Mommy y su loca carrera a la esperanza

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Como broche de oro de las más reciente Muestra Internacional de Cine traída por Oaxaca Cine y proyectada ayer 25 de febrero en el Teatro Alcalá, pudimos ver Mommy.

Diane “Die” Després (Anne Dorval) tiene un hijo que está loco, Steve (Antoine Olivier Pilon) quien juega con carritos de súper mercado, ataca a furiosos taxistas negros pidiéndoles que se regresen a su árbol y canta a dueto temas operísticos de Andrea Boccelli, como presagio de reyerta en un bar con botella rota de por medio.

Con su retoño recién salido de un manicomio, Die tendrá que apañárselas como pueda y agarrar el camino de la abnegación bohemia si es que no quiere que su mundo se continúe rompiendo. Para eso tendrá la ayuda de su vecina Kyla (Suzanne Clement) una madre de familia que se la vive en el exilo emocional, no puede pronunciar dos palabras de corrido y que a pesar de su aparente dulzura, parece estar tan demente como sus nuevos amigos.

El jovencísimo y cada vez más ascendente cineasta y actor canadiense Xavier Dolan nos trae Mommy (Canadá, 2014), la más lograda hasta ahora muestra de su cine excesivo, hiperbólico y sin miedo a tomar riesgos. Sin ya en su anterior cinta, Tom en el granero (2013) Dolan tramaba una suerte de parábola thriller sobre la tolerancia con un Hitchcock gay conoce a un Bergman adolescente, en Mommy, el cineasta le vuelve a apostar al recuento de vidas extraviadas en las herencias de un pasado que no quieren, pero con un toque que aunque en la superficie puede parecer más desesperanzado, en la práctica le apunta vehemente a una esperanza que se respira autentica.

El de Dolan es un cine asumidamente imperfecto en donde el ritmo de la cinta esta impuesta por las propias tribulaciones de sus personajes, por sus dudas, sus infiernos y desequilibrios. Un cine con corazón, víscera y sentimiento que técnicamente se afina cada vez mas mediante su uso de formatos que son extensión del tiro de cámara del alma de su propia historia.

Festiva, triste, prolongada, desesperada, con una actuación templada, extraordinaria y sin sentimentalismos de Dorval en el papel titular, como una especie de Norma Rae envejecida que, sobrevive perfeccionando siempre el arte de no dar disculpas, Mommy es un cine a no perderse, un cine que avanza, como esa imagen de los pies corriendo hacia un ventanal en el que ha de hallar el boleto a ese despeñadero que libera.