Deshumanización

0
477

Uriel Pérez García 

En los primeros días de este año se han suscitado dos acontecimientos que llaman fuertemente la atención por poner al descubierto un clima de deshumanización cada vez más lamentable, pero que además de manera desafortunada desemboca en la misma causa, esa que tanto se alude en el discurso oficial como un cáncer del pasado al que se combate todos los días de manera incansablemente: la corrupción.

Por una parte se suscita un caso por demás escalofriante en el que los restos de un bebé aparecen en un penal de Puebla, mientras que por otro lado en Nuevo León se utiliza a otro bebé para fines de mercadeo político, cual objetos de utilidad para satisfacer intereses por encima de cualquier sentido humano, lo anterior sin pasar de largo la expresión de la vigencia y propagación de la violencia que se manifiesta con los condenables asesinatos a periodistas que han tocado esas fibras sensibles de las complicidades entre gobiernos y criminales.

El escenario que se presenta pone de relieve que poco o nada se ha hecho para combatir desde las raíces las causas de los problemas más lacerantes para nuestro país como es la corrupción, la violencia e inseguridad, pero además pone de manifiesto esa pérdida de sensibilidad social que tiende a normalizar eventos tan aterradores que no pueden ni deben pasar desapercibidos en el agitado día a día sin una exigencia de un alto.

Sin embargo, los reflectores desde la agenda política se sitúan más en el tema meramente electoral, con plataformas pobres en términos de propuestas, con una oposición muy reducida que recuerda los tiempos de hegemonía partidista, como si México estuviera sumergido en un sistema que siempre carece de contrapesos al poder de los gobernantes.

Lo cierto es que esto demuestra que la alineación a la clase gobernante en un primer momento respondió a la falta de espacios para la pluralidad política, pero que en nuestros tiempos responde más un tema de seguir manteniendo los privilegios que otorga el poder político, de ahí que ahora lejos de construir una oposición robusta, todos quieran subirse al barco del partido gobernante.

En el ala del discurso oficial lo desolador es que se sigue aprovechando los lamentables acontecimientos para continuar con la estrategia de polarización, acusando a los adversarios de querer sacar provecho de la situación que se vive, sin asumir la responsabilidad que de manera directa correspondería ante las omisiones de los gobiernos estatales para poner manos a la obra y combatir la corrupción e inseguridad de manera seria, sin alusiones.

El tema es que no se mandan señales claras de cambio, pues no basta con la retórica de polarización y los anuncios matutinos de reuniones de seguridad sin que en los hechos exista una condena y acciones reales ante los feminicidios y ante estos últimos acontecimientos que trastocan a gobiernos que llevan la bandera de la 4T como en el caso de Baja California, Veracruz y Puebla.

El contexto actual que se manifiesta en este arranque de año es de una descomposición social evidente que colisiona con un proyecto de gobierno que pretendía sentar las bases para una transformación de fondo en el país, pero que a poco más de la mitad del camino no ha dado visos de un cambio real en el timón del barco, sino que por el contrario se entreteje una nueva red de complicidades, una nueva mafia del poder como la que tanto se criticó.

Al final del día, desde cualquier arista que se quiera ver, es sumamente preocupante el nivel de deshumanización al que se está escalando y donde no pareciera visualizarse una salida al final del túnel para regenerar esa sensibilidad social y alejarnos de la normalización de un clima preocupante de violencia.

En este contexto, mientras se continúe premiando a la violencia e inseguridad con el reinado de impunidad, en un país donde no pasa nada, para que los delincuentes sigan operando en total libertad y ante autoridades omisas, con una burocracia pesada que hace de las denuncias un viacrucis; los costos de la acción criminal seguirán siendo bajos para su actuar y altos para una sociedad fragmentada.

No obstante, hay que subrayar que un gran sector social seguimos con el dedo en el renglón en busca de un mejor país, por lo que nos toca alzar la voz y hacer un llamado no solo a los gobiernos de todos los órdenes, sino además apelar a la reflexión para que desde nuestros espacios reconstruyamos los valores para ser mejores ciudadanos y ciudadanas, pero principalmente para ser mejores seres humanos.