Oaxaca de Juárez. Fueron diez kilómetros de aventura extrema. Subidas interminables y pendientes que ponían aprueba la resistencia de los más de doscientos atletas.
Entre las montañas de la Sierra Juárez, en el marco de la fiesta anual de esta comunidad, se realizó la octava edición de la Carrera a Campo Traviesa.
A las nueve de la mañana, los cuetes anunciaban la fiesta y la banda de música ponía el ambiente. Por el sonido local anunciaban el momento de iniciar la competencia. Los osados atletas comenzaron
la prueba.
Una subida para probar bocado de lo que les esperaba. Después, una vereda sobre hojarasca y tierra húmeda, escoltada por enormes pinos, fue el común denominador.
Los corredores apenas podían respirar por el esfuerzo y las condiciones de altura. Muchos tramos de la carrera, fue caminando.
La inmensidad de las montañas hace que las casas se vean diminutas. El recorrido bien trazado. El abastecimiento, cada dos kilómetros y en el ascenso incluso cada kilómetro.
Una vista sin igual cuando los atletas pasan a un costado de la laguna, donde los patos se sumergen y las truchas saltan en el agua.
Es día de fiesta y los pobladores salen de sus casas para alentar a los deportistas que desafían sus imponentes montañas.
El aplauso y reconocimiento de la gente inyecta adrenalina a los atletas, que después de ocho kilómetros de ascenso, se dirigen al pueblo por empinadas veredas.
Los pinos ayudan a los atletas para no caer, mientras las aves endulzan con su canto el recorrido.
Después de la carrera, los mejores atletas recibieron su premio en efectivo, pero en todos los demás participantes queda la satisfacción de haber concluido una de las pruebas más complicadas, una de las últimas
y que para muchos marca el final de su calendario de competencias.