A punta de fuego toman Nueva Italia

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Tras dos horas de balaceras, las autodefensas ciudadanas tomaron Nueva Italia, cabecera del municipio de Múgica. Se posicionan en un entronque estratégico para alcanzar Uruapan y Apatzingán, ambos objetivos inmediatos.

Fue tomada, pero no de forma pacífica. A diferencia de Antúnez y sus rancherías colindantes, donde hubo balaceras esporádicas, Nueva Italia no fue rendida ni abandonada porLos Templarios. La pelearon.

Las autodefensas partieron de Antúnez a las 9:00 horas. Iban comandadas por El Americano, jefe de Buenavista y quien ha encabezado la mayor parte de las incursiones. Se detuvieron un momento en la gasolinera; el día se anunciaba lluvioso y nublado. Pero no llovió. Una vez que se pusieron en marcha y se fueron acercando a Cuatro Caminos, el cielo comenzó a limpiarse.

Iban tranquilos. Se detuvieron pocas veces a vigilar los flancos a la carretera, a peinar con la vista posibles contrarios. Sobre un puente, una hilera de militares vigilaban. Los dejaron pasar.

Llegaron a Cuatro Caminos, una amplia glorieta que interconecta a varios destinos: a la derecha, la libre a Lázaro Cárdenas; de frente, a Uruapan; Apaztingán, por donde llegaron, y a la izquierda, Nueva Italia. Es por este entronque que se trata de un punto estratégico. Ahí también había presencia militar y policial. Algunos pobladores vitorearon la entrada de los “Blancos”. Al llegar al Palacio Municipal, la mayor parte del convoy dobló a la derecha para tomar la plaza. Otro grupo siguió derecho; llevaba a un informante que señalaba casas. En la colonia Centro, las camionetas doblaron a la derecha y a los pocos metros se estacionaron.

Los informantes bajaron, señalaron algunos puntos. Eran las 10:30 horas. Las cosas parecían tranquilas, pero de pronto cayó una ráfaga desde un techo próximo. Uno de los “Blancos”llevaba un radio. Por ahí uno de sus compañeros le decía: “¡Están en el cerro, están en el cerro!”. Se referían a la calle más adelante, donde ya no hay pavimento y sube de nivel. Pero por el mismo radio un contrario le respondió:

—Sí, volteado, ven al cerro, hijo de puta. Aquí te espero —y la ráfaga reiniciaba.

Sobrevolaba un helicóptero del Ejército. Los comercios estaban cerrados. Tronaban armas de diferentes calibres: ráfagas, cortas, largas, algunas explosiones. Unas más cerca, otras más lejos. En un momento, el estruendo paró y el convoy se metió más en la calle. Quedaron apostados a la altura del kínder La Fundación de la Patria. Pero habían avanzado un poco cuando todo reinició.

Durante una pausa, una mujer con unas bolsas en las que llevaba botellas de plástico vacías se aproximó. Tenía más de 30, pequeña, delgada. Cabello corto, morena.

—¿Ustedes son malandros? —preguntó. Y comenzó a contar su historia: había sido violada muchas veces por el mismo hombre, tenía una niña de nueve años a quien no le dejan ver, estaba enferma de los nervios y como era originaria de Lázaro Cárdenas no podía acceder a servicios de salud. La balacera reinició y la mujer seguía hablando: que vendía cocoyulos, unas bolitas de dulce, que si alguien sabía quién podía ayudarla para sus medicinas. Las ráfagas arreciaban y ella no dejaba de hablar. Alguien le dijo:

—Señora, si está cerca su casa, váyase. Es más seguro.

Echó a andar, caminó unos pasos y se desmayó. Quedó tirada sobre el pavimento, frente al jardín de niños hasta que alguien de las autodefensas la cargó y la sacó del peligro.

Ahora las ráfagas se escuchaban pasando la calle principal. Y también explosiones. En la frecuencia abierta continuaban las mentadas de madre: “te voy a matar a ti y a toda tu familia”. El hombre que cargaba la radio ni se inmutaba. Permanecía pertrechado a la entrada del kínder, junto a una jardinera, hasta que lo picó un alacrán. Pidió pastillas, pero nadie traía. Con la playera naranja que llevaba en el cuello se vendó el brazo.

Los estruendos pararon un momento. Se aproximaron dos taxis; sus conductores no se habían percatado de lo que pasaba, hasta que vieron las camionetas y los hombres de camisetas blancas en posición de disparar. Dieron la media vuelta y se alejaron. Pasó una moto. Un muchacho que ya se la sabe. No aceleró ni se detuvo, siguió circulando, mirando al frente.

A las 12:03 horas la radio sentenciaba: “Ahí va la bala” y comenzaba de nuevo la ráfaga. La mayor parte del tiempo no se sabe de dónde provienen los balazos. A veces se escucha un “silbidito”, y es cuando da más miedo. Por la frecuencia alguien informaba que había heridos de las autodefensas.

En el centro, los “Blancos” ya habían desarmado a policías municipales y tomado la presidencia municipal como fuerte. Allí se registró el mayor enfrentamiento. Fue herido El Chino, un muchacho cortador de aguacate. En contraparte, las autodefensas aseguraron que mataron a varios templarios, uno de ellos, relatan, antes de detonar un lanzagranadas. ¿Por qué fue tan peleada la plaza? Hay quien dice que ahí había líderes importantes. Pero, de nuevo, son sólo rumores.

Mientras, en la periferia, las cosas se acallan por unos minutos. Sobre la calle principal pasan dos camiones de redilas con costales llenos de arena y una máquina excavadora. Van a colocar una barricada más adelante. Quizá ya haya terminado el enfrentamiento. Pero no es así. A las 12:15 horas la metralla reinicia.

En la radio las amenazas no paran. Pero de pronto hay alguna otra información: “Peligro en área 4 con Apatzingán”.

A las 12:30 horas ha pasado el momento más tupido de la balacera. A la una de la tarde algunos miembros de la Policía Federal comentan que dan por tomada Nueva Italia, cabecera municipal de Múgica.