Erotikakofonía, la discordia en el sexo

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Por Rodrigo Islas Brito

Los cuerpos sonoros de Katia Elnecave y Jennifer Eutebach, la trompeta  de Irving Morales  y la batería y el piano de Jesús González Gutiérrez, son los acordes conectados y discordantes que componen Erotikakofonia, la pieza acústica, dancística y musical que sobre el celebra arte de encenderse solo, se presentó en la quinta edición del más reciente festival  de Erótica, organizado nuevamente por la pintora Siegrid Wiese.

En el escenario de un auditorio de la facultad de Bellas Artes de la UABJO, Elnecave y Eutebach juegan sus miradas y sus piernas, mientras Jesús González las fondea con el resonar de tres teclas de piano que parecen ahondar más en una ambigüedad sexual que lo rige todo.

Jesús ha compuesto la pieza, y ha ensayado durante más de veinte días con Katia y Jennifer para poder redondear un concepto en el que la extrañeza es el principio para llegar a la verdad del gozo.

Horas antes, en entrevista,  el baterista y compositor González Gutiérrez, originario de la Ciudad de México, con cinco años de residencia en Oaxaca, ha contado un poco de él y de lo que lo ha llevado ahora a buscar subirnos el termostato con los encuadres sonoros de una llanta.

“No es fácil ser baterista” dice alguien que lleva más de veinte años siéndolo, transportando sus platos, toms, hits, caja y bombo, entre puntos geográficos tan discordantes como Tijuana, Oaxaca o  Monterrey

“Hay lapsos en los que no tienes el instrumento a la mano para practicar, o no estás en el lugar adecuado para ensayar porque molestas a la vecina, o a tu abuelita”.

El entrevistado cuenta que tuvo un grupo de rock progresivo en los noventas, llamado Mug, que tocaba covers de Yes y composiciones propias

En Nueva York conoció  a Bill Bradford, ex baterista de King Crimson, al que dice haberle aprendido algunos tips  que terminaron de reforzaron  el cual era su tirada como baterista.

Desde entonces empezó a conformar sus propias composiciones  e interpretarlas en el teclado, al tiempo que empezaba a experimentar con sonidos

Cacharros, grabaciones de olas de mar, pajaritos, turbinas de avión, fueron solo algunas cosas que el artista fusiono en sus timbres con una fórmula matemática briosa y personal.

“Ya teníamos la idea de hacer algo con Jennifer, así que la pieza fue compuesta especialmente para el festival”.

Erotikakofonia es para Jesús una pomada sexual de sonidos disonantes y raros.

“En la música hay sonidos cacofónicos. Sonidos estridentes y repetitivos que pueden molestar al oído. Como un constante martilleo,  yo quería empezar a  jugar con esa molestia, con lo grotesco

¿Cómo llegar al erotismo con una cacofonía? Se le cuestiona al músico, quien responde  a su vez que con otra pregunta; ¿qué es el erotismo?

“Puede ser muchas cosas. Es un experimento sonoro, de movimientos, de ideas, de colores. El erotismo puede ser bello, surgir naturalmente, con impulsos. O puede ser grotesco, repulsivo”.

“Como ser humano tenemos nosotros mismo un espacio en el que se mueve nuestro erotismo personal, donde a veces aceptas ciertos juegos y tú decides donde y cuando no participas y que es lo que te atrae o no”.

Para González el erotismo también puede ser estridente. “Una molestia que se vuelve erótica”.

“También está el tabú. Cuando queremos participar del erotismo pero no podemos dejar atrás una repulsión”.

El autor dice apostarle al erotismo con sabores, con olores, con contactos. “Ente lo fuerte, lo pasivo, lo dulce”.

Por lo pronto unas horas después el  público ha aplaudido esta cacofonía de sexo, de encuentro, de verse a los ojos y esperar a reconocer eso que enciende al otro.