La infancia de la vida

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Para quien diga o piense que Boyhood (EUA,2014) no tiene más mérito que haber sido filmada durante doce años es porque tiene dos dedos de frente, o no sabe mucho de lo que habla o solo tiene ganas de molestar.

Boyhood (o Momentos de una vida, horrible bautizó en español que no está para decirse dos veces) es la historia de Mason (Ellar Coltrane) y su familia. Desde que él, su hermana (Lorelei Linklater) y su madre (una increíble Patricia Arquette) se establecen en un departamento pobrediablesco superando una separación con el padre buena onda, disperso y eterno adolescente (EthanHawke); hasta su caminata por unas montañas de claridad callada acompañado por una chica a la que acaba de conocer y que lo llama raro después de que él le comenta que solo quiere ser capaz de hacer consigo mismo lo que quiera. Entre estas dos escenas lo que le pasa a Mason es la vida.

Richard Linklater, a sus 55 años aborda su cinta más ambiciosa, siguiendo esa preocupación que siempre ha dejada clara en su obra por el inevitable devenir del tiempo y de nuestra posición de seres humanos como meros amortiguadores de sus caprichos.

Ya fuera con la existencialista Suburbia (1996) y su relato de un puñado de vías que empiezan y que no saben porque están tan encabronados, o con las chavos setenteros de Dazed and Confused (1993) que no queríansaber nada de la vida solo hasta que esta los atropellara con un convertible, o con la antes pareja joven y bella de Antes del atardecer (2004) enfrentados diez años después a la realidad de que ya no son tan bellos ni tan jóvenes y que están en todos esos lugares en los que nunca quisieron estar, Linklater siempre ha dejada clara su calidad de obseso y estudioso del espíritu humano.

Cosa que en Boyhood explora en toda su hiperbólica explosión, con niñas que le gritan adiós al buzón y a esas cajas con cosas que “mami no nos permitirá llevar con nosotros, pero que no queremos tirar”, con maestros que para cuestionar a su alumnos hablan de que “hay demasiada gente con talento que están dispuestos a trabajar duro, y una bola de imbéciles sin talento, que están más que dispuestos a superarlos”, con madres que se dan cuenta sus cuarenta y tantos que lo que sigue después de casarse, tener hijos, divorciarse y volverse a divorciar es su “maldito funeral, con padres de responsabilidad disléxica que un día caen en cuenta que han cambiado su auto compacto de la libertad por una camioneta familiar en donde ellos nada más manejan.

Boyhood es un festín para la degustación de la esencia terrenal, de esa que nos libera y nos coloca por arriba de nuestros momentos más dañados. Boyhood es el paso del tiempo y los días que se acumulan.