Chocan militares y pobladores por desarme de autodefensas

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Un convoy de soldados del Ejército Mexicano fue retenido sobre la carretera por una turba de pobladores de los municipios de Parácuaro y Nueva Italia, y por integrantes del grupo de autodefensas.

Algunos militares son bajados por la fuerza de sus unidades y despojados de sus armas de fuego y chalecos antibala.

Otro grupo de soldados realiza disparos al aire, todo es confusión bajo un cielo oscuro. Luego de una lluvia de detonaciones, en medio de la oscuridad, tres hombres yacen en el asfalto.

Uno de ellos tiene una mancha roja a la altura del corazón, la quijada de otro quedó triturada. Uno más es llevado en vilo.

“¡Ustedes los mataron!” gritaba la gente a los soldados quienes son los únicos a los que se ve armados.

La escena ocurrió luego de que minutos antes en Cuatro Caminos –en la entrada al municipio de Nueva Italia—los militares confiscaran armas de fuego que tenían las autodefensas para asegurar sus retenes.

Ahí se dio el primer roce entre autodefensas y pobladores de esta región michoacana con el convoy militar que logró salir con rumbo a Apatzingán.

Los soldados fueron seguidos en camionetas blindadas y camiones de redilas y vehículos particulares; la mayoría comenzó a rebasarlos en sentido contrario sobre la carretera.

Camino más adelante, ya en la entrada a la comunidad de Antúnez, los soldados fueron sorprendidos por otro grupo de personas que les cerraron el paso.

“¡Regresen las armas que nos quitaron!” “¡Por qué nos desarman a nosotros y no a Los Caballeros Templarios!” “Si no nos devuelven nuestras armas, ¡les vamos a quitar las suyas!” encaraba la gente a los militares; algunos de ellos se comunicaban a través de sus radios, por celulares.

Simón, El americano, uno de los dirigentes de las autodefensas, pide hablar con el General Patiño para emplazar a los militares a que les regresaran sus armas.

Todo está fuera de control, de entre la muchedumbre alguien presume un chaleco blindado de un militar, un puñado más de personas también logra arrebatar media docena de armas de los soldados.

“¡Traigan gasolina!” “¡ahorita los vamos a quemar!”, amagaban contra los soldados hombres y mujeres cuyas manos empuñaban palos, tubos y piedras, dos de estas revientan el parabrisas de una unidad militar, un soldado se sube en el toldo de su camioneta. Otra célula de soldados se encara.

Otro grupo más de soldados se aprieta espalda con espalda, el dedo ya en el gatillo. El ambiente es volátil. Truena una bala y otra y otra en el aire, otras revientan en el asfalto caliente de la carretera, otras se pierden en la oscuridad.

Al lado de una unidad del Ejército Mexicano la luz del camarógrafo de Milenio Televisión, Miguel Naranjo, registra a un hombre que se le está yendo la vida en instantes.

“¡Acá hay otro¡” grita la gente; es un hombre de aproximadamente 50 años de edad al que una bala le destrozó la quijada y parte del cuello.

A unos cincuenta metros de distancia, un grupo de personas levanta en hombros a otro hombre que lleva un balazo en su dorso derecho. La imagen se pierde entre el fuego que consume llantas de tracto camiones.

Alguien más grita la muerte de un menor de edad… “¡no queremos más muertos!” suelta con la quijada endurecida un militar y no deja de mirar al vocero de las autodefensas, Estanislao Beltrán Torres, quien lamenta la escena: “¡Se los dije que nos regresaran nuestras armas de fuego, que la gente no se iba a detener y miren lo que nos están haciendo, ustedes nos mataron a tres, quiero hablar con el General Patiño por qué ordenó esto! ¡Hacemos responsable directo al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong…”

Ya por la madrugada, a este lugar llegó un contingente de la Policía Federal para reforzar el operativo, el cual se inscribe en el marco del emplazamiento que hizo ayer el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, para que los grupos de autodefensa depongan las armas.