Ángeles estrellados

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Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero (México,2015) es el ejemplo de una buena idea que se filma como una mala idea.

El recuento de un rockero egocéntrico ochentero perdido en los sonideros de las bodas  que por un  giro gratuito del destino vuelve a la palestra musical con su viejo  grupo de cuyos integrantes no se sabe quien está más jodido,  daba para una de las mejores comedias-dramas  de la historia sobre el  arte de hacer rock en México, pero el director Gustavo Moheno volvió a mostrarse por debajo de las circunstancias.

La cinta está llena de grandes detalles, el fantasma de Santana que se aparece para aclarar el camino como Elvis se le apareciera al Christian Slater de La Fuga (Tony Scott, 1993), el imitador de Bono desatando el drama gracias a una visita a una desgastada tienda de metales, la increíble belleza de Paulina Gaitán y la osadía de la recién llegada de 19 años, Vico Escorcia, la convicción y sobriedad  borracha de Arturo Ríos como rockero desesperado que está haciendo feo porque la muerte lo olvidó hace quince años.

Todo estaba puesto para que el banquete resultara en un festín, pero la desenfocada y anodina dirección de Moheno corta la leche.  Con planos secuencias que no van para ningún lado, con la interpretación titular a veces pesadillezca de Damián Alcázar (que sigue actuando como si en todas sus películas lo dirigiera Luis Estrada)  con una crónica falta de ritmo en donde el estilo de las secuencias se deciden siempre por la toma o resolución más aburrida y artrítica.

A veces parece que Moreno pretendía una especie de Casi Famosos  versión Iztapalapa , y si lo hubiera conseguido por lo menos en una cuarta parte hubiera estado genial.

Pero el director del fallido remake de Hasta el viento tiene miedo, tiene miedo y nunca alcanza ni de filón la inspiración y sinceridad  de un Cameron Crowe, además de que pareciera que al final, ni siquiera verdaderamente la buscaba.

Este  viaje de retorno para Eduardo Reynoso y sus ángeles tristes no dio para lo que tenía que dar. Un verdadero desperdicio.