El año que termina

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ERNESTO REYES

Con un peso fortalecido, 12 días de vacaciones y menos mortandad por la pandemia, el año que termina nos deja claroscuros en política internacional, nacional y local. Siguen prevaleciendo poderosos intereses para que no cesen las guerras, ataques entre unos y otros, intrigas palaciegas, descalificaciones. Ah, y no dejan de generarse, en nuestra aldea cercana, sentimientos negativos como el rencor, una semilla muy tóxica que- según psicólogos- echa raíces en nuestro interior, nos debilita y nos hace vulnerables. Vivir la vida, no es asunto fácil, cuando nos relacionamos con los demás.

En Latinoamérica, Brasil, regresa al sendero de la democracia haciendo a un lado el radicalismo derechoso. Lula Da Silva devolverá a esta nación justicia y progreso para los más desfavorecidos, después de la negra etapa del conservadurismo. Y será un gran aliado de México. El duelo mundial ante el fallecimiento del único rey del balompié reconocido por propios y extraños: Pelé, entristece el relevo político en la nación carioca.

En la política mexicana, la reyerta no descansa, pues se libra una poderosa lucha por el control del Poder Judicial, reducto de un régimen que se resiste a morir. La guerra mediática no da tregua ni en Navidad, aunque el éxito de las conferencias mañaneras diarias va de la mano con el alza en la popularidad de López Obrador. Deberían imitarse.

Sus adversarios ansían, este año que comienza, ganar Coahuila y Estado de México, para no quedar en la intemperie. Su apuesta estratégica es pepenar mayores posiciones legislativas, para seguir frenando reformas constitucionales, sabiendo que el cotejo sucesorio del 24 sigue estando en manos de un solo partido, de un solo hombre. El tricolor, por otra parte, resbala en un tobogán sin fondo pues, nunca como ahora, ha padecido apenas lo mucho que se merece.

Hacia mediados de 2023 deberá quedar definido, quién ostentará la candidatura presidencial. Tres son las apuestas entre la militancia morenista: una mujer con fuerte identificación ideológica para seguir reteniendo también la capital del país; un eficiente canciller y el hombre más informado del país, después de su paisano, para tener a buen recaudo a gobernadores y a actores políticos nacionales y regionales. Las apuestas siguen abiertas.

Por causas no atribuidas a la intervención presidencial – incompetencias y necedad comunitaria aparte- dejamos otro año sin carretera a la costa oaxaqueña. Aun así, la vida sigue, con basura y estiaje a la vista, pero con deseos genuinos de que las cosas mejoren.

Los tiempos de la 4T cumplen un mes en Oaxaca, con promesas y expectativas por un mejor desarrollo social con justicia, pero sin hoja de ruta que esclarezca hacia dónde conducen todos estos esfuerzos. Hay riesgo de que el bono democrático se desgaste, si hay observancia crítica al reparto patrimonialista del poder como en el viejo régimen. No existe todavía imputación seria contra el saqueo muratista; no más amenazas, si no se convierten en acciones legales y se castigue ejemplarmente la corrupción.

En algún momento la gente empezará a reclamar acciones concretas, más allá de discursos, comportamientos y ambiciones adelantadas. Es decir, aplicar políticas propias, más allá de las 900 mil personas que hoy reciben los programas Bienestar como derecho constitucional. No es tarea fácil si los actores políticos reviven fantasmas o se crean adversarios gratuitos. Esa película ya la vimos y no ha resultado en nada bueno para la entidad.

Hay movimientos, señales, presencias, expectativas. Sea dentro de la primavera oaxaqueña o en el extremo invierno. Es probable que comiencen a haber desencuentros con la realidad y esto crea víctimas gratuitas del rencor, mal consejero cuando se manifiesta en pensamientos obsesivos y victimistas, dicen expertos en terapia familiar:

“Al culpar a otro de nuestro malestar puede surgir el impulso de querer castigarlo, un afán de venganza. Lo paradójico de este proceso es que el más damnificado de nuestro rencor no es el objeto al que se dirigen las alusiones, sino el sujeto que los emite, es decir, nosotros mismos. Nos vulnera”.

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Apenas trascendió a la otra vida un referente en el viejo Sebastopol que de chamaco tuve:  Ramón Ayala Arroyo (22 de junio de 1944- 27 de diciembre de 2022), gran deportista, hombre sensato y de bien que protegió hasta donde pudo a sus numerosos hermanos, a quien siempre le agradeceré su amistad verdadera. Abrazos a los Ayala-Peña, a su esposa Cupertina, a sus hijos y los hermanos que quedan.

Felicitémonos por la dicha de seguir vivos. Iniciemos un nuevo calendario, con mejores causas y renovada esperanza. Bienvenido 2023.

@ernestoreyes14

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