Recta final

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Uriel Pérez García

Han arrancado las campañas electorales a concejales municipales y con ello la última fase de la  etapa de preparación de la elección que habrá de celebrarse el domingo 6 de junio, lo que implica sin duda además del periodo más álgido en la contienda, puesto que el mayor apasionamiento y efervescencia política se vive siempre a nivel municipal.

Luego de que el órgano electoral local aprobara el registro de candidaturas a concejales en los 153 ayuntamientos a más de doce horas de haber iniciado oficialmente el periodo de campañas, se manifestaron desde los primeros minutos los arranques anticipados de campaña de algunos aspirantes a las presidencias municipales que sin estar formalmente registrados dieron muestra del contexto álgido que se espera para los próximos 30 días.

En este sentido es importante mencionar la responsabilidad compartida entre el instituto estatal electoral y los partidos políticos, puesto que corresponde al primero aprobar hasta un día antes del inicio de las campañas los registros correspondientes, mientras que a los institutos políticos solventar en tiempo y forma todos los requerimientos para la procedencia de las solicitudes de registro.

De tal manera que con base en la legislación, las campañas son las actividades que llevan a cabo los partidos políticos y candidatos registrados para la obtención del voto, por lo que en este sentido al no haber candidaturas formalmente registradas no podía haber arranque de campañas con los mismos, en fin, la ambigüedad o los vacíos legales que se puedan encontrar será siempre tema para la inaplicación de sanciones.

Pero volviendo al tema de la efervescencia política, esta tiene su punto de partida en la cercanía del orden de gobierno municipal con la ciudadanía, puesto que se trata del órgano más inmediato para la atención de necesidades, aunado al interés que despierta en términos de capital político aquellos municipios considerados bastiones de algunas fuerzas y que pueden definir evidentemente en la confirmación del congreso local.

Como desde el inicio del proceso he venido sosteniendo, en esta ocasión se debe poner énfasis en el nivel de arrastre que tendrá la votación en el terreno local, específicamente presidencias municipales y  gubernaturas en algunas entidades y su impacto en la conformación de la cámara federal, es decir, el sentido de votación será el que incidirá en los triunfos de los y las candidatas en las diputaciones  a diferencia de lo suscitado en 2018.

Es una verdad de perogrullo que en esta ocasión no se suscitará el arrastre generado por AMLO como en 2018, por lo que así como en las 15 entidades donde renovará titular del ejecutivo, con una previsión de una mayor participación ciudadana, en el caso del resto de los Estados no se debe perder de vista que las elecciones municipales jugarán un papel importante para la continuidad del proyecto del actual gobierno con el amplio margen de maniobra que le da la mayoría en el Congreso.

El reto es significativo puesto que en el terreno local la multiplicidad de opciones, entre coaliciones, candidaturas comunes, independientes, en las que juega tradicionalmente la estrategia es enfocada al voto hacia la persona más que al partido como con la excepción en las elecciones pasadas, dificultará esta votación lineal al que el mismo partido Morena ha referido como “voto masivo”, ante la posibilidad de un comportamiento de votación heterogénea en el ámbito municipal, distrital local y federal que derivaría en una votación dividida.

Un tema de suma importancia es que en estas elecciones se pone en juego un primer acercamiento a la reconfiguración de fuerzas que definirá el rumbo a la contienda electoral de 2022 donde la puesta en juego de la gubernatura será la cereza del pastel en la que los partidos y actores políticos y sociales apostarán con base en el número de votos que obtengan en las elecciones del 6 de junio y que serán las cartas sobre la mesa al momento de la negociación para definición de candidaturas.

Por lo pronto, una vez aprobados los registros lo que sigue será apelar a campañas en las que se privilegie las propuestas por encima de las descalificaciones, ya que sin duda el hartazgo ciudadano germina desde las campañas estruendosas pero vacías, a lo que se suma el desencanto por promesas incumplidas y discursos huecos sin propuestas reales, traducido en desinterés por los asuntos públicos retrasando la resolución de prioridades con una constante crisis de legitimidad y gobernabilidad.