La X en la frente: ¡TEMPLE!

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Una vez más está a prueba el corazón de los oaxaqueños y la grandeza de Oaxaca.

¿Por qué un pueblo tan sufrido hundido en el último lugar de los índices de prosperidad material tiene que afrontar todos estos dolores?

A los desastres sociales , ahora hay que sumar los naturales. El calentamiento global nos alcanzó. Tal vez eso hacía falta para poner en orden las prioridades.

El temblor que la madrugada de viernes hizo, absolutamente a todos los sobrevivientes que ha llegado la hora de la reconciliación, de la unión, de la solidaridad, de la generosidad, de la conciencia de lo que somos ante la furia de la naturaleza que parece reclamarnos que todo está antes que ella.

Todos tenemos parte de culpa, que podemos expiar no von más castigos, sino con acciones y actitudes contrarias a las que como ciudadanos, forman nuestra cultura cívica.

Desde el que arroja el envoltorio de su golosina en las banquetas, hasta quienes acusan (poco falta) del temblor que me precisan, fue terremoto, a quienes están haciendo su trabajo.

Independientemente del partido que sean, de 2018 o 2024, el Gobernador y el Presidente merecen nuestro apoyo, nuestro respaldo.

Un día viene el Presidente a un evento social, por encima de los intereses oscuros de parias que no tienen lo que quieren y no lo tienen porque no les corresponde. “Nada por la fuerza, todo por la justicia y la razón” y de quienes los mandan; y al siguiente, regresa a dejarnos claro que está, como pocos en el pasado, con Oaxaca.

¿Qué le costaba mandar subordinados? Vino él a demostrar lo que se nos comenzaba a olvidar: Oaxaca también es México. Cada que a alguien le escuché un reproche al Gobernador o al Presidente, recuerde cómo se mecían los muros de su casa, cómo caían las cosas de sus estantes o de las paredes; imagine cómo perdieron la vida, aquellas y aquellos a cuyos deudos, sincera y humildemente, desde este texto envío mis condolencias y mi adhesión al duelo nacional.

Imagine cómo cayeron construcciones imponentes como el Palacio Municipal de Juchitán, que tiene que levantarse de la adversidad para que sus hijos no vuelvan a dormir en la lluvia.​

Ver a al Gobernador Murat Y al Presidente Peña, haciendo juntos su trabajo, me recuerda lo que una vez escribió Ponciano Arriaga:

“No olvidamos, ni queremos olvidar el dulce título de Mexicanos, aunque la venganza y la calumnia y todos los rencores de Partido, colmen nuestra existencia de maldiciones y amarguras”.

Ira sindical y tromba que presagiaba la peor sacudida de que yo tenga memoria; prolongada e iracunda (8.4 grados en la escala de Richter).

Lluvias incesantes, aguaceros, trombas, desbordamiento de ríos, deslaves, sacudidas. Todo al mismo tiempo. Ahora mismo llueve y es madrugada. Sobrevuelos hacen sentir la presencia de la autoridad. Días intensos, difíciles como no recuerdo. Temor, pero menor al que sintiésemos si estuviéramos abandonados a nuestra suerte.

Se siente la presencia de los gobiernos y de sus titulares. Hay que reconocerlo.

Qué importa que digan que solo se toman la foto. Cuentan los hechos y con o sin foto están cumpliendo con el encargo que protestaron. Se les agradece , de la misa forma en que se agradece el encomiable trabajo de esos héroes anónimos que con sus manos salvan vidas, remueven escombros, restablecen la energía eléctrica, las líneas telefónicas y tantas y tantas cosas más.

Temple: esa debe ser la palabra que nos defina a todas y a todos. Como hermanos.

Como Oaxaqueños. Démonos un abrazo por lo que verdaderamente vale la pena.

¡LA VIDA!