Las dos vidas de Brian Wilson

0
189

Amor y  piedad es la historia de la resurrección de un mesías. De un profeta del surf que regresó de las nubes de un abismo blanco y esquizoide. Love and Mercy (EUA, 2015) es también la excelsa interpretación que un actor veterano de mil bodrios, John Cusack, entrega después de una carrera inmersa en una promesa que parecía no cumplirse jamás.

El histrión que hace casi treinta años levantara una grabadora por los aires para dar una memorable y lluviosa serenata en Digan lo que quieran (Cameron Crowe,1989)  logra por fin desdoblarse y crear otra realidad en su encarnación de un Brian Wilson adulto, débil, semiloco y bastante entumecido por las garras de un manager psicópata, manipulador y con un permanente espantoso (un genial Paul Giamatti).

Wilson, alma y líder de los míticos Beach Boys, los animadores del California Dreaming, del Surfin USA, espíritu creador que en la búsqueda de trascender los límites de la estética playera y ese rock de amabilidad estéril, creo  uno de los mejores y más complejos discos de la historia del rock and roll, Pet Sounds.

El director Bill Pohland no se va por la libre  del biopic lineal y ordinario, y bifurca la pasión de Wilson en dos etapas, aquella donde actúa Cusack , y otra que tiene lugar quince años antes, en la creación obsesiva que un joven Brian Wilson (Paul Dano, actor que parece tener toda clase de satisfactorios recursos para interpretar todas las facetas del delirio) hace de Pet Sounds, envuelto en una musicalidad absoluta, arrancada de todos lados (armonías vocales, efectos de sonido, timbres de bicicleta, campanas, botellas de Coca-cola, ladridos de perro y un largo etcétera) sostenida en una tormenta sensorial de la que  el abnegado músico salió oyendo voces horribles  en audífonos abandonados.

Pohland realiza una especie de ensayo sobre caer y salir de la demencia, sobre perderlo todo y encontrar la fuerza para rescatar lo que se pueda. Dano y Cusack son los dos vasos comunicantes de una cinta que le da a la música la calidad de guía y portento.

El guion de Oren Overman y Michael Alan Lerner es rico en estados de ánimo  y luces de percepción. Fatalista pero esperanzador a un mismo tiempo, Gozoso en su manera de describir un infierno que hay que sacudirse pronto.

Sensorial, huyendo de cualquier cosa que suene a cliché o tradición de ídolos rockeros, con narrativas paralelas que se desbordan en una fascinación a lo menos complicada, valiente, armónica , discordante, disidente.

El atemporal desmoramiento de Brian Wilson es también un camino a un oasis donde el dolor terminara por volverse oro.