La X en la frente: Ídolos de barro

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Moisés Molina

Oaxaca de Juárez. Él poder es una categoría política que, con exactitud, solo nos puede aproximar en sus dimensiones, aquel o aquella que lo ha ejercido, disfrutado, sufrido, excedido u honrado en diferentes grados y lugares.

De la teoría, solo recuerdo esta madrugada, que se relacionaba con la capacidad de influir sobre él comportamiento de otros. Tú mandas (como quiera que lo hayas conseguido), puedes afectar para bien o para mal la vida de una mayoría.

Pareciera que poder y dinero van de la mano. Casos concretos y más populares: “Un político pobre es un pobre político” y “la amistad se refleja en la nómina”.

Sin dinero no ganas una elección y te ganas el sustento en la política, porque no sabes hacer otra cosa o lo que deberías estar haciendo ya se te olvidó.

Algunos compran el poder con dinero; otros se enriquecen a la luz y a la sombra del poder y es por ello que con obstinación, necedad, perversidad y hasta locura, cometen los más inimaginables y aberrantes actos para conseguir su permanencia.

Vivimos en una República; y su rasgo definitorio es la periodicidad en el ejercicio del mando. Hay quienes, seducidos, son perseguidos en varios sueños con la dictadura. Más tiempo en el poder.

No entienden que su ciclo terminó. Ídolos de barro con unos cuantos leales a quienes hay que reconocerles y más de un convenenciero oportunista que alimentado por un interés malsano, egoísta, se representa sólo él y su circunstancia.

Pierden todo y creen que merecen algo. Exigen, se convierte en ideólogos de la noche a la mañana. Cuando debieron, no predicaron con el ejemplo cuando a ellos se les exigió consulta a las bases y todo lo demás que piden en su carta, que más bien debía ser de perdón o de renuncia. Amnesia o cinismo? Quieren más y se da un fenómeno que poco se ha estudiado en la ciencia política, aunque tal vez quepa más en la psiquiatría.

No soportan la derrota y su obsesión, su victoria ahora, es destruir al enemigo, a quien les superó en buena lid.

Oaxaca no importa, los oaxaqueños no importan, gobernar ya tampoco importa; importa destruir. Crear caos , porque el caos para el enemigo que gobierna es una victoria personal, una satisfacción comparable solo al frenesí del triunfo.

El dinero no importa. Crean conflictos artificiales, si hay muertos o heridos, mejor . Inventan fábulas que los autores materiales de la destrucción deben aprender a pie juntitas, en cuyo centro no puede faltar una patente de corzo: REPRESIÓN.

Los mercenarios ganan doble: del gobierno y de los autores intelectuales del pandemónium, de los paros, de las manifestaciones, de los incendios, de las balaceras entre oaxaqueños, de la ruptura unilateral de acuerdos que ya se habían anunciado públicamente, de la toma de casetas de peaje, de la violencia en los municipios regidos bajo la modalidad de sistemas normativos internos.

Y es que Oaxaca ya cambió. Por eso no es descabellado pensar que el enemigo, acostumbrado a tantos años de excesos, esté en casa cumpliendo funciones gubernamentales contrarias a las que la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo les manda.

Ya subestimaron a Alejandro una vez. Ahí de ustedes que necesitan un cencerro para andar y que aún viven en el pasado inmediato.

El gobernador tiene sus pasos medidos y sus decisiones tomadas al margen de piromaniacos , adoradores de falsos ídolos, emisarios del pasado, tirios y troyanos.

Con una inteligencia emocional privilegiada, el que manda se mueve en todo tipo de aguas.

Ya sabe que el caballo de Troya está adentro, pero vamos a ayudarle a cambiar la historia.

Oaxaca ya cambió. Oaxaca ya no es el mismo.

Hay que defenderlo.