Columna Fogonero: Al filo del agua en un calor blanco

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Por Rodrigo Islas Brito

“Es porque el infierno ha llegado a nosotros, o nosotros hemos traído el infierno a la tierra”, me dice una joven amiga frente al calorón que ha inundado al país y específicamente a Oaxaca en el último mes y medio. Le he comentado que este sol inclemente literalmente me está matando y ella ha decidido ponerse apocalíptica.

“Comparto, y apoyo está causa “pienso como si estuviera en el Facebook posteando temas comprometidos contra un orden de las cosas que no se los demás, pero que a mi particularmente me está asfixiando.

Recuerdo a la joven desaparecida hace una semana en Oaxaca, que una vez que apareció dos días después, la Fiscalía del estado empezó a descalificarla desde el momento mismo en el que la subió a la patrulla, twiteando que no andaba secuestrada sino que se había escapado de casa por rebelde.

Informando que se había ido a la casa de un tío que nunca existió, accionar en la que fue perfectamente secundada por las redes sociales, quienes dos días antes se habían entregado a una muestra solidaria de múltiples posteadas con su nombre, rostro y datos para encontrarla.

Y que ahora la descalificaban y linchaban hasta lo imposible, gritándole “¡chamaca pendeja” , “lady berrinches”, como decepcionados porque no hubiera sido encontrada en partes o en una fosa.

Poco importa ya que puede o no haber detrás del caso de esta chica, de la que por su seguridad hasta omito mencionar su nombre, pues las irreflexivas redes sociales han hablado con sus posteadas, con su justicia en los tiempos del meme.

Moviéndose como esa tribuna para idiotas que acusó Umberto Eco unos meses antes de su muerte. Hoy parece que nuestro ensueño de activismo Facebook y Twiter finalmente está llegando al final de su primera inocencia.

Que esos tiempos en los que la gente pensaba que a través de las redes podría cohesionarse una entidad ciudadana presta a poner cara frente a un poder absoluto federal están a punto de expirar.

Poder que hoy tiene a 18 o 22 profesores chiapanecos opositores a una reforma educativa-laboral con miras a reducir el gasto público, que Enrique Peña Nieto y los suyos están imponiendo a la de a huevo, encerrados en cárceles federales por disolutos sociales, a la vieja usanza setentera.

Pues las redes también somos nosotros, nuestra ignorancia, y nuestras ganas de justificarlo todo para no tener que explicarnos nada. El caso de la chica desaparecida, aparecida y linchada mediáticamente es específicamente para Oaxaca, la toma de conciencia del poder persecutorio de la posteada, del twit, de cómo las cúpulas de poder legal e ilegal han descifrado ya como darles al pueblo facebookero y twitero, el pan, circo y sangre que necesitan.

Donde ya no habrá que desaparecer a nadie, sino sólo desprestigiarlo, arruinarlo emocionalmente, reducirlo con embustes y la complicidad de la aclamación popular a la ignominia. Con la estulticia como soterrada y autentica motivación de las pasiones populares. Con la ausencia de reflexión, el hartazgo y el rencor ciego como resorte subyacente de suspuesto un clamor social.

En donde ya es más que sencillo es acabar con la reputación de una víctima con unas cuantos clics y convertirlo en victimario. Lo que nos lleva a pensar en la “tamaulipización” que en estos últimos días se está desbocando sobre una de las ciudades más importantes e históricas del estado.

Juchitán de Zaragoza, que se ha visto invadida por narcomantas de un grupo criminal que han anunciado ejecuciones sumarias que están llevando a cabo a disparos e impunidad agigantada y un clima de terror que están logrando imponer sin el mayor esfuerzo.

Nótese que el que esto escribe tampoco mencionara el nombre del grupo criminal, el cual aparece ya en notas y mantas. Decía la combativa periodista cultural Carmen García Bermejo que “uno hace periodismo porque tiene preguntas”, y que el día en que se acaben las preguntas puede uno aceptar la palmadita en la espalda. “Pero mientras haya preguntas, hay reportero”.

La pregunta aquí es como puede uno seguir haciendo preguntas con grupos criminales prestos a literalmente cortarte la cabeza, o con un Estado Mexicano cabildeando en el Congreso Federal la aprobación de una reforma constitucional para poder imponer sin cortapisas un estado de excepción.

El miedo y el sentido de auto conservación se vuelve más fuerte, sobre todo cuando se recuerda como hace unos cuantos años el crimen organizado persiguió, torturó y ejecutó en Tamaulipas no solo a periodistas, sino a una cantidad indeterminada de facebookeros y twiteros a los que un poder asesino sin límites buscó hasta por debajo de las piedras.

No es la idea de este escrito hacer una apología del drama alarmista y azotado, pero es solo que pareciera que con candidatos a la gubernatura haciendo competencias por ver quién es el menos peor o el más corrupto, denunciándose mutuamente en su impunidad, con grupos criminales probablemente armados hasta los dientes mostrando ya su musculo de exterminio, con funcionarios públicos diciendo y citando a los clásicos solo para afirmar que esta posmodernidad dicta que el Estado no tiene obligación de nada con nadie (sino acaso de romperle la crisma a aquellos que desde luego tienen la obligación de obedecerlo), el pesimismo ya parece tramite.

Puede que no haya chiste cuando las cosas van mal, pensar que se van a poner peor, pero pareciera que Oaxaca hoy y específicamente ahora, estamos como en esa novela de Agustín Yáñez, ubicada en el México prerrevolucionario (sino es que ya está en el torrente) Al filo del agua.

De un agua en tiempos secos y de un calor blanco y segador, que amenaza con un no venir a refrescar a nadie. Al contrario, se pronostican ahogados.