El legado de Carlos Plascencia (contado por sus amigos)

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“Para defender el territorio hay que conocer el territorio, recorrerlo, estar ahí. Solo así sabremos si nos pertenece”.

Eran las palabras que definían la batalla del radialista, promotor cultural y activista comunitario y social, Carlos Gilberto Plascencia Fabila, a quien un infarto le quitó la vida hace casi una semana, y cuya partida no deja un vacío, sino una infinidad de preguntas que motivaran a crear otras posibilidades.

“Fue un promotor y maestro de medios comunitarios. Sus cursos y conocimientos contribuyeron a formar a muchos jóvenes que hoy dedican una buena parte de su vida a la radio”.

Relata el cineasta Roberto Olivares, integrante del colectivo de video comunitario Ojo de Agua, quienes trabajaron muy de cerca con Carlos en la concepción de una radio que fuera posible en cada una de las comunidades, con su propia gente, redundando solo en mejoras para con sus propias vidas.

“Él revisó, criticó y deshizo muchas veces nuestros guiones radiofónicos. En lo personal siempre me decía: deja la abstracción para otros, la radio necesita palabras sencillas y cotidianas para que le hable a la gente, para que la gente te escuche y preste atención a lo que intentas decir”.

“Decía que la magia de la radio radica en crear imaginarios posibles, en los que la gente se imagina y crea sus propios ambientes cuando nos escuchan”.

Recuerda el también radialista Kiado Cruz, alumno, amigo y discípulo de Plascencia, junto a quien hace uno años, con la anuencia de la organización Educa echó a andar el programa “Espejos de Oaxaca” por la frecuencia de Radio Universidad, de la que llegó a ser director.

“Era un convencido de la ciudadanizacion de los medios, abrió espacios en este medio público y muchos no estaban de acuerdo con esta práctica”.

Su también amigo Miguel Ángel Vásquez de la Rosa, integrante de Educa, quien lo conoció justo en la revuelta social del 2006, un años después de que Carlos llegara a Oaxaca, nos sitúa en el principio de su camino.

“En los setentas, en el barrio de Tepito, en la ciudad de México, impulsó una iniciativa llamada Tepito Arte Acá, que tenía como propósito afirmar la identidad cultural del pueblo (antes del advenimiento décadas después de safaris hipsterianos exotistas) retratando la estética de la vida de la gente en vídeo y fotografías”.

Relacionado desde un principio a movimientos sociales en temas de comunicación, autodidacta, formado en una ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional que no terminó, es en la década de los ochentas ,cuando Plascencia comienza a vincularse el mundo indígena por medio del Instituto Nacional Indigenista (INI).

Fungiendo como coordinador de una Red Nacional de Radios Indigenistas, en la que llega a ser director de Radio Cherán, la voz del pueblo purépecha en Michoacán.

“Carlos vio siempre a la radio como un instrumento de la comunidad, de la difusión y permanencia de sus saberes, de su lengua, de su cosmovisión y de sus prácticas culturales”.

“Como una herramienta de los pueblos indígenas con distintos usos, para afirmar la voz de los pueblos y para mantenerse en resistencia ante un discurso oficial siempre proclive a reducirlos o negarlos”.

Plascencia recorre el México de los ochentas absorbiendo experiencias de radios indígenas (hoy comunitarias) apoyadas por el INI, llega incluso a ser director del Museo de Culturas Populares, donde, basado en su conocimiento de la cosmovisión indígena, lleva una exposición a Bruselas, Bélgica, de altares de muertos, que concluye en suceso.

Al llegar a Oaxaca, a la mitad de los dos miles, junto a su compañera Mayte Ibargüengoitia, es iniciador junto con Gustavo Esteva de la Universidad de la Tierra y desarrolla un portal cibernético llamado Oaxaca Libre.

El 14 de junio, Plascencia es de los primeros que empiezan a reportar la toma policiaca de Radio Plantón, y con su difusión logra que medios nacionales se apersonen en el centro de Oaxaca para dar testimonio del fallido desalojo magisterial del gobierno de Ulises Ruiz, que desataría un conflicto social de épicos alcances, cuyas trágicas reminiscencias todavía siguen calando hondo.

Siendo incluso la última asignación de Plascencia su labor de investigación y archivo de documentación videográfica en la Comisión de la Verdad para los hechos de lesa humanidad suscitados en el 2006 y 2007 en Oaxaca, labor que dejo inconclusa con su partida.

“Como director de Radio Universidad, no soportó la resistencia al cambio y la apatía de los burócratas. Fue además un actor muy importante en el diseño de propuestas legislativas para medios ciudadanos, particularmente los medios comunitarios e indígenas”

Subraya Roberto Olivares, mientras un apesadumbrado Kiado Cruz, complementa.

“Él siempre decía hay que producir en las radios, no solo se trata de abrir el micrófono y tirar rollo, Carlos era un convencido de que la radio comunitaria tiene que tener contenido y una buena programación”.

“Sabiendo siempre a quien se dirige. Si no, lo que pasa es que las radios se vuelven rocolas comunitarias y no dicen nada, no generan procesos, ni fortalecen los lazos de comunidad”.

Cruz también recuerda como el 2009, como el año en el que varias organizaciones de la sociedad civil comienzan a impulsar un proyecto radiofónico para la sociedad oaxaqueña.

“Un grupo de jóvenes entusiastas y apasionados aprendimos, compartimos, discutimos, reflexionamos, bromeamos, reímos y nos peleamos en aterrizar la idea de la radio que queremos. Era difícil conciliar las diferentes posturas y las aspiraciones de cada uno”.

“Carlos sólo nos escuchaba, otras veces nos provocaba para generar más discusión en el grupo”.

“Él siempre vio en la Radio un lugar y un medio para generar conciencia. Era un cuidadoso de su estética, de las responsabilidades que contrae lo que se dice frente a un micrófono”.

Comenta Vázquez de la Rosa y recuerda que a Plascencia le tocó la época (los setentas) donde se hacía radio comunitaria desde los pueblos indígenas, y no para los pueblos indígenas, como se hace mucho hoy en día.

“Carlos siempre tuvo una visión muy amplia, circunscrita no solamente a la visión indígena, sino preocupada siempre por la concepción de nuevos contenidos, que trajera una revitalización de la propia identidad cultural”.

Crítico acérrimo de la ley TELECOM y su pretensión de combatir las radios comunitarias tildándolas de piratas, Carlos Plascencia, según su amigo Vázquez de la Rosa, era alguien que podía oponerse y tener una posición crítica con respecto a proyecto s que atentaran contra la ecología y bienes de los pueblos (cuentan que como integrante del Foro Oaxaqueño del Agua, fue el primero en llamar a la Defensoría de los Derechos Humanos cuando se empezaron a tirar árboles para edificar un Centro de Convenciones en el Cerro del Fortín).

“Pero si no conocía, si no estaba ahí. No era alguien que hablaba a nombre de. De ahí que se haya ido a vivir a San Pablo, Etla, una comunidad rural”.

“Era muy importante para él conocer y estar ahí, sostenía que no se podía hablar o defender algo que no conoces y en donde nunca hasta estado”.

Se le pide a Roberto Olivares definir el vacío que deja la ausencia de Carlos Plascencia, el realizador rodea el sentimiento, para llegar a la verdad.

“Carlos fue un gran amigo, sensible, respetuoso, solidario y con gran sentido del humor. Amó Oaxaca y trabajó para hacerla todavía más grande. Por eso, en mi caso, siento una doble pérdida, ya que perdí a un gran amigo y a un hombre que compartía muchos de mis sueños”.

Los sueños y las acciones de Carlos Plascencia seguirán vigentes y adelante, incluso para aquellos que no lo conocieron, cuyas anécdotas y conceptos de este versátil comunicador y aguerrido defensor de las causas cívicas y sociales, podrán ya empezar a convertirse en leyenda.