Elaboran recuento de los primeros años de los movimientos lésbico-feministas en México

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Por NotieSe

A principios de los años setenta, en Estados Unidos y en Europa, se elaboran enmiendas legales por la igualdad de derechos con respecto al sexo y al aborto, señala Adriana Fuentes Ponce, a partir de esto, afirma, la conciencia adquirida por algunas mexicanas de clase media que podían acceder a esta información permitió que llevaran a cabo discusiones sustentadas en textos feministas que argumentaron la defensa de sus derechos, formando grupos militantes, para construirse como auténticos sujetos sociales que iniciaban un cuestionamiento sobre qué es ser mujer.

Como puede suponerse, en aquella época el estigma hacia las mujeres lesbianas era muy alto, y en México, se realizaban aplicaciones hormonales y uso de electrochoques a las mujeres que eran acusadas de ser lesbianas, señala la doctora en historia y etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

“El uso del vocablo lesbiana tenía como objetivo agredir o avergonzar explícita y públicamente a las mujeres que vestían de manera poco femenina o hacían mal uso de la sexualidad —de acuerdo a las reglas establecidas por la norma— porque no la destinaban a la procreación y porque obtenían placer sin la intervención de un hombre —teniendo la certeza de que esas mujeres utilizaban instrumentos sustitutos del pene porque querían tener uno. Sociedad que las clasificaba, inclusive, como diabólicas”, advierte la autora de Decidir sobre el propio cuerpo. Una historia reciente del movimiento lésbico en México.

Una mujer con poca o nula mesura que se defendía a sí misma e incluso haciendo uso de la fuerza “como si fuera un hombre”, correspondía a la sintomatología de la palabra lesbiana. Eran vistas como enajenadas por sus familiares y vecinos, acusándolas y aceptando que no podían convivir con ellas. Por lo tanto, fueron internadas en hospitales psiquiátricos o sometidas a tratamientos que buscaban inhibir esas conductas, recalca Fuentes Ponce.

“Por éste motivo, muchas mujeres que eran acusadas de ser lesbianas o que lo eran, preferían aventarse por la ventana”, comenta la también postdoctora en Literatura Hispana por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Además, la policía irrumpía los espacios, en los operativos llamados razzias, en donde se acusaba que había reuniones lésbico-homosexuales, en casas o departamentos. “Ya que a principios de los setentas no habían otros espacios de encuentro entre la comunidad”, menciona la especialista.

Adriana Fuentes Ponce subraya que para contrarrestar peso a este rechazo hacia la comunidad, Yan María Yaoyólotl formó el primer grupo lésbico-feminista llamado Lesbos. Grupo que debido a la represión no fue público.

En 1975, explica, México es sede de la conferencia: “Plan de Acción para la Consecución de los Objetivos del Año Internacional de la Mujer”, organizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). A la par, se suprimió la lectura de Melchor Ocampo y la supresión de la preposición de a la sustitución del apellido materno de una mujer cuando contraía matrimonio, enmiendas que fueron promovidas por grupos feministas.

Durante 1977, señala, se realizó el Primer Simposio Mexicano Centroamericano de Investigación sobre la Mujer. Evento donde ocurren dos grandes acontecimientos para el reconocimiento de los movimientos lésbico-feminisitas. Por un lado, Yan María es de las primeras mujeres en declararse públicamente como lesbiana. Por otro, las feministas lesbianas se diferencian de las feministas heterosexuales, debido a que las feministas heterosexuales defendían su postura respecto a que la identidad lésbica era una enfermedad.

Además, menciona la autora, en 1978, se integra el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR) con la Coordinadora de Grupos Homosexuales en México. Agrupaciones homosexuales pioneras en que se contemplara el término lesbiana. Esta inclusión dio pie a que, durante la misma época, en las marchas del orgullo, aumentara el número de participantes mujeres, conformando así un refugio para las mujeres lesbianas violentadas.

Para 1978, rememora Fuentes, se forma el grupo Oikabeth, Movimiento de mujeres guerreras que abren caminos y esparcen flores, las primeras en dar la cara públicamente pronunciándose en contra del papel tradicional de las mujeres, cuyo servilismo y rigidez era necesario erradicar.

Para 1981, explica, Oikabeth tenía más de 60 integrantes, por lo que se iniciaron dos corrientes a partir de las diferencias: Comunidad Creativa, de Patria Jiménez y Lesbianas Socialistas, de Yan María, los cuales “terminaron por sus relaciones personales y diferencias políticas a finales de los ochentas”, argumenta la investigadora.

Fuentes Ponce aclara que, durante la década de los ochentas, muchas mujeres pudieron destapar su preferencia, pero no cuestionar al sistema. El movimiento lésbico-feminista notaba que estas lesbianas no pasaban por este proceso de autoanálisis, no cuestionándose ni discutiendo sobre el concepto de qué es ser mujer.

“Por eso considerarse como lesbianas y como feministas marcaba consciencia teórica. Visibilizándose, para no perderse ni dentro del feminismo heterosexual, ni dentro de la homosexualidad”, expone Adriana Fuentes.

En la misma década, Luz María Medina, crea la casa de retiro Fortaleza de la Luna. Fuentes Ponce, cita a Medina señalando que este proyecto se realizó pensando en discriminación que padecen las mujeres lesbianas de la tercera edad:

“La sociedad piensa en ancianas heterosexuales; en abuelas; en mujeres que hayan cumplido con la sanción impuesta, sin hablar si quiera de una vida sexual. Lo que significaría entrar nuevamente en el closet”, añade la autora.

A través de este recorrido histórico, Fuentes Ponce muestra cómo a finales de los ochenta se crea el grupo Lambda, conformado por Javier Lizárraga, Claudia Hinojosa y José Ramón Enríquez, entre otros. Agrupación donde se contó por primera vez con un espacio propio para la discusión de temas al respecto. Ya en 1991, Patria Jiménez crea la organización no gubernamental el Closet de Sor Juana, que sigue vigente, indica la académica.

Fuentes Ponce señala que el movimiento lésbico no es un continuo y no podría pensar en ubicarlo a través de unos nombres o de una propuesta, ya que no está conformado de un bloque y no hay una sola línea qué seguir. La complicación existe porque se ha sugerido que tiene un fin o un inicio, que todas sus integrantes tienen la misma visión o vislumbran la consumación del mismo.

“Así pues, la génesis del movimiento lésbico se encuentra dentro del movimiento feminista. Después de la lucha conjunta por los derechos de las mujeres. Así mismo, las mujeres lesbianas son iconos importantes tanto para el movimiento feminista, como para la construcciónón del cuerpo”, concluye la autora.

Para conocer qué sucedió previamente a los setentas del ser mujer y lesbiana en México, y el devenir de este sector de la sociedad, Adriana Fuentes Ponce ha publicado Decidir sobre el propio cuerpo. Una historia reciente del movimiento lésbico en México, co editado por La Cifra Editorial y la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco y galardonado en México y España.