Negar a la literatura oaxaqueña es aberrante: Cuauhtémoc Peña

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Por Rodrigo Islas Brito

“Yo puedo decir que conozco muy poco de lo que los jóvenes escritores oaxaqueños escriben, pero no por eso puedo descalificarlos”.

Cuauhtémoc Peña, originario de la Costa de Oaxaca, narrador  y editor desde hace 25 años. Hoy presenta su más reciente libro, Doce historias  de amor  y otra estafa, trece relatos  reunidos durante los últimos seis años.

El entrevistado se identifica como  parte de esa  generación de escritores oaxaqueños  a los que hoy jóvenes literatos y paisanos descalifican con argumentos que van desde que nunca fue tan buena, hasta que nunca se atrevieron a escribir de verdad.

Peña no sólo no está de acuerdo, sino llama “generación afortunada” a la suya, integrada por plumas como las de Víctor Armando Cruz Chávez, Azael Rodríguez, Fidel Lujan , Víctor Terán o  Francisco de la Cruz.

“Hay mucha gente que hoy escribe bien. De 40, 50 años que han tenido una formación importante”.

Identifica al taller de literatura de finales de los ochentas  Carlos Montemayor y  Sandro Cohen, traído por la UABJO, llamado El lagarto bicornio, como punto focal para que muchos de sus contemporáneos hayan terminado por hacer literatura.

“Hay talento y hay trabajo de esta generación, el hecho que no se difunda su obra no quiere decir que no tenga calidad. Los que dicen que no hay literatura en Oaxaca es porque quizá en realidad no la conocen”

“Es aberrante decir que porque no está publicado no existe. Hace falta publicitar, dignificar el trabajo del escritor oaxaqueño, sacarlo de Oaxaca y de las instituciones de cultura. Porque estas nada más cumplen con su trabajo de publicarlos y ahí se quedan con sus libros  debidamente embodegados”.

“Las nuevas generaciones tendrían que asomarse a lo que público el IOC (hoy SECULTA) hace quince años, cuando estuvo al frente Margarita Dalton. Se publicaron 150 libros, de ellos por lo menos  cincuenta son literatura”.

Peña cuenta que en la secundaria empezó a participar en concursos que tuvieran que ver con la escritura. Publicando relatos breves en el Extra de Oaxaca, o en un Semanario de la UABJO.

Su primer libro publicado le fue publicado a la edad de  veinte años, Sueños y realidades, compendió de cuentos breves de los que hoy su autor (en su papel de editor)  reconoce no sentirse particularmente orgulloso.

“No lo exhibo, me digo que no lo debí de haber publicado. Pero fue producto de un entusiasmo juvenil que a todos nos ha sucedido”.

En sus libros también se cuentan Olor de memorias (1994), La muerte sobre la grama (1997), el poemario El viento de la tarde (2002) y el compendio de cuentos infantiles El trompo (2006).

El autor cuenta que se aficionó al cuento gracias a la narrativa sudamericana que empezó a consumir desde su adolescencia. Julio Cortázar  y los colombianos José Eustasio Rivera  y Gabriel García Márquez, fungieron como entes focales de su atención imaginativa y lectora.

Para Cuauhtémoc todo tiene que ver con su origen, la costera población oaxaqueña de San Sebastián Ixcapa, poseedora de una tradición oral importante y vital.

Con abuelos y tíos que la acostumbraban, que la cultivaban. Con la energía eléctrica masificándose en la Costa hasta la década de los setentas.

“Como región la Costa estuvo mucho tiempo aislada por cuestiones geográficas de accesos accidentados y hasta remotos. Hasta antes de que llegara la luz, los niños se reunían en los patios de las casas, junto a los Pochotes, también conocidos como el árbol del chisme

“Donde también los adultos se  juntaban para tomar, platicar, sorprenderse y contarse sucesos extraordinarios”.

De este saber coloquial extraordinario  viene  La muerte sobre la grama, termino con el que se designa al pasto o hierba fina que crece en la Costa, con uno de sus cuentos habla sobre un cortejo fúnebre caminando sobre un pasto amable.

Sobre su actual libro de amor y de estafa, el escritor cuenta que se compone  de historias citadinas de parejas, de su amor y sus desamores. De la muerte apareciendo a bocanadas.

“Las ciudades nos inhiben, nos cohíben, el anonimato, contrario a lo que se piensa, no nos da más expresión y libertades. A nuestros propios vecinos a veces no los conocemos”.

De su Costa natal Cuauhtémoc afirma que hay un montón de mitos.

“La violencia, la sensualidad están presentes en todos lados, pero al existir en la Costa comunidades más pequeñas, estas se hacen más visibles. Por ejemplo en la Sierra el dolor y la muerte se expresan de otra manera”.

“Muy callada, un hijo puede estar tocando su saxofón o clarinete enterrando a su padre  y despidiéndolo. Hay una cultura de enfrentar la muerte en silencio”

“En la Costa en cambio las expresiones hacia la muerte son hasta teatrales, con mujeres desgarrándose y arrojándose a la tumba junto al muerto”.

Afirma que como su madurez como escritor ha estado directamente ligada a su madurez  como editor.

“Por eso público poco y tiendo a ser más autocritico con mi trabajo Eso me ha ayudado, me exijo más como escritor. Además de que sigo ese viejo consejo de escribir lo antes posible y publicarlo más tarde”.

“Por lo que  este último libro había estado posponiéndolo. Cada vez  que lo tomaba tenía que  trabajarlo y trabajarlo, pero como bien decían los clásicos, un texto nunca se termina, sólo se suspende”.

1450 ediciones  es la editorial que desde hace año y medio Peña dirige junto al diseñador editorial Mario Lugos, la cual llega con el más reciente libro del autor a su sexto título.

“Otros dos libros saldrán en diciembre de 2015. Un poemario, El Alquimista, de Guadalupe Ángela.  Y un ensayo sobre la chilena de Oaxaca, del chilenero Baltazar Velasco, titulado Chilenas de la Costa Chica”.

De Doce historias de amor  y una estafa, Peña precisa que está contemplado en un acuerdo  comercial con el mezcal Quiéreme mucho, y el restaurante Tierra del Sol.

Cuenta que los dos cofinanciaron el libro con un tiraje de dos mil ejemplares. Es decir que  al adquirir una  botella del mezcal  o ocupar una mesa, el cliente se lleva también un ejemplar de estos trece relatos.

“Eso nos ha permitido financiarlo y asegurar la venta del libro. El cual ya fue comprado, lo que ya de por sí es un viaje siempre complicado”.

“Hay un trabajo marginal para los editores en ciudades como Oaxaca o en ciudades del resto del centro del país. Es un trabajo que no es valorado, donde hasta los mismos  escritores piensan  que lo que escriben puede entrar sin problemas de la computadora a la imprenta”:

Correcciones estilísticas y ortográficas y el arte difundir y acomodar el libro, son algunas de las aristas por las que Peña considera que hoy la figura del editor en Oaxaca se está revalorando.

Como editor  Cuauhtémoc se da el tiempo de lanzar una recomendación sincera: En algún lugar, obra del costeño  Israel Castellanos.

“Una narrativa maravillosa a la altura de cualquier escritor nacional. Quien lo lea no va poder seguir elaborando esos discursos del aquí no está pasando nada”.

Cuauhtémoc Peña define finalmente su tarea. Contrario a su trato siempre afable y sonriente, sus conceptos entrañan dureza.

“Escribir es una tarea muy personal,  que se hace solo, que no se necesita de grupos ni de cofradías. En lo que escribes sólo participas tú”.