AMLO y Trump

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Por Excelsior/ Contrapunto político
ENRIQUE VILLARREAL RAMOS

Después de que su hermano AMLO lo llamó “traidor y corrupto” por declarar que apoya a Héctor Yunes para el gobierno de Veracruz, Arturo respondió: “¿Cómo que traidor? Si él estuvo en el PRI y ha estado en tres partidos”. Lo comparó con Donald Trump, pues cree que “nada más lo que él dice es lo que cuenta” y que se ha quedado solo por esta actitud tirana y malagradecida, incluso, ha perdido el apoyo de cuatro de sus cinco hermanos. “Nosotros tenemos como un hartazgo con Andrés Manuel”.

Si la comparación entre Hitler y Trump es fácil de hacer por obvias similitudes, no son tan evidentes las existentes entre el magnate neoyorkino con AMLO, por ser el primero de ultraderecha y el segundo de “izquierda”. Después de lo dicho por su hermano Arturo, efectivamente, se encuentran rasgos comunes y no sólo por su “actitud tirana” e intolerante, que contradice su “democratismo”.

La megalomanía de poder los caracteriza. El multimillonario, quien ya posee poder económico y mediático, ahora ambiciona el político. El tabasqueño no quedó satisfecho con haber sido jefe de Gobierno, sino que codicia sexenio tras sexenio la Presidencia para perpetuarse como vividor de la política y no depender de las “migajas” que le dan políticos, dirigentes sindicales o empresarios y, ahora, de las que obtiene como dirigente de Morena y de sus diputados y delegados.

Para llegar al poder, Trump y El Peje recurren al populismo más elemental, sustentado en ancestrales prejuicios sociales, temores y odios, y en presentarse como candidatos antisistema u outsiders, contrarios a los políticos, a la partidocracia… El magnate inmobiliario aviva el miedo de los “blancos enojados” por el terrorismo, la inmigración ilegal, el desempleo, etcétera, para imponer su ideología extremista, xenófoba y racista, y estafar al electorado con “soluciones mágicas”, que de antemano sabe son inviables. AMLO alienta los tradicionales rencores clasistas, antigobiernistas y antipolíticos de amplios sectores, que se sienten agraviados por el “sistema” y alude al viejo nacionalismo estatista para también engañar con mesiánicas salidas, de que “él” sí acabará con la corrupción, la pobreza, la violencia, etcétera.

El populismo va asociado al mesianismo y a la bravuconería. Trump se cree “el restaurador de la grandeza nacional”. AMLO “el regenerador del país”. Al ser “salvadores de la patria” son “puros” y exigen absoluta obediencia a sus seguidores, mientras que sus opositores son corruptos, mafiosos y traidores (como lo son Miguel Ángel Mancera, Arturo Núñez, etcétera). Ambos basan su posicionamiento mediático en su estilo desafiante y bravucón, maniqueo y polarizante y, por ello, no extraña que recurran al respaldo de grupos violentos y retrógradas: Ku Klux Klan, Trump; CNTE, AMLO.

Su caudillismo radical conduce a la fractura. Distinguidos republicanos advirtieron que si Trump gana la candidatura, votarán por los demócratas. AMLO mantiene dividida a la izquierda y seguramente así llegará a 2018. En su mitomanía, cuando pierden alegan “fraude o compló”, victimizándose.

Luego de que el gobierno mexicano criticó duramente las declaraciones antimexicanas de Trump, AMLO propuso: “Si gana, firmamos un acuerdo para vender en Estados Unidos todo el jugo de naranja de Tamaulipas y así rescatamos el campo”. A parte de la ridícula ocurrencia, ve en Trump un eventual aliado, aplicando la máxima, “el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”. Los extremos se unen, atemorizan a sus sociedades y/o al mundo y, por ello, se ve difícil que ganen.

ENTRETELONES: El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación también deberá bajar los spots de Ricardo Anaya.