DETRÁS DE LA NOTICIA: Ejecución de Villavicencio, vacuna de la muerte a Xóchitl y le salva la vida

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Alfredo Martínez de Aguilar

Cíclica, constante y recurrente, la historia es, a mi juicio, elíptica, ni circular ni lineal. Algunas veces se ensancha al centro cruelmente como tragedia, y otras se reduce como comedia en los extremos.

 

La creciente violencia terrorista actual en Ecuador y México, entre otros países hermanos de América Latina, se asemeja a grandes rasgos a la barbarie que vivió Colombia por la narcoguerrilla hace 40 años.

 

La ejecución de Fernando Villavicencio, candidato presidencial de Ecuador, es ya un asesinato común, pero no cualquiera. Es un claro mensaje político para sembrar el terror en la defensa de la democracia.

 

A quienes lo duden, ahí están los explosivos en las instalaciones del Comité Directivo Estatal del PRI en Guerrero. “La violencia y la inseguridad en México ha escalado a niveles alarmantes”, denunció Alito Moreno.

 

No es la primera vez que suena este mensaje de muerte. Luis Carlos Galán Sarmiento, candidato presidencial del Partido Liberal, fue ejecutado por el narcotráfico en Soacha, Colombia, el 18 de agosto de 1989.

 

Cubrir hace 34 años la información de este crimen de Estado como enviado especial de Imevisión, me adentró en el mundo de la narcoguerrilla y la complicidad gubernamental de funcionarios de Colombia y México.

 

Cinco años después, el 23 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI, fue ejecutado en Lomas Taurinas. Presentes los oaxaqueños, José Murat, Mario Luis Fuentes Alcalá y Othón Cortés.

 

Echado para adelante, el candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio cometió el mismo error mortal que el mexicano Luis Donaldo Colosio: atacar a los políticos financiados por el narcotráfico.

 

En junio, Villavicencio demandó a los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro encarar el problema de las mafias mexicanas y colombiana que han financiado a gran parte de la clase política.

 

“Vamos a someter a la mafia política financiada por el narcotráfico”, afirmó Villavicencio, mientras Colosio advirtió a Raúl Salinas que lo primero que haría como presidente sería encarcelarle por narcotraficante.

 

En ambos crímenes de Estado, hay similitudes en el “modus operandi”: uno de seis presuntos sicarios colombianos participante en la ejecución, murió en la Unidad de Flagrancia de la Fiscalía de Quito.

 

En la delegación de la PGR en Tijuana, presuntamente el gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones cambió al probable asesino, José Antonio Sánchez Ortega, agente del CISEN, por Mario Aburto Martínez.

 

En ambos magnicidios participaron en una acción concertada agentes de seguridad del gobierno ecuatoriano y mexicano, policías y militares, lo que confirma que se trataron de crímenes de Estado.

 

Ahora, el mensaje de muerte de Ecuador se ha escuchado alto y claro, en México, país en campaña presidencial adelantada antes que formalmente inicie el proceso electoral el próximo 1 de septiembre.

 

El mensaje de muerte está dirigido a aspirantes y candidatos presidenciales opositores, defensores de la libertad y la democracia en lucha contra la corrupción. La violencia es un gran elector que no aparece en la boleta electoral.

 

Los crímenes de Estado en América Latina son estrategia de violencia, terrorismo y muerte del socialismo del siglo XXI del Foro de São Paulo, con Cuba y Venezuela y Nicaragua en alianza con el narcotráfico.

 

Villavicencio, acérrimo crítico del izquierdista expresidente Rafael Correa, se movía con protección policial, pero sin chaleco antibalas, ante amenazas del capo del Cártel de Sinaloa, Adolfo “Fito” Macías Villamar.

 

Una de las primeras obras que impulsaría tras asumir el mando sería crear una cárcel especial de altísima seguridad para trasladar a Fito y a otros capos del narcotráfico, sicarios y otros criminales.

 

La ejecución de Villavicencio, debidamente planeada y fielmente ejecutada, no solo es resultado del poder del narcotráfico, sino de la narcopolítica y narcoeconomía, diversificada en Latinoamérica.

 

Sin embargo, de manera irónicamente cruel, en una paradoja kafkiana, la ejecución de Villavicencio vacuna  de la muerte a la opositora mexicana Xóchitl Gálvez y fortalece la posibilidad de salvarle la vida.

 

Aun cuando Xóchitl, al igual que Villavicencio, seguirá pisando los callos de políticos y funcionarios cómplices del crimen organizado con sus denuncias frontales, ahora, será más difícil, no imposible, ejecutarle.

 

Al igual que Xóchitl, Villavicencio luchaba contra la corrupción y el narcotráfico. Fue el único candidato que denunciaba los vínculos entre el crimen organizado y los funcionarios del gobierno ecuatoriano, mexicano y colombiano.

 

Fernando Villavicencio denunciaba que Ecuador se había convertido en un “narcoestado”, al mismo tiempo que denunciaba públicamente haber recibido amenazas de muerte de “grupos criminales”.

 

Un día antes de su ejecución, denunció ante la Procuraduría la corrupción en los contratos petrolíferos negociados durante el gobierno del expresidente Rafael Correa que costaron al país US$9.000 millones.

 

Por el recurrente mensaje de miedo de algunos sectores políticos en Ecuador temían convertirse en Venezuela y ahora por la violencia del narco se parece a la Colombia de hace 40 años, durante los 80.

 

alfredo_daguilar@hotmail.com

director@revista-mujeres.com

@efektoaguila