Las paredes vivas de Alejandro Echeverría

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“Oaxaca es una ciudad permanentemente suturada y saturada, a la que se le destapa y se le cubre. Es una de la ciudades donde la manifestación política es más fuerte, donde la gente sale a las calles y expresa en los muros mucho de su pesar. De su amor, de su desamor.”

Alejandro Echeverría sabe de estas cosas después de veinte años de registrar los cambios, las apariciones, los destierros y los regresos existentes en los muros de Oaxaca, los cuales al final hablan de la radiografía de una ciudad que dentro de su más profundo caos nunca deja de resignificarse.

Suturas de una ciudad, Espacios de trabajo y Disecciones, son las tres series fotográficas del fotógrafo con una carrera de más de treinta años, que se exponen a partir de este viernes 27 de marzo en tres salas de exhibición del Museo de los Pintores Oaxaqueños (MUPO).

“No soy retratista, no tomo retratos de personas pero si tomo las huellas que la personas van dejando en los muros.”

Asegura Echeverría al mismo tiempo que considera a los muros de la ciudad como testimonio de expresión social poderosa.

“Ha variado mucho, empezó con la consigna política del movimiento magisterial, se empezó a utilizar la pared como un pizarrón como una forma de que la gente viera el conflicto.”

El fotógrafo recuerda que después vinieron las variantes, como aquella etapa poética con poesía que invadía la pintura de las paredes.

“También llegó el grafiti, que como no le hacía daño al gobierno, lo dejaron crecer. Oaxaca se llenó de él.”

Muros, casetas de teléfono, cualquier cosa fue usada para rubricar el Tag (la firma del grafitero), cuestión que Alejandro no la ve muy política, sino más bien es como una cuestión de chavos que quieren dejar su huella.

El caso más singular de Oaxaca, recuerda el fotógrafo, se dio cuando el encumbrado y ya fallecido pintor ocoteco Rodolfo Morales, inauguró su casa que está en Cinco de mayo y el Pañuelito, topándose la mañana de la inauguración con que su hermosa residencia había amanecido grafiteada.

“Morales sacó un desplegado en el periódico al siguiente día y llamó a los grafiteros, terroristas. Pidió que su pena fuera el pintar de blanco las calles que habían grafiteado.”

Echeverría recuerda que al pintor se le olvidó mencionar en su desplegado que el también medio le hacía al terrorismo, pero arquitectónico. Pues le había mandado a hacer un segundo piso a su casa existente en un territorio considerado patrimonio de la humanidad por sus puras pistolas y sin pedirle consentimiento a nadie.

“Hoy el rostro de los 43 ahora están cubiertos de rojo” menciona el fotógrafo sobre las suturas de una ciudad, a la que ha escudriñado con una arqueología visual donde lo que se cubre y lo que se censura dan testimonio de una sostenida e imperecedera manifestación social.

Donde el por qué se puso el grafiti, por qué se tapó, por qué se volvió a poner y porqué otra vez se volvió a tapar, componen el fresco atemporal del devenir de las expresiones furiosas y populares.

Formas de manifestación social que se pretenden borrar, invisibilizar, que no se escuchen.

“En Oaxaca hay un triunfo donde la sociedad ha pasado a apropiarse de los muros. Los muros son una cuestión social, los monumentos, los edificios de cantera, son ya de la sociedad para expresar sus ideas y su inconformidad. Es una conquista.”

No obstante el fotógrafo considera que hoy en día el grafiti ha perdido ese cariz subversivo, fugaz, anónimo y antisistémico que antes lo caracterizaba.

“Hasta el mismo gobierno lo promueve. Ahora el grafiti es un nombre, es un artista.”

Finalmente llega Disecciones, la serie que lo concentró el pasado 2014, de la cual Alejandro cuenta que se compone de tres series, una hecha en Trieste, Italia, otra en Oaxaca, y otra en Ciudad Juárez

Espacios clausurados e intervenidos en donde una foto principal habla del espacio. Y que Echeverría disecciona y compone a partir de un análisis de las dimensiones.

Un letrero de una barbería dividida en cuatro puertas que juegan a una especie de memorama de la otredad, es el toque característico de Alejandro Echeverría.

Un conocedor y obrero de la imagen que sabe cómo esta es documento de energías que las buenas conciencias siempre están amenazando con exorcizar.