Polarización y traición

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Uriel Pérez García 

En una jugada eminentemente política y con una intensión revanchista y de polarización en espera de resultados de cálculo electoral, en los últimos días se han suscitado desencuentros que van desde la acusación discursiva de “traidores a la patria”, hasta la denuncia de carácter penal que recientemente ha anunciado el presidente nacional de Morena, presentarán contra  las y los legisladores que votaron en contra de la Reforma Eléctrica.

Lo anterior es evidente que responde a la estrategia de polarización basada en la descalificación y la búsqueda de culpables ante las maniobras fallidas que puedan restar legitimidad al proyecto político del actual gobierno federal, pero que ante la ausencia de argumentos para el debate por parte de los opositores, termina dando resultado en términos de marcar la diferencia clara entre dos bandos, lo que es aprovechado en términos político electorales.

Sin embargo, no hay que soslayar que estas maniobras de exponer al linchamiento mediático a quienes no están a favor de los proyectos presidenciales, más allá de los cálculos políticos, deja de lado el quehacer importante de atender los temas pendientes de agenda que siguen siendo tan preocupantes como en administraciones pasadas.

Pareciera más rentable distraer la atención exacerbando los ánimos entre el bando que apoya la 4T y quienes están en contra, no obstante lo lamentable es cuando estos desencuentros en el plano de la clase política se trasladan al plano de la cotidianidad social y esto deriva que siempre se busque quedar o del lado de los políticamente correctos o de los traidores que no quieren el progreso del país.

Así, en una sociedad que tiende a apasionarse al tomar partido al momento de las descalificaciones, insultos y burlas que ejemplifican una división de facciones en redes sociales, es fácil recurrir al enfrentamiento que  traspasa más allá de la narrativa trasladándose al choque violento y físico, que en realidad abona en nada a la institucionalización de los conflictos mediante el diálogo y abona en mucho a la normalización de las agresiones.

Lo cierto es que aunado a esta creación de facciones, la violencia e inseguridad siguen ganando terreno ante un sistema de justicia que cada vez se ve más rebasado no solo por los criminales, sino que además queda evidenciado como cómplice ante la falta de resultados y obvia negligencia en sus procedimientos que lejos de llegar al esclarecimiento de los hechos hacen aun más compleja su resolución y por tanto la aplicación de la justicia.

Los hechos ocurridos recientemente en Nuevo León no solamente muestran la falta de capacidad del aparato estatal para realizar su tarea, sino que además ejemplifican esta desidia  que tanto en el terreno local como a nivel nacional prevalece para desmantelar esas redes de corrupción que alimentan la impunidad.

Es urgente pasar de la confrontación a la atención de temas que deben ser prioritarios en la agenda pública, pasando de la discusión trivial al fondo de los asuntos, con información que permita generar auténticos juicios u opiniones basadas en argumentos y no solo en señalamientos.

Es claro que hay temas que escapan de la comprensión total por la complejidad técnica que revisten, como fue el caso de la citada Reforma Eléctrica, donde quedó claro que ni siquiera quienes eran los responsables de votar pudieron poner sobre la mesa argumentos sólidos a favor o en contra, pero eso al final de cuentas es parte de la dinámica de las democracias donde el voto popular decide a quién dejar nuestra representación y la toma de decisiones.

Es en este punto donde sí se deberían exacerbar los ánimos, al momento de pedir y exigir mejores candidatos y candidatas en los comicios, aquí la ciudadanía asume también la responsabilidad y la obligación de juzgar desde su perspectiva el actuar de los tomadores de decisiones, decidiendo con su voto castigar a quienes traicionan los mandatos constitucionales y legales.

A los que se debe señalar claramente como los traidores a la patria es a los delincuentes que un día sí y otro también accionan con total impunidad y en muchas ocasiones con la venia de las autoridades; nos debe quedar claro que ellos son los enemigos a quienes solo se podrá atajar en la medida que construyamos una sociedad más exigente, participativa y que base su actuar en principios, valores y el diálogo, no en simples descalificaciones azuzadas con fines políticos, eso le corresponde a los políticos a nosotros ponerlos y quitarlos.