La guerra de ayer, es la guerra por venir: Erika Marquardt

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Por Rodrigo Islas Brito

Erika Marquardt tiene 77 años y piensa todos los días en el Berlín que sobrevivió en su infancia.

“En Oaxaca, en las noches, con sus cohetes explotando, me recuerdan su sonido. Todos los días mi familia y yo nos la pasábamos en el sótano, escondiéndonos de los bombardeos. Tenía ocho años cuando la Segunda Guerra Mundial terminó”.

Marquardt está en Oaxaca para una exposición que se llevará a cabo este doce de febrero, a las siete de la noche, en La Fiera Novedades (ubicada en el interior del restaurante La Biznaga en pleno Centro Histórico) en la que ella y el artista y performancero Boris Spider expondrán una serie de cajas de madera intervenidas.

Las cajitas de la alemana en particular presentan un tema que por razones que tarda un poco explicar, resulta muy preciado para ella: El día de Muertos.

“Oaxaca es muy amistoso, tengo siete años viniendo aquí, me gusta el día de los muertos. Crecí en el Berlín bombardeado de la Guerra, y no me gustaba la muerte. Pero en Oaxaca la muerte es muy amable”.

“Memorias de una Guerra por Venir, una niña alemana creciendo en la Segunda Guerra Mundial” es el libro de arte y poesía en la que Erika ha asimilado su experiencia como superviviente.

Su padre fue un soldado alemán que peleo en el frente ruso, y en el libro, las piezas, mezcla de pintura y collage (disciplina que la artista comenzó a desarrollar por su afición a hacer cosas con las manos) cuentan la normalidad que se puede establecer en un universo que se derrumba todos los días, en todas las horas y en todos los minutos.

Como el día en el que una bomba cayó en una iglesia y ella y otros niños rescataron los tubos de un órgano hecho pedazos, a los que usaron como flautas para emprender un pequeño desfile espontaneo, o él como la tela de los paracaídas de los aliados fue reciclada como prendas de vestir por un montón de alemanes bombardeados que no tenían ni para comprarse calcetines.

O como ella y Ana Frank (la casi adolescente judía que vivió casi dos años escondida en un ático con su familia, escribió un Diario sobre ese encierro y murió asesinada en un campo de concentración nazi) tenían la misma edad , y tal vez, tenían el mismo miedo.

“Me sigo sintiendo culpable” , dice Erika sobre el hecho de haber nacido y crecido en la Alemania de Adolfo Hilter que en 1939 se propuso invadir el mundo y hoy es recordada sobre todo por el Holocausto y exterminio al que sometió a millones de judíos y personas de otros orígenes y denominaciones.

Sobre esto y buscando una integración judío – alemana, Marquardt cuenta que pintó al alimón durante algunos años algunos años con la pintora de origen judío, Susan Erony.

Cincuenta años después de la guerra, buscando un diálogo que reconciliará herencias de sangre y odio y cancelará sus segundas partes.

“Ella y yo nos convertimos en amigas durante las exhibiciones de nuestra obra por toda Europa”.

Cuenta la artista, aclarando de inmediato el porqué lo de la “Guerra por Venir” en el título de su libro.

“La guerra nunca es pasado. Siempre hay guerras en todos lados, hoy más que nunca”.

Recuerda la actual guerra de Siria que ha matado a más de 250 mil personas y ha acabado prácticamente con todo un país, o la que persiste hoy en México que empezó como una guerra contra el narcotráfico y hoy se ha convertido en un fenómeno de exterminio humano sostenido.

“Las madres huyendo con sus hijos en Siria, son mi madre cuando nos decía que era vital correr de los solados rusos, que fueron los primeros en invadir Berlín”.

Con cara de quien ha visto mucho infierno, Marquardt le sigue temiendo a la guerra sobre todo cuando piensa en sus nietos que se encuentran esparcidos entre Roma, Suiza, Berlín y Estados Unidos.

Rememora como Berlín fue dividido como una pizza al concluir la segunda guerra, siendo repartida entre rusos, ingleses, norteamericanos y franceses.

Erika se quedó encapsulada en la Alemania soviética, sobre las que considera que vivió los más de treinta años más terribles de su vida, hasta el que Muro cayó en 1989.

“Hoy Alemania es un hervidero de artistas y expresiones. Ahí llegan todos y de todos lados a tratar de compartir y mostrar sus propuestas. Resulta hermoso como de repente las cosas pueden cambiar hasta tal modo”.

Erika Marquartd termina así esta conversación, en el que aún en el horror más encarnado, hoy, en su tercera exposición en Oaxaca, puede todavía haber atisbo para un reflejo de esperanza.