Cine comunitario latinoamericano, puerta para el autorreconocimiento

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“Por un cine cósmico, delirante y lumpen” dice la camisa de Joel Sánchez Pachas, responsable del Colectivo Cine El Centro, con base en Lima, Perú.

La frase pertenece al cineasta latinoamericano padre del cine verdad, Fernando Birri, de quien se puede recordar Los inundados (1962 ) aquella cinta argentina que contara la historia de una familia desplazada por un desbordamiento de aguas que los arrojaba a colonizar un vagón abandonado.

Pachas y su colectivo pertenecen a la red de microcines del grupo Chaski, aquel incombustible y ya mítico colectivo audiovisual peruano, surgido en 1982 y fundado por el ya fallecido realizador suizo Stefan Kaspar (Gregorio, 1984).

Chaski estuvo constituido en un inicio por los realizadores María Barea, René Weber, Javier Portocarrero, Fernando Espinoza, Fernando Barreto y Alejandro Legaspi, director de otro de los grandes hits cinematográfico de Chaski, Juliana- 1988, la historia de una niña de la calle que se “transviste” en niño para sobrevivir)

“Cada microcine es autónomo “comenta Joel, al tiempo que comenta las directrices del treintañero Chaski, quien desde sus inicios marcó una actitud y una metodología orientada hacia la consecución de un cine responsable, inmerso en lo cotidiano, con personajes auténticos y con la experiencia social compartida de todos los días.

Sobre la red de microcines, fundada desde el 2004, Pachas la define como un proyecto de exhibición y distribución digital de películas con contenidos educativos y culturales a través de la de Perú y de Latinoamérica entera.

Para Joel, hasta ante de Chaski, a los realizadores peruanos En Perú no les resultaba interesante registrar la memoria viva. Hoy Pachas se dedica a la gestión cultural en espacios autónomos.

Donde cada mes hay un eje temático que une a toda la red, con una programación de cuatro películas mensualmente, con tópicos como cine memoria o cine violencia, en el cual cada microcine evalúa antes si las películas programadas van de acuerdo al estado de su proceso comunitario.

Treinta microcines están repartidos por las ciudades, costas y sierras peruanas, ayudando a los procesos del cine comunitario en América Latina.

“Se está haciendo mucho en cine en pueblos y barrios de una forma muy comunitaria”.

Para Joel el cine comunitario hoy en día es un cine que pasa mucho por la pedagogía y la concientización de la territorialidad, con un énfasis en el proceso de la realización.

“Donde la comunidad pueda verse reflejada en una película, pueda usar el cine como un lenguaje propio. Distinto al estructura vertical que nos quiere imponer el cine hegemónico”.

El realizador y gestor cultural observa lo bello que resulta como un cine comunitario puede reforzar la identidad de las comunidades, “con documentales sobre la fiesta de las vacas y la fiesta de la tierra”.

“Refrendar a la tierra de una manera muy intima, con imágenes registradas por un integrante de la comunidad que las aborda con esa cercanía que se necesita”.

“No es una mirada tan antropológica. Se toma al cine como un proceso en el que las comunidades ven posible registrar ellos mismos su identidad y resguardar su memoria”.

“Es un asunto muy rico, la comunidad proyecta su corto o documental. Y la gente se mira a sí misma”.

“Hay una necesidad por verse y entenderse, con una imagen propia, no con una proyección construida desde otro lado”.

Pachas relata que el cine comunitario se incrusta en Latinoamérica en procesos que buscan otra lógica de vida, otra construcción. Todo basado en los principios de un trabajando en conjunto.

“Vivo y con el corazón, con escuelas de cine comunitario y festivales propios”.

El peruano menciona a Video en las aldeas, Brasil, a Cine en Movimiento en Argentina, a Ojo al Sancocho, en Colombia, como buenos ejemplos de festivales, movimientos y colectivos audiovisuales que pugnan por una mirada del latino americanismo propuesta desde adentro.

Joel Sánchez Pacha mira su playera con la frase del iniciático Birri y recuerda una frase de la Juliana de Legaspi-Chaski, que para él define los tiempos y los procesos de vuelta, avance y origen del actual cine comunitario hablado en un español latino.

Aquella cuando Juliana, la protagonista convertida en niño porque no le queda de otra, se mira al espejo, se acicala y resume el sentir de una voz y una imagen que nunca se basta en expresarse.

“Soy como soy”.