Legado de Carmen

0
474

Ernesto Reyes

La espiritualidad, el compromiso y el valor profético de Carmen Santiago Alonso, Carmelina, fue reconocido por amistades, familiares e integrantes de organizaciones de la sociedad civil que le brindaron emotivo homenaje a la fundadora del Centro de Derechos Indígenas “Flor y Canto”. Fallecida el 5 de febrero pasado, habría cumplido 70 años de vida el día en que se festeja a la señora del Carmen.

Mediante un conversatorio y una exposición de fotografías alusivas a su trayectoria, en la Casa de la Ciudad, se rememoró su largo caminar que la llevó a promover la defensa del agua para los pueblos, misma que se vio recompensada con el decreto presidencial del 24 de noviembre de 2021 por el que se establece la zona reglamentada del acuífero 2025 de Valles Centrales del Estado de Oaxaca.

Dicho decreto, gestionado por 16 comunidades, agrupadas en la Coordinadora de Pueblos Unidos por el Cuidado y la Defensa del Agua, fue resultado de un acuerdo con la Comisión Nacional del Agua para coadministrar el vital líquido en sus respectivos territorios.

Si observamos la gran sequía que se padece en Nuevo León, se puede entender la acertada visión de quienes, como Carmelina, entregaron 16 años de su vida para lograr que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador escuchara su voz y les hiciera justicia.

No fue una lucha fácil ante la resistencia de quienes decían “que estábamos locos, que no había necesidad de perder el tiempo si nunca nos iban a hacer caso”, contó Elías Santiago, integrante de la Copuda y paisano de la activista nacida en San Antonino Castillo Velasco, Ocotlán, tierra de gente muy trabajadora.

Tras un ritual en agradecimiento a la madre tierra, ejecutando sonidos de caracol y esparciendo incienso, ante una imagen colocada en su memoria, fueron compartiendo su testimonio algunos de quienes la trataron en sus andanzas por tierras y pueblos indios y mestizos como Santiago Ixtayutla, San Lucas Atoyaquillo, Santa Cruz Itundujia, San Juan Maninaltepec, San José del Progreso, y tantos otros, llevando espiritualidad y voces de esperanza, como lo instruía la iglesia progresista en manos del recordado arzobispo de Antequera, don Bartolomé Carrasco.

La tenacidad de quien no hizo caso a las voces que le recomendaban no inmiscuirse en política y mucho menos creer en la palabra de López Obrador, la llevó a mantener un trato respetuoso pero firme con diversas autoridades y poderes, entre ellos el presidente, convencida de que él no podía fallarle a los pueblos indígenas.

Esta convicción la llevó a participar en la ceremonia de toma de posesión del presidente de la República. Y a partir de ahí no se “despegó” de palacio nacional y del respaldo que pudiera hallar en Adelfo Regino, de los pocos oaxaqueños integrados al gabinete.

Carmen sabía que la confrontación no era el camino, y convenció hasta a los más escépticos a seguir por esta ruta. Una vez conseguida dicha declaratoria se sintió aliviada, contaron en el homenaje, pues ya podía morir tranquila.

Miguel Álvarez, fundador de Servicios para la Paz, salpicó de anécdotas el legado de Carmelina, mujer agua, mujer luz, mujer voluntad, a quien varios periodistas le teníamos en alta estima por su necedad de luchar también por los derechos de las mujeres. Su propia vida fue una escuela generadora de cambios, se reconoció en el acto de la semana pasada.

Ofrecieron su testimonio María de Lourdes Jiménez, alcaldesa de Chalcatongo de Hidalgo; Socorro Fragoso, hermana misionera y su compañera de “Flor y Canto” y Caritina Hernández, ante un auditorio que incluía a Beatriz Salinas, al párroco José Rentería, así como a sus camaradas, hombres y mujeres, que mucho sabían del liderazgo de Carmelina para conseguir que las cosas cambiaran en la entidad oaxaqueña.

Los afectos prosiguieron al día siguiente, como a ella le hubiera gustado: con una gozona, donde la comida, la bebida, la música y el baile fortalecieron el hermanamiento, como a ella le gustaba, con chispazos de alegría por su hermosa vida, revueltos con nostalgia. Aplausos hasta donde se encuentre, a la irrepetible luchadora zapoteca, quien como acertadamente dijeron, deja “un legado de la tierra, para la tierra”.