Stavenhagen ha muerto, la explotación y la opresión del México al que llegó, se mantiene

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Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. “La explotación y la opresión del colonialismo no terminó con la independencia política, ha continuado como una especie de colonialidad interna o colonialismo dentro del país. Este modo de explotación reproduce las estructuras asimétricas de explotación y opresión, contiene aspectos muy fuertes de discriminación y de racismo étnico y cultural”.

Son palabras sobre el México profundo de Rodolfo Stavenhagen, sociólogo y antropólogo, fallecido la tarde de este sábado a los 84 años, refugiado judío en México, a donde llegó huyendo con su familia de la Alemania nazi,  y en donde terminó estableciéndose solo para viviren otro país en el que también encontró una supresión (institucional, lenta y sostenida) contra el  grupos social fundacional de un territorio que hoy se devora así mismo desde sus entrañas de moral hipócrita, impune  y acomodaticia.

Para el fallecido defensor de los derechos humanos de los pueblos indígenas, el  racismo biológico no exclusivo de esa supresión  social y centenaria contra los pueblos originarios tan arraigada en México y en Latinoamérica entera.

“Es un racismo contra los que no son los nuestros, aquellos que siempre han sido inferiores: la mano de obra esclava, feudal o servil a quien se le puede explotar para el bienestar de los que se encuentran arriba en la jerarquía. Así es el sistema. ¡Y el sistema continúa!”.

Reflexionó Stavenhagen en declaraciones reproducidas por el sitio de internet 360 grados, en las cuales el antropólogo  apunta en su análisis que por lo tanto,  en su país adoptivo “no se trata únicamente de la voluntad política como algo individual”.

“Como si un político pudiera decir: -Ahora yo voy a cambiarlo todo-  Obviamente es importante que existan hombres y mujeres políticos que deseen resolver estos problemas y que estén en posición de poder hacerlo”, dijo el finado, pues a su manera de ver las cosas la cuestión era y es otra.

“Desde el punto de vista estructural, nos encontramos con la exclusión de los pueblos indígenas porque desde un principio ni siquiera se les consideraba como seres humanos, siempre se les ha considerado como salvajes, primitivos, bárbaros y por lo tanto, fuera de la civilización, la civilización cristiana y europea. Y todo esto ha continuado hasta el presente”.

Stavenhagen sostenía que los indígenas son personas cuyo Estado, cuyo País, no está dispuesto a aceptar su diferencia cultural. Aseguraba que esto todavía hoy puede ser observado en el  racismo que se da contra  los inmigrantes en Europa.

“No sé si sucede de la misma manera en Canadá. Si alguien viene de un país que no sea europeo, si viene del tercer mundo – otra vez este término –, el resultado es siempre el mismo: la exclusión social de aquellos que no son herederos de la civilización europea, con su concepto de modernidad y de universalidad, su propia universalidad, que rechaza las diferencias de los no occidentales”.

El sociólogo exponía que a los pueblos originarios “siempre se les ha considerado como no occidentales dentro de un concepto que tenían de sí mismas las elites gobernantes, dominantes y autodenominadas superiores”

“Es decir, todo aquello que no entre dentro de nuestro modelo cultural, nuestro modelo religioso y nuestro modelo lingüístico no es aceptable. Por lo tanto el objetivo es eliminar, liquidar, posiblemente por vía el genocidio, o bien asimilarlos contra su voluntad, para que pasen a formar parte de las clases pobres de la gente que será incorporada al sistema económico, pero que jamás tendrá los mismos derechos que nosotros que estamos on top of itall (en lo más alto)”.

Con la reforma de Zonas Económicas Especiales  a entrar en su totalidad en este 2017, donde transnacionales eólicas, mineras y de uso de fracking están constitucionalmente blindadas para hacerse de territorio, aunque este sea comunal y perteneciente durante centurias a los pueblos originarios, el sociólogo exponía que este sistema económico opresor de todo aquello que a su conveniencia deba ser considerado una minoría, se manifiesta de varias maneras:

“Por medio de las leyes, la educación, los medios de comunicación, las políticas culturales, las políticas de reclutamiento de las empresas, etc. Así, tenemos la discriminación, el racismo, la exclusión social, la explotación económica, la opresión política, con un -Tú no puedes participar en la política si no aceptas las reglas del juego y dejas de ser indígena-“

Stavenhagen  decía que todos escuchamos en este país “los discursos de los políticos en los que siempre nos dicen que tienen todo el interés en ayudar a sus hermanos los pobres, los indígena y un largo etcétera, donde al final de cuentas el resultado no se da jamás.

Sostenía que existe un historial de exclusión social de los indígenas,  con un concepto policíaco de la sociedad dominante.

“La sociedad de los blancos, de los inmigrantes, como en la América Latina criolla, los criollos y mestizos, en la América Latina mestiza, que se formó en los primeros siglos de la colonización, pero que creó castas, sistemas de castas y de clases en donde los aborígenes, los indígenas, los autóctonos, los pueblos originales, las Primeras Naciones, los indígenas, como sea que queramos llamarlos, siempre han permanecido en la parte más baja de la escala y la estructura social”.

El sociólogo expuso que cuando llegó a México con su familia realmente no venían como refugiados, aunque de hecho lo eran, sino como inmigrantes.

“Hicimos como tres semanas de travesía, cruzando parte de los Estados Unidos y entramos a México por Laredo”. El pensador comentó que ahí, en ese viaje, a una edad casi de bachiller, conoció a toda la antropología en su conjunto”.

“Los que trabajaban en el museo, los arqueólogos, los antropólogos físicos que medían los huesos, los lingüistas que estudiaban los idiomas indígenas y los antropólogos sociales y etnólogos con que me identifiqué más porque estudiaban las comunidades y los pueblos indígenas, los problemas sociales, la cultura, la organización.”

“Ahí me comencé a enterar, a mis 21 años, de que todo era muy complejo”, recordaba, asegurando que ahí se dio cuenta de la  estrategia gubernamental de siempre, de arrinconar a los pueblos indígenas sin jamás consultarles ni pedirles permiso sobre nada.

”Vi mucho drama humano y desde el principio cuestioné la política que era capaz de hacer algo y decir ‘es para el bien de los indígenas, eso es el progreso nacional, las presas son importantes porque van a irrigar, a generar energía eléctrica’. Todo eso, pero ¿para quienes? No para los indígenas, me di cuenta inmediatamente”.

Hoy Rodolfo Stavenhagen está muerto, pero sus agudas observaciones sobre un país de discurso político siempre tramposamente incluyente, pero cercenador y caníbal en sus resultados, se mantiene más certero y lucido que nunca.