Comunicar en Pandemia

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Uriel Pérez García

Sin duda uno de los retos más significativos para el actual gobierno federal ha sido el impuesto por la pandemia que en México ha rebasado las 100 mil defunciones y que independientemente de los esfuerzos implementados por las autoridades sanitarias para encararla, uno de los grandes pendientes que ha incidido en estas cifras lamentables se ha centrado en el manejo de la emergencia en términos de una comunicación política que visibilice más el riesgo y disminuya los contagios.

La comunicación política entendida como el flujo e intercambio de información entre el ámbito político y social que se origina en torno a temas de interés público donde participan gobierno, partidos políticos, medios de comunicación y ciudadanía, constituye la herramienta fundamental para garantizar el acceso, permanencia, legitimidad y efectividad del ejercicio gubernamental.

Desde esta perspectiva, dicha comunicación se da desde la esfera electoral, en periodo de campañas y desde la esfera gubernamental, misma que va más allá de la comunicación de las políticas y el quehacer del gobierno, trascendiendo de manera importante a escenarios de riesgo y de crisis.

En este aspecto, es conveniente resaltar que las emociones juegan un papel fundamental, donde el grado de legitimidad y credibilidad a través del liderazgo de quien comunica, posibilita una persuasión efectiva que puede generar un cambio de conductas, principalmente por medio de producir temor ante este tipo de contextos donde se requiere extremar el riesgo para evitar catástrofes.

Sin embargo, en el ejercicio gubernamental pocas veces se utiliza la estrategia persuasiva basada en el miedo, puesto que esto significaría encender focos de alerta que muchas veces los gobiernos consideran innecesarios ante sus repercusiones en otras áreas de la vida pública, sobre todo en el ámbito económico, puesto que evitan entrar en un escenario que pueda provocar inestabilidad a la administración en turno.

De esta forma, el riesgo que implicaba la pandemia originada por el COVID-19, fue minimizado desde un inicio por parte del gobierno federal, ya que desde su perspectiva, asumir la emergencia sanitaria en sus justas dimensiones tendría además de implicaciones económicas, serias repercusiones en el nivel de expectativas generadas por un gobierno que prometió una transformación profunda y que encontraba un primer obstáculo en un fenómeno totalmente ajeno al manejo gubernamental pero que inevitablemente impactaría negativamente en su legitimidad.

De tal forma que se hicieron evidentes las contradicciones entre el liderazgo político que debió asumir el titular del ejecutivo con la comunicación a nivel institucional, es decir, mientras que por un lado se minimizaba la situación argumentando que no pasaba nada, por otra parte se aceleraban los casos de contagio a nivel mundial que llevaron a implementar estrategias de confinamiento en diferentes países y que aquí adquirieron un tinte político que no fue desaprovechado por los opositores a la 4t.

Lo anterior posibilitó que adquirieran mayor relevancia las noticias falsas y las teorías de conspiración, que los datos y recomendaciones que se presentaban en conferencias vespertinas encabezadas por el área especializada de la administración pública, misma que fue severamente cuestionada por gobiernos locales, lo que evidenció además una falta de coordinación entre la federación y las entidades.

Lo preocupante hasta hoy, es que aun con todas las cifras alarmantes de contagios y defunciones, pareciera que sigue permeando el desdeño al riesgo permanente, ya que no se ha visto una estrategia clara que derive en acciones concretas más allá de campañas sobre medidas de prevención que siguen estando en total oposición con la imagen que proyecta el presidente, como en el uso de cubre bocas.

Lo deseable sería que el liderazgo político se apegue más a una actuación institucional basada en una comunicación de riesgo homogénea, que demuestre claramente la necesidad de redoblar esfuerzos que permitan frenar el incremento de muertes y contagios, con las serias consecuencias económicas que repercuten directamente en sectores más vulnerables.

Los llamados constantes a mantener medidas de prevención serán estériles sin una responsabilidad compartida entre sociedad y gobierno mientras se sigan minimizando las dimensiones de la situación, ya que vale la pena recordar a quienes tienen es sus manos la decisión e implementación de estrategias, que la imagen también comunica.