PRD cambia de presidente en un ambiente frío y formal

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Sólo pasaron unos minutos antes de que los titulares de las secretarías del PRD empezaran a desfilar por la oficina del nuevo líder del sol azteca, Agustín Basave. Pasaban, uno por uno, cargados de papeles, para rendir informes al nuevo jefe.

El teléfono de la oficina no dejaba de sonar (“llaman para felicitarlo”, diría la discreta secretaria). 

Fue el clásico día de oficina para quien se presenta por primera vez: muchas llamadas telefónicas, muchas personas haciendo antesala para expresarle sus respetos (o quizás para que no los olvide ahora que es el jefe), mucha incertidumbre ante la imposibilidad de descifrar el carácter y la forma de mandar dentro del partido.

Agustín Basave empezó la jornada desde temprano. Tuvo cita a las siete y media de la mañana en Televisa, para pasar en el noticiero de Carlos Loret de Mola. Habló de la corrupción en su partido. Dijo que ésta no se tolerará.

Desde las diez de la mañana, Carlos Navarrete, el exlíder nacional del sol azteca, ya lo esperaba para terminar de afinar los detalles de la entrega-recepción del mando.

Los dos entraron a las oficinas de la presidencia nacional, ubicadas en el edificio de Benjamín Franklin, número 84, y Navarrete le dio un tour (que realmente no duró mucho más de dos minutos, pues la oficina es bastante pequeña) para luego, siempre en un ambiente de formalidad absoluta, charlar “en lo que llegan los papeles”.

Minutos después llegó Rosario Rosales, la actual secretaria de Finanzas y, para no hacerle el cuento largo –pues traía consigo un montón de papeles–, sólo leyó las partes sustanciales del acta a Basave y le dejó todo lo demás para que lo revisara “en cuanto tenga tiempo”.

Este acto no duró de 30 minutos. Ambos firmaron el acta y después Navarrete y Rosales salieron de la oficina, no sin dejar pasar la ocasión y tomarse unas fotos (ambos muy sonrientes) “para los periodistas y para nuestros registros”.