La reinvención de Ruina de Jade

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Tal vez nadie pueda entender la razón por la que se juntaron un estudiante de medicina, un bachiller imberbe y el hijo de un sastre. Pero aquellos que los escucharon sí que lo saben, esa razón fue la música

23 años después Ruina de Jade deja  su estatus de fantasma clásico del rock oaxaqueño y se convierte en tres hombres vivos caminando, y lo más importante, tocando.

José Manuel García,  en el bajo, David Morales en la batería y Alfredo Luna  en la voz y la guitarra, adicionados por el jovenzuelo Jorge Reyes en los teclados y  un ensamble de alientos de tres músicos para algunos de los temas,  se presentaran este martes 27 de octubre en la FILO 2015 a las tres de la tarde y el miércoles 28 en el teatro estudio de CORTV a las ocho de la noche.

“Nos echa carrilla Jorge  porque ya estamos viejos, aunque se ve que el también lo está disfrutando”.

David Morales está detrás de su batería al final de un ensayo. Recuerda que Ruina de Jade se conformó en 1992, que él y  García venían de un grupo de rock llamado Avenida del Silencio, y un día les entró  la onda de hacer reggae.

Encontraron a Luna en el Centro Cultural Juan Rulfo, un foro independiente que no pagaba sueldos pero que tampoco les cobraba a las bandas por presentarse. Donde  había rock and roll, poesía y reuniones sobre el fenómeno OVNI, pues Alejandro Jiménez,  su creador, era colaborador espontaneo de los programas Jaime Mausan.

“Don Alejandro, alguien importantísimo para el  rock oaxaqueño pues le daba oportunidad a todos de presentarse, anunciaba por la radio el programa del centro. Comentó que iba a haber un grupo de rock llamado Carpao y yo dije, órale vamos”.

“Carpao tocaba todos los miércoles covers de los Beatles. Y ya cuando escuche a su vocalista dije pues no, no canta feo”.

Luna, con 17 años, Morales con 22, y García con 24, se unieron a Chris Miller, un gringo que tocaba el teclado y el saxofón (y que hoy tiene un lote de  autos usados en San Francisco, California)  y a Enrique López  “el Guacamayo”  un heavymetalero que vió en Carbón, una rumba flamenca compuesta por Luna, la razón para no salirse de la banda. Había surgido Ruina de Jade

Morales rememora ese primer toquín que nunca fue. Donde un grupo de chavos que se hacían llamar Los hijos del pan tostado, organizaron un concierto del entonces incipiente  Café Tacuba en FX Discoteque, que al final no se hizo.

“Tenemos nuestras fotos con los Tacubos y estamos igualitos. Ellos son los que se ven cada vez más jodidos”

Bromea Alfredo Luna, recuerda que en 1992 la Plaza Labastida  era el lugar para ir a echarse un rock, bajo el resguardo de los artesanos y pintores que la ocupaban.

Oscar Oxama (“el primer pirata de Oaxaca”, según Morales) llegó a grabar algunos  de esos primeros toquines  de la banda.

“Oaxama tenía una música muy buena en su puesto, de esa que no conseguías ni con Juanito y su Sonido Discoteque”.

Luna se llena de nostalgia con el primer advenimiento de los noventas. Mientras José Manuel García recuerda que el nombre de Ruina de Jade surgió de un juego de palabras.

“Iba sobre el valor que los antiguos le daban al jade, un valor que había que sacar de su ruina. Y también de ver a la ruina como la contraparte del jade,  como algo precioso y excelso. Como eso  devastado que también es hermoso”.

Luna recuerda que “ya desde entonces era muy mal visto hacer rock. Ese nombre era decir esta es mi basura, pero suena bien bonito y te la voy a regalar”.

“Estábamos en un momento musicalmente transicional, éramos mas progresivos, Traíamos algo mas latino, mas nuestro. En ese entonces el reggae era la protesta, ahorita ya es otro rollo”.

Comenta  José Manuel. David recuerda que por aquellos años en Oaxaca entonces estaban en boga los grupos de Heavy Metal y Punk.

“Estaba Razta, que no tocaban reggae sino rock, y Cuero y Metal, que ya estaba en sus momentos finales”

“Fuimos muy respetuosos con las influencias de cada uno. En poco más de un año de trabajo llegamos a tener más de treinta canciones. Teníamos amigos que tenían diversos negocios, restaurantes y cosas más subiditas de tono”.

Dice Alfredo, añorando particularmente sus tocadas en Batos Bar, el antro a la orilla de la carretera que fue más de una vez escenario y ring de lucha libre para la banda.

“Nos empezaron a abrir puertas, porque por mas mamón que se pueda escuchar, los que nos ayudaban eran fans del grupo, porque si algo tenia Ruina era una banda que la acompañaba y que le era fiel en todos lados”

García recuerda que, “fuéramos a donde fuéramos ya sabíamos quienes iban a ir”.

“Esa gente sirvió como un conecte para llevar a  más y más gente. Si hubiera una estadística de las bandas que llevaban a más extranjeros a sus conciertos, seguramente estaríamos ahí”.

El guitarra y voz, Luna, comenta también que Ruina tocaba lo mismo Tristes Recuerdos en sus mil posibles versiones, que Road House Blues de Los Doors en una versión muy particular.

“Abrimos un camino en lugares que jamás habían tenido tocadas de rock. Y la verdad es que tampoco pretendíamos vivir de la música, lo que queríamos era tocar”.

García está de acuerdo con su compañero, afirma que,  todo oaxaqueño trae un músico dentro, “unos más a flote y otros muy en su interior”.

“Cuando armamos el grupo en ningún momento nos detuvimos a pensar, cuanto vamos a cobrar, o si de esto vamos a vivir. Yo en mis manos nunca vi dinero, lo único que veía eran chelas”.

Morales aclara que, lo que la banda ganó en ese 1992 se gastó en cables y micrófonos, o en gasolina para la camioneta  que transportaba el equipo.

El baterista comenta que, si no fue terco en la cuestión de solvencia monetaria, si lo fue en la exigencia de sacar rolas propias, pues asegura nunca haber estado en un grupo de covers.

“Alfredo siempre tuvo facilidad para la composición, él y José Manuel escribían  canciones muy urban
as”.

La banda cuenta que la canción, un poco de libertad está basada en un sueño de José Manuel, donde soñó que un urbano atropellaba a un payaso malabarista, que él estaba sentado en la banqueta y que la cabeza del payaso le llegó rodando hasta sus pies.

“No sé si era un sueño o era pacheques, aunque el todo del tiempo dijo que era lo primero”

Alfredo califica a otra las de las canciones del grupo, Ángel, como la historia de “un amor secundino sublevado”.

“En la mayoría de las canciones aunque aparentemente eran tristonas, estaba la fiesta”.

“Pueblo en mis bolsillos en cambio es una canción que refleja durísimo a Oaxaca, como un lugar que te invita a crear, a experimentar, un fluir de mil sentires con los bolsillos rotos”.

David  por su parte mira a la citada canción con “un rollo social que habla de este  pueblo que siempre está dormido”

“Nos decían que nuestras letras estaban muy pachecas, pero hoy las escucho y no han envejecido”.

Alfredo Luna no está tan de acuerdo

“O tal vez han envejecido con nosotros  y con la gente de nuestra generación”.

Los tres integrantes debaten sobre Líneas paralelas, una rola que Morales y García califican como “muy cursi, del tipo quiero ser tu amigo nada más”, de la cual su autor Luna acepta que hoy le cambiaría ciertos puntos.

“¿Es esa que compusiste porque ya ibas a dejar el closet?”, pregunta José Manuel. “No, esa es otra”, responde Alfredo.

El buen humor y la camaradería es el prologo para que Morales explique qué, Ruina de Jade no era ni es un grupo que llegara a tocar partituras. “Más bien éramos como un taller de música. Alguien traía la letra y otro le ponía la tonada”.

“Actualmente estamos más viejos y más conscientes de muchas cosas. Queremos brindar una mejor musicalidad. Que el público no escuche nuestras canciones como las recuerda, sino mejor”.

Luna  comenta esto para después hablar sobre las razones de la separación final  del grupo, de la que asegura que nos va a decir la “neta”.  

“Huy, ya van a empezar otra vez los trancazos”.

Apunta Oscar Poblano desde la puerta de la sastrería donde se desarrolla el ensayo, uno de los seguidores más incondicionales de la banda, quien ha estado escuchando toda la entrevista con el placer en la cara. Los tres “arruinados” ríen, Luna cumple su promesa.

“Yo no estaba en una edad para decirle a mis padres que no me movía con ellos. A mi padre se le acabo la chamba en Oaxaca y nos regresamos al D.F.”.

José Manuel García  se fue en el 95 a estudiar su internado en medicina, David Morales  se quedó con la banda registrando de 1992 a 1999 hasta cinco distintas alineaciones.  

“Esta primera etapa de Ruina de Jade, un montón de gente no la conoce, ni a sus rolas que son muy buenas”.

David sentía que el proceso con esta primera Ruina había quedado trunco, con Alfredo viviendo en la Ciudad de México inmerso en sus propios proyectos musicales, con José Manuel de planta en la medicina, quien hasta poco antes de este ensayo tenía veinte años sin tocar las cuerdas de un bajo.

“Empezó por unas fotos que subí al Facebook, hubo mucha gente que las comentó y les dio like. Así que le dije a David, organízate ese reencuentro. Tú que eres sastre, por favor plánchalo”.

Los tres vuelven a reír,  todas esas ganas truncas al final decidieron su regreso.

“La tirada es grabarlo todo en algún momento. Son canciones que merecen ser escuchadas, no a  cualquier grupo le dicen después de 23 años que regrese a tocar al zócalo”.

“Por medio de las redes sociales, nos dimos cuenta de que no éramos los únicos emocionados con el asunto, sino había toda una generación que quería volver a escucharnos.

“Regresamos porque queremos compartir esto que seguimos teniendo, y además los tres nos lo debíamos”

David Morales, José Manuel García y Alfredo Luna están claros de que su resplandor y su ruina tienen un derecho propio a volver a  ser escuchada. Así de simple, así de “ruinoso”.