Para bien o para mal, Porfirio Díaz construyó la República

0
202

“Más que un tirano, fue una persona que se obsesionó en el poder. Un hombre que pasó de ser un caudillo de la República a ser un dictador”.

Pondera sobre la figura histórica de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, el abogado, docente y estudioso de la vida y obra del general y presidente oaxaqueño, José María Yáñez Unda.

“Es una figura muy polémica. Después de Benito Juárez , es tal vez la figura histórica más importante de México”.

Apunta Yáñez para quien Porfirio Díaz es quizá el mejor estratega militar de la historia del México, muy activo en la Batalla del Cinco de Mayo, y parte esencial de la resistencia contra el intervencionismo extranjero representado en las barbas del emperador Maximiliano de Hasburgo.

El abogado señala como correcto el plan de expatriar los resto del soldado y dictador desde París,y traerlos a suelo oaxaqueño, y sobre los homenajes federales y estatales tramados en torno a su figura en el centenario de su fallecimiento, el entrevistado apunta que estos resultan adecuados en tanto llevan a que el mexicano promedio tenga curiosidad por saber más de la historia de su país.

“Muchos se quieren quedar con su etapa de dictador, pero Díaz fue un héroe, nos guste o no”.

Yáñez rememora cuando el general fue finalmente derrotado durante la intervención francesa, hecho prisionero, escapando finalmente de su posible exilio para llevar a cabo una guerra de guerrillas, junto a Mariano Escobedo, y Jesús González Ortega, en lo que el presidente Benito Juárez huía al exilio.

“Negociar con sus captores, no cualquiera hace eso. Tener esa personalidad, esa capacidad, incluso de morir”.

Pero la admiración de Yáñez por Díaz no le impide apuntar algunas peculiaridades de su figura como gobernante durante treinta años de un país, en donde solo soltó el poder cuatro años, consintiendo una especie de interinato de su compadre Manuel González.

Díaz dividió en dos su gobierno, con su grupo científico, liderado por José Yves de Limantour, y con su grupo militar, comandado por Bernardo Reyes.

“Tenía un círculo de amigos en donde el designaba a gobernadores, diputados (los cuales trabajaban para él)”.

“El asunto es que como empezó a hacer muchos convenios con algunas personas, empezaron a crearse los latifundios, grandes extensiones de tierra con un solo dueño y su respectiva tienda de raya, donde nunca se dejaban de pagar deudas y estas se trasmitían de generación a generación”.

“Los profesionistas no podían aspirar a cargos públicos, los cuales estaban reservados para gente cercana al general. El ejército era suyo, la policía también. Tenía la policía secreta con oídos en todas partes que le decían cuando había levantamientos”.

“A los bandoleros que conocían cada zona del país los hizo guardias rurales y esto terminaron cometiendo un montón de abusos”.

“Había campos de trabajos forzados, cárceles totalmente insalubres donde la gente solo iba a morir y una Siberia mexicana, Quintana Roo, de donde nadie regresaba. Además de que a muchos de sus opositores les aplicó la ley fuga”.

“A los habitantes originales de las tierras (grupos indígenas), se las quitaba, con el argumento de que era de utilidad nacional”.

Yánez apunta que la debacle porfirista vino cuando Díaz y su gabinete se hicieron viejos y la gente, harta, terminó por ya no aguantar más.

Las matanzas de Cananea y Río Blanco fueron solo el antecedente de un movimiento armado que exigió y peleó su partida en 1910.

Sobre la industrialización que trajo a México, Yáñez apunta Díaz permitió la entrada de empresas extranjeras para que vinieran a invertir al país y a explotar los recursos naturales. “Donde obviamente recibía su tajada”.

Aunque aclara que el general se preocupó también porque las ganancias suficientes se quedaran en el país.

En 1909, en entrevista con un periodista norteamericano, Díaz dijo que México ya estaba finalmente listo para ejercer sus derechos cívicos y anunció que dejaría la presidencia. Al final se retractó, al final, lo obligaron a cumplir su palabra.

Yáñez va un poco atrás y destaca que el rompimiento de Porfirio Díaz con Benito Juárez es lo que define en buena manera su ascenso a la silla presidencial.

“Cuando finalmente triunfa la República, y Maximiliano es vencido y fusilado, Juárez hace a un lado a Díaz, pues lo ve como un muy poderoso opositor”.

Díaz lo enfrenta en una elección que gana Juárez, a lo que el una vez general se subleva y lanza una proclama donde afirma que ningún ciudadano se podrá perpetuar en el ejercicio del poder.

Su rebelión es sofocada por el juarismo, con la consecuencia de que su cruento hermano Félix Díaz es ajusticiado y asesinado en Juchitán.

El 18 de julio de 1872 muere Benito Juárez, se convocan a elecciones y Sebastián Lerdo de Tejada gana por fraude.

“Con el plan de Tuxtepec en 1876 Díaz se levanta en armas, vence a Lerdo y se hace de la presidencia de la República, iniciando su primer periodo, tal vez el más fecundo de su administraciones donde restablece la figura del Senado de la República”.

“El pudo haber muerto fusilado durante la intervención francesa y morir como un héroe”.

Teoriza Yáñez y recalca que Díaz “hizo mucho por el país, logró consolidar la República que Juárez como presidente no pudo lograr”.

Apunta el hecho de que México estuvo de 1821 a 1867, hundido en enfrentamientos y pugnas intestinas.

“Liberales contra conservadores, unos que buscaban un gobierno federal, representativo y democrático, y otros que querían un gobierno centralista y monárquico.

“El despotismo de Santa Ana, la pérdida de más de la mitad del territorio nacional con los Estados Unidos, la revolución de Ayutla, el exilió de Santa Ana. Más enfrentamientos derivados de las leyes de Reforma y la constitución de 1857”.

Yáñez señala que para bien o para mal, fue Porfirio Díaz el que tuvo la visión y el empuje para constituir realmente un país.

Sobre las similitudes entre Benito Juárez y Díaz en los alcances de su posteridad histórica.

“Juárez sentó las bases del latifundismo y estuvo catorce años en el poder, sino hubiera muerto, hubiera seguido siendo presidente”.

“Él, al igual que Díaz hicieron mucho por la masonería en el país, la estructuraron”.

Respecto a una posible nostalgia neoporfirista que se ha palpado en está cruzada por la restitución de la memoria histórica del caudillo y dictador, que pareciera proponer que México durante el porfiriato estuvo mejor que nunca, Yáñez reflexiona.

“En nuestro país nunca hemos estado así, siempre han estado los que controlan la riqueza de México, los que tienen el poder, y los pobres”.

“Como hay muchos descendientes de la gente que estuvo en la cúpula porfirista, que añoran y quieren seguir viviendo en opulencia, en la comodidad, en los lujos. Añoran eses sistema de gobierno para seguir estando cómodos”.

Yáñez comenta que conceptos porfiristas como el positivismo, y ese gusto afrancesado por el relumbrón, son modas que regresan.

Si comparamos a Díaz con dictadores como José Stalin o Benito Mussolini, Francisco Franco o Augusto Pinochet, no tiene punto de comparación pues aquello mandaban a exterminar a poblaciones enteras.

“Si hubiera una lista de veinte dictadores, yo los pondrían entre los primeros cien”.

Aunque Yáñez recuerda la matanza de Tomochic, pueblo de la sierra de Chihuahua, que en diciembre de 1891 fue exterminado en su totalidad por el ejército mexicano. Siendo fieles religiosos que fueros sitiados y masacrados, iniciados en una sublevación al orden establecido por Teresa Urrea, mujer dada al misticismo que se hacía llamar la Santa de Cabora.

Ocupando oficialmente ocho veces en el poder durante treinta años, Yánez comenta que, para bien o para mal, nadie sabe a ciencia cierta qué hubiera pasado en este país de no haber existido Porfirio Díaz Mori.

Yáñez pone a la figura histórica en el cariz de dualidad que acompaña a toda explicación sobre la naturaleza y acción humana. Apunta que criticar a Díaz, además de una posición de encono debe traer la inquietud por saber más de México y de la complejidad de sus procesos históricos

Porfirio Díaz Mori es una figura histórica a ser resignificada. Para bien o para mal.