Vivir  y contarla en Guerrero, a  un año de los 43

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“Muchas organizaciones sociales vendieron el movimiento de una manera evidente, lo corrompieron,  el propio gobierno ha reconocido haber entregado vehículos a la dirigencia de los maestros de Guerrero”.

Comenta en entrevista el fotoperiodista guerrerense,  Abel Miranda, quien trabaja para Diario de Guerrero, el Sol de Acapulco , y el periódico Reforma.

El profesional de la lente destaca que en lo relativo al movimiento social suscitado a raíz de la desaparición de 43 normalistas por fuerzas de seguridad del estado, “desafortunadamente las organizaciones sociales también han sido parte del sistema corrupto en el que vivimos”.

En su paso por Oaxaca para la inauguración de la exposición colectiva 43/14, Miranda recuerda como hubo transportistas en Guerrero que intentaron obtener concesiones a partir de sumarse al movimiento, y como los propios estudiantes normalistas de Ayotzinapa en su momento negociaron con el gobierno estatal, anillos, trajes  y fiestas para su clausura.

El fotógrafo destaca la fortaleza de los padres de los 43 normalistas que hoy cumplen  un año de haber sido desaparecidos, quienes han recibido ofertas millonarias por enterrar a sus hijos sin tumba de por medio.

 “Les han ofrecido públicamente hasta diez millones de pesos por cada desaparecido y no lo han aceptado. Hablaban de un fideicomiso en el que el gobierno federal aportaría siete millones y el gobierno de Guerrero tres millones para indemnizar a cada uno de los padres y con ello desarticular la lucha. Los padres no aceptaron y se mantienen ahí”.

Fotógrafo de Chilpancingo, Miranda observa que llevar a cabo su trabajo hoy en Guerrero, resulta “muy complicado anímicamente”.

“El fotógrafo de prensa debería de tener atención psicológica permanente por todo lo que vive. Las familias de los desaparecidos, los enfrentamiento de policías con manifestantes, los muertos, los descuartizados”.

“Resulta complicado no volverte loco”.

Miranda dice que no se está viviendo precisamente una guerra en Guerrero, “pero si un estallido social”.

“La sociedad está llegando al hartazgo de sus gobiernos, que se han caracterizado históricamente por una corrupción que hoy redunda en sangre”.

“El caso de los 43 normalistas es un caso que claramente muestra la complicidad del gobierno con el crimen organizado. En el manipuleo de pruebas y evidencias. En la gente diciendo ya basta. Es lo que se ve en las calles de Chilpancingo”.

Abel dice que el caso de los 43 había venido de más a menos, pero que con el informe de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos se volvió a encender la llama, trayendo una nueva ola de movilizaciones sociales en Chilpancingo.

“Enfrentamientos entre policías y maestros, quien ya no solo traen la exigencia de la presentación con vida de los 43, sino su propia lucha contra la reforma educativa”.

El fotoperiodista señala que el narcotráfico en  Guerrero es un factor que ha influido mucho en generar autocensura en los propios medios de comunicación.

“Hay muchas coberturas que no podemos hacer por miedo y temor. Situaciones donde no hay manera de meterse a riesgo de perder la vida”.

“Los señalamientos complicados surge en los medios de fuera, porque los que estamos en Guerrero no podemos”.

“El que viene de fuera, hace el trabajo y se va y rara vez lo vuelves a ver por el lugar, pero los que estamos ahí es mucho más peligroso hablar de las bandas delincuenciales, empezar a ponerles nombre”.

“Pues en eso va tu propio pellejo. Mas que un proceso de autocensura, lo que hacemos es un mecanismo de auto protección”.

Miranda recuerda el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa, la activista Nadia Vera y otras tres mujeres en un departamento de la Colonia Narvarte.

“En Chilpancingo, fuimos de los primeros fotógrafos que salimos a manifestarnos”.

“Es una cosa que nos pega al gremio, no muestra lo endebles que somos y lo frágil que puede ser la vida de un fotógrafo que por retratar de manera nada agradable a un gobernador, fue amenazado, expuesto, tuvo que huir de su ciudad y finalmente termino siendo asesinado”.

Se le pregunta a Miranda si con esta relación perversa de los gobiernos de este país con el crimen organizado, y con la crisis social y de derechos humanos existente en Guerrero y buena parte de la país, no es fácil vivir con miedo ejerciendo el fotoperiodismo.

“Si, como todos, de una manera permanente. Pero en lo personal mi filosofía es que no debo de huir a lo que pase , porque eso no es vida”.

“Hay que enfrentar la chamba lo mejor que uno pueda y llegar hasta donde Diosito nos diga.Huir no es una alternativa”.

Abel relata que le ha pasado de todo en la cobertura de su trabajo, desde caminatas eternas atravesando un cerro para acceder a fosas  clandestinas a las que finalmente no pudo llegar, hasta ser descalabrado durante un desalojo de la policía a los maestros  guerrerenses.

“Me quebraron un lente en una confrontación el día de las elecciones federales Ese día llegue muy contento a  mi casa, le dije a mi mujer, vengo más contento que nunca, me quebraron el lente, un gran angular con el cristal totalmente destrozado”.

“¿Y por eso estas contento? me preguntó ella. Y le dije, si, porque si no hubiera pegado en la cámara, el madrazo hubiera acabado en mi ojo”.

Abel Miranda se la piensa unos segundos y dice que quisiera decirme que el futuro de Guerrero se ve bien.  “Es mi estado”.

“El 27 de octubre viene un cambio de gobernador, y no sabemos. No creo que mejore mucho, ojalá y por lo menos llegue un poco de estabilidad social”.

“Que podamos regresar a cubrir cosas sencillas, colonias, barrios, cosas de la gente. Ya no estar en el pleito y la confrontación”.

Se le pregunta a Abel Miranda si no pensaría en salir de Guerrero en caso de que la cosa no mejore. El fotoperiodista  pone una cara de y ¿A dónde me voy? , y concluye:

“Guerrero es parte de mí, no lo dejaría por nada”.