La medicina del futuro

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Reforma

Parecería que por fin estamos llegando a un momento de calma en la pandemia por Covid-19. Sigue siendo difícil de comprender cómo algo inesperado totalmente cambió bruscamente al mundo y por exceso de mortalidad causó la muerte a 25 millones de habitantes del planeta, casi una de cada 300 personas perdió la vida durante estos ya casi 3 años.

Los grandes avances tecnológicos y científicos se han dado después de grandes calamidades, guerras, desastres naturales y epidemias. El reto ahora consiste en poder aplicar estos descubrimientos para mejorar la salud de la población, prevenir una catástrofe como la vivida y, por más difícil que parezca, hacer que esto disminuya el costo de la salud y tenga un acceso universal.

Si algo ha quedado claro es que el futuro de la medicina es la prevención. Por mucho tiempo la ciencia ha buscado tratamientos más efectivos para tratar infecciones severas, medicamentos para combatir el cáncer, técnicas quirúrgicas que permitan complejas cirugías para trasplantar órganos o reparar lesiones que en otra época hubieran parecido imposibles. Pero todo esto tiene un costo físico, social, psicológico y por supuesto económico.

En México, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente; en 1930 las personas vivían en promedio 34 años; 40 años después en 1970 este indicador se ubicó en 61; en 2000 fue de 74 y en 2019 es de 75 años. La meta ahora será que esos años que vivimos más, los vivamos mejor. Muchas veces nos preguntamos para qué vivir 100 años si la calidad de vida de los últimos 10 será precaria. Es aquí donde el cambio debe de realizarse, lograr un balance entre la cantidad y la calidad de vida.

Para lograr esto necesitamos adelantarnos a los problemas, aquí es donde se tendrá que aplicar este nuevo conocimiento, los avances en genética, biotecnología, inmunología ayudarán a predecir cuáles serán las posibles enfermedades que padecerá un individuo e incluso modificar esas alteraciones que lo vuelven susceptible para que el problema no se presente.

Sabemos que nuestra salud depende de nuestra genética y la exposición a factores ambientales que pueden provocar que la enfermedad aparezca. Cuando una persona me dice: toda mi familia es diabética, así que seguramente sufriré de diabetes. Esto tendrá que cambiar porque la genética no será destino.

Imagínate que es el 2030, acaba de nacer tu descendiente, se le tomará como parte de sus estudios un panel genético que establecerá cuáles serán las enfermedades a las que será propenso a lo largo de su vida, se le darán las indicaciones para evitar exponerse a los disparadores de sus posibles males. En los siguientes meses, una serie de vacunas que evitarán infecciones, fortaleciendo su sistema inmune al exponerlo y prepararlo para que los agentes infecciosos no le causen un daño físico; no se requerirán nuevos antibióticos porque se evitará que la persona resulte infectada.

Después se realizarán estudios periódicos en donde se detecten problemas antes de que aparezcan, células que hayan presentado cambios y anticipar así un posible cáncer, una enfermedad degenerativa o un trastorno de autoinmunidad, esto, además, a través de pruebas que puedan realizarse de una manera sencilla, inclusive con una muestra de orina, un raspado del interior de la boca que pueda enviarse a un laboratorio central el cual llevará el registro de los pequeños cambios que pueden indicar que un problema se avecina, detectarlo y evitarlo.

Todo esto suena a ciencia ficción, pero también sonaba a un guion cinematográfico lo que hemos vivido en estos años recientes. El cambio en salud deberá ser evitar y prevenir, en lugar de tratar y corregir, porque cuando el daño ya se presentó, ya hubo un costo físico que sumado a otros afecta la calidad de vida de la persona. Si logramos prevenir y evitar la enfermedad lograremos justificar que ese aumento en la expectativa de vida sea acompañado de una mejor calidad de vida, ese es el futuro de la medicina.