emociones fuertes aunque estas sean tan bobaliconas y extraviadas del sentido común, como aquel accidente automovilístico de la vida real que el año pasado enviara a Brian O Conner- Paul Walker al otro mundo, y que en cintas de hormona glorificada como esta saga de nula propuesta y de pingüe negocio, lo significan todo.