Wes Craven: el grito, la sangre, el terror

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Murió el apóstol del grito, un cáncer cerebral terminó el día de ayer con la vida de Wesley Earl Craven, el mismo que basándose en una nota de periódico sobre un filipino que había gritado en sus sueños hasta la muerte, creó uno de los  monstruos más populares de todos los tiempos.

Ese ente carbonizado, calvo y elegante con dedos de aguja llamado Freddy Krueger (interpretado por el actor Robert Englund) que se metía en las pesadillas de los mas chavos y calenturientos solo por el puro placer de hacerlos sufrir hasta cortarles el cuello.

Sino ahí está el caso del hoy astro mundial, Johnny Depp, quien terminó ahogado en un colchón de agua en la primera Pesadilla en la Calle del Infierno (1984) escrita y dirigida por un Wes Craven en estado de gracia sanguinolenta.

Craven nació en 1939 en una familia cristiana fanática de Cleveland, Ohio, que pensaba que las películas eran el diablo, con un padre abandonador, muerto y ausente que probablemente marcó esa manera retorcida, desencantada y muchas veces nihilista que Craven expondría  del mundo en sus películas.

Hay dos cintas que marcan el inicio de este cineasta para quien el terror se convirtió en una cuestión de vida.

La última casa a la izquierda (1972) su opera prima, producida por Sean S. Cunningham (el creador del cara hockey Jason  Voorhes y su franquicia de Martes 13), que resultó en un entramado voraz de coincidencias, violadores, destinos, padres ausentes que regresan y venganzas que se sirven frías y en las vísceras.

Y Las Colinas tienen ojos (1977) el recuento de unas vacaciones familiares de gente normal que se va a pasear en un camping y acaban varados en medio de un territorio minado por esperpentos de montaña que no se sabe si sobrevivieron a una bomba atómica o han subido ahí desde las mismísimas entrañas del infierno.

En las dos, Craven da cuenta de un estilo crudo, de patada y puñalada en el estomago. De villanos de pesadillas demoniacas que atacan a victimas aparentemente propicias, pero que si les buscan, al final resultarán tan orates sanguinarios como el que más.

Una desaforada y violentisima misantropía sin ánimos redentores que Craven aplicaría cada cuanto en una filmografía en la que no todo es de interes, pero lo que lo es, lo es como el torrente de sangre que brota de los elevadores de El Resplandor ( Stanley Kubrick, 1980).

La serpiente y el arcoíris (1988) la confrontación de un gringo idealista  y un sacerdotizo del vudú que deviene en romances quebrados, muertos vivos enterrados y revoluciones soterradas en una Haiti paradisiaca y azotada por todos los posibles males del universo.

Shocker, cien mil voltios de terror (1989) desgarbada y cínica sátira pasada por asesinatos en serie, protagonizada  por un demente con  cuchillo (Mitch Pileggi, el noble Skinner de Expedientes Secretos X) al que los electrodos que le aplican en la silla eléctrica para mandarlo al otro mundo , solo lo ponen en frecuencia televisivas que le permiten matar más a gusto.

La gente detrás de las paredes (1991) probablemente el mejor y más subvalorado filme del maestro de la cuchillada, una parábola sobre niños perdidos y ogros con cruza de John Wayne Gacy  y  bruja de pócimas en perol de Hansel y Gretel.

Aquí, Craven alcanzaría su máxima concepción sobre un terror donde no cuenta solo gritar, sino mirar también el porqué  te estás desangrando, mediante la historia de Fool, un niño negro que se mete a robar una casa que al final resulta habitada por una pareja que secuestra niños por el puro placer de verlos vivir detrás de sus paredes.

Seria con Scream (1996) la cinta con la que Craven volvería a conectar con un público masivo, con un guion del fanático del slasher film, Kevin Williamson, vía una historia de asesinos encapuchados con  El Grito de Edward Munch, que gustan de torturar a chicas bonitas y virginales  que preparan palomitas, con el viejo cuento de si me cuelgas, te mato.

Craven pondría a disposición de este filme toda su sabiduría de los tempos del grito, de su conocimiento y dominio de las convenciones del género, de los resortes para accionar la cuchillada,  de sus puntos finos para acumular el mayor suspenso y terror posible, de sus perspectivas de fuga para después regresar más fuerte y mejor en la irrupción de un susto que lo palidezca todo.

Scream tuvo tres secuelas , todas dirigidas por Craven, y que al igual que las continuaciones de Pesadilla en la Calle del Infierno , de las cuales Wes afortunadamente no dirigió ninguna ( salvo una especie de reality show en Elm Street nada inspirado llamado New Nightmare) no son particularmente recordables.

Finalmente está  Música del Corazón (1999) cinta que siempre fue especial para Craven, pues tuvo la inusitada oportunidad de filmar sin tener que escenificar asesinato alguno, dando cuenta de la historia verdadera de una maestra de violín que llega a una escuela preparatoria a cambiarle la vida a sus alumnos con su música, con plus y principio de ser interpretada  por la reina del histrionismo mas terrorífico, Meryl Streep.

Wes Craven ha muerto, pero la calle de sus pesadillas, sus gritos y su sangre cayendo a ríos y borbotones, siempre será también la nuestra.