Sobrevivir según los Dardenne: Muestra Internacional de Cine

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Luc y Jean Pierre Dardenne han hecho su propio y personal Doce del patíbulo, su película de acción sobre la lucha de la sobrevivencia de la dignidad humana. De la permanencia como principio de verdad.

Dos días, una noche (Francia- Belgica 2014) cuenta la historia de Sandra (Marion Cotillard) quien tiene el reloj en contra en su misión por convencer a sus 16 compañeros de trabajo a renunciar a un bono de mil euros y votar en por la posibilidad de que ella pueda conservar su chamba.

Con la certeza de que si estuviera en su lugar se mandaría a ella misma de paseo, y al mejor estilo de la paradigmática Ladrón de bicicletas (1948), Sandra recorre departamentos, covachas, partidos de futbol llanero, lavanderías, pasillos, talleres mecánicos, autobuses, parques, tiendas de abarrotes, en su esfuerzo por no perder un trabajo que aun le permita conservar una mínima identidad como ser humano: casa, comida, familia.

Pues como bien le dijera hace más de sesenta años el obrero Lamberto Maggiorani a su pequeño hijo en la búsqueda por la bici robada, en aquel clásico del neorrealismo italiano, del capital Vittorio De Sica, “sin la bicicleta no hay trabajo, y sin el trabajo no tenemos nada”.

Por primera vez en su carrera los Dardenne se deciden por una estrella de cine, Cotillard, actriz ganadora del oscar y nominada eterna, quien se adapta perfectamente a la estética agreste de los cineastas belgas y con su fuelle acostumbrado entrega una interpretación ceñida y precisa de una mujer vulnerable que está haciendo todo lo que puede (y hasta lo que cree que no puede) por levantarse de sus propias ruinas con todo el dolor, la incertidumbre y la inseguridad del mundo.

Con esa camiseta rosa sin mangas y su corsé azul trasluciendo en su carrera, Sandra recuerda a Rosetta ( 1999, cinta que se mantiene como la mejor de los Dardenne) aquella chica desgarbada que se peleaba con todo el que podía en su búsqueda por conservar una identidad que se diluía a cada paso que daba, a cada golpe que desdeñaba, a cada grito furioso que repartía.

Pareciera como si aquella chica tremebunda (Emile Duquenne) hubiera llegado a los treinta, tenido hijos, un esposo y un trabajo e intentara ahora reencontrar ese fuego interno que hoy ya no la reconoce ni la encuentra.

Con esos detalles de verdad tan inherentes al cine dardenesco, como ese amor del esposo camarero (Fabrizio Rongione) que quiere proteger a Sandra hasta de las canciones deprimentes de la radio, o el que un clásico de los Rolling Stones se alce como canción de la victoria en pleno túnel carretero, los autores de El hijo (2002) , El niño (2005), y El chico de la bicicleta (2011), logran en Dos días, una noche, no su mejor película (un final sin fuerza le resta mucha identidad a la cinta) pero si la constatación de que su sinceridad cinematográfica se mantiene diáfana.

Con Sandra-Cotillard tratando de otorgarse un valor que su mundo le escamotea, con colegas que están demasiado ocupados en sobrevivir su propia vida como para sentarse a preocuparse por la sobrevivencia de alguien más.