El día en el que las masas se rebelaron y prefirieron ahorrarse el trámite

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Por Rodrigo Islas Brito

“Esto no fue rapiña, solo es gente recuperando sus impuestos”, se puede leer en un comentario de red social debajo de la grabación de un ejército de colonos de la colonia La Joya de Pueblo Nuevo, irrumpiendo y vaciando una bodega donde se tenían almacenadas publicidad y regalos de la campaña del candidato priista a la gubernatura, Alejandro Murat Hinojosa.

Madres, niños, jóvenes, señores, señoras, se enteraron de la existencia de la bodega y sin más decidieron apersonarse en el lugar y evitarse el trámite del mitin, de las promesas, de los besos y apapachos de la primera dama en ciernes, de las fotos oficiales, del vamos a rescatar Oaxaca.

Un chavo cargando un tanque de gas como si se tratara de un pilar de la construcción, un tipo de gorra abrazando y agazapado detrás de lo que parece un motor para algo muy grande, una posible madre acarreando pequeñas bicicletas, dos, tres y luego regresando por otras dos, o hasta tres, o las que se puedan.

Abuelitas con brazos de mucho trabajo sosteniendo despensas con ganas de pasar desapercibidas, refrigeradores mastodónticos siendo remolcados bajo todas la reglas posibles de la ingeniería de la estiba, arrastrados, cargados, transportados en diablitos.

Un chavo con un dos estampado en la espalda de su camiseta perdiendo el equilibrio entre las montañas de gorras, mandiles, playeras, y lonas con la sonrisa del joven candidato nativo mexiquense, que ahora si ya nadie parece querer llevarse, al tiempo que un niño de no más de siete años con su tres cubetas de despensa en las manos voltea sobre su hombro, como considerando si regresa o no regresa por más.

Al fondo el grito de “¡mamá! ¡mamá!” de otro niño que seguramente se ha perdido entre el mar de gente cargando lo que se pueda, lo que se deje, mientras un anciano con sombrero serrano sale del lugar con sus despensas y toda la intacta dignidad posible, y unos vecinos que a la primera han notado que los están grabando hacen por ocultar tímidamente su identidad colocando el cuello de su camisa en su nariz.

Otro motor, y uno más, ¿para qué sirven?, no importa, tal vez los dos jóvenes bigotones que se los están llevando tampoco lo sepan, ni les importe enterarse. El acto se transmite en directo a través de internet, y el señor con su sonrisa de mazorca, cargando como malabarista hasta ochos distintas cubetas de despensas, probablemente lo sepa.

Taxistas, matrimonios, familias completas, trabajadores de la construcción, alumnos de primaria, amas de casa, hacedoras de tortillas, madres solteras, colonos, feligreses, simples acaparadores, todos los extractos del fresco social de la populosa calle San Antonio parecen haberse dado cita para este ajuste de cuentas.

En las redes sociales los comentarios sobre las grabaciones van en su mayoría sobre la falta de dignidad de aquellos que venden su voto por un papel de baño, por unos paquetes de arroz, por unas latas de frijol, por una bicicleta para el día del niño, por un refrigerador de doble calado en el que seguramente se pueden almacenar mucho más comida que la hoy humanamente, con un estado económicamente quebrado, se puede comprar.

Mientras muchos espantados califican al ajuste como un acto ilegal, como un robo, como un agandalle, como una execrable rapiña humana. Otros reflexionan sobre la relatividad del delito.

Destacando que en primera, la económicamente poderosísima campaña de Murat no va a echar en falta la perdida, además de que difícilmente algún priista operador de campaña ira a poner una denuncia a un ministerio público para denunciar el robo de otro robo, perpetrado por ese ladrón que en base a robarle a un colega alcanza inmediatamente los cien años de perdón.

“Estas son las bases, no piensan, porque no están ahí para pensar. Solo están ahí para volver más fuertes a los fuertes, para verlo todo como una cuestión de bandos, como un eterno América- Chivas”.

Me dice un politólogo mientras los dos observamos un día antes, desde un balcón, a un grupo de jóvenes promotoras y promotores del voto priista caminando uniformados por el andador turístico y regalando flores rojas a las madres en su día, para después lanzar vivas y porras a nombre de Alejandro Murat Hinojosa.

Le he preguntado sobre qué será eso que estos chavos están pensando, sobre cómo puede funcionar el mapa de sus pensamientos.

“Al final, esos chavos, también somos nosotros”. Me ha dicho y resumido el experto, al que no le he comprado del todo su final explicación.

Hoy al ver estas grabaciones, de gente llevándose lo que de todas maneras le iban a regalar con insolación, sometimiento y ridículo de por medio, pienso que las bases también están para pensar por las oportunidades que realmente les convienen.