600 razones para seguir corriendo

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 Rodrigo Islas Brito.

600 millas (México 2016)  es la historia de dos hombres que no debían conocerse, pero que no tuvieron otra opción.

Kristyan Ferrer es Arnulfo Rubio, un mozalbete mexicano algo fantoche que se la vive en el otro lado comprando armas para venderlas después en México. Tim Roth es Hank Harris, un agente de una agencia gubernamental gringa anti armas con proclividad para mandar a su esposa a comprar cosas al mall a la primera provocación.

Entre los dos acabarán haciendo migas bajo circunstancia no precisamente creíbles, pero que serán el pretexto para juntar a estos dos personajes tan aparentemente disímbolos, enrolandodolos por un viaje de marras por la frontera mexicana, mientras tratan de sobrevivir a mafiosos mexicanos, narco retenes y madres descorazonadoras.

Gabriel Ripstein (hijo del enfant terrible más longevo del cine mexicano, Arturo Ripstein) bajo una enorme influencia narrativa y conceptual de su productor Michel Franco (Después de Lucia, Crónica) dejan atrás los sentimentalismo y realiza en estas 600 millas un rodeo por las particularidades de las hipocresías y los dobles y triples discursos que definen a la relación bilateral México- Estados Unidos.

Anclada en códigos de violencia y mutua cooperación para llevarlo todo por los más infaustos caminos de la simulación  y una continua retroalimentación de todos los resortes posibles de su mutua corrupción.

De silencios prolongados, acciones fuera de cámara, tomas fijas de momentos que se atojan muertos, Ripstein provee a su historia de demasiados ritmos largos para lo que se supone que en teoría es un thriller de persecuciones, pero es la decisión del cineasta de evitar los estereotipos más facilones y tornar a sus personajes en complejas piezas de contradicción lo que le da a este viaje de pareja dispareja  ese tono de dureza y no pedir perdón.

En esto Roth y Ferrer consiguen tramar la empatía necesaria, con actuaciones ceñidas, de sentimiento a cuenta gotas y un realismo que a veces se desboca. Roth, camaleónico y certero como siempre, es efectivo en su papel de poli bueno pero corrupto,  que diría cualquier cosa y mataría a cualquier persona con tal sobrevivir el día.

Mientras Ferrer, actor muy joven que a estas alturas ya es un todo terreno del cine mexicano (Gutteng Tag Ramón, Las horas muertas, El Infierno) le da a su actuación el nervio necesario para que aun en su eterno rictus de jovenzuelo superado por una realidad de sangre que al final no es tan melódica como un narcorrido, siga resultando interesante, aunque en algo se exceda en los lloriqueos y las miradas atribuladas de gangsterillo chafa que a la hora de la verdad se da cuenta de que no era tan gallo como el mismo pensaba.

Certera, discreta, estilizada en la pausa y los balazos que la suceden, con hallazgos visuales sencillos pero motivadores, 600 millas es un muy interesante debut que habla sobre dos países que en estos momentos, en tiempos de desatada violencia, antis y pros populismo, hipocresías de primer mundo y brutalidades de tercer mundo, están más extraviados que nunca en su eterno camino hacia ningún lado.