Ida y la libertad como camino. Muestra Internacional de Cine

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Como penúltima cinta de la Muestra Internacional de Cine hoy 25 de febrero se proyecta en el teatro Alcalá, Ida (Polonia, 2013), cinta ganadora del Oscar a mejor cinta extranjera hace tan solo unos días y carta fuerte de los festivales de cine que ha venido recorriendo desde hace casi dos años.

Ida es la historia de dos mujeres que en la búsqueda del origen de su desgracia encuentran el principio de una posible libertad. Ana (Agata Trzebuchowska) es una joven monja que un día se entera que puede encontrar el lugar donde fueron enterrados sus padres asesinados durante la segunda guerra mundial. Son los años sesentas, el mundo se está poniendo locochón y la discreta novicia decide emprender el camino a la tumba filial con la compañía de Wanda (Agata Kulesza), un abogada de hablar duro y sueños perdidos que guarda dentro un espíritu que se antoja demasiado roto como para ser vuelto a pegar.

Pawel Pawlikowski saca oro de una veta que se antoja ya agotada como lo son las películas sobre el Holocausto, proponiendo aquí la revisión de la identidad de todo un país por medio de una historia de carretera en la cual los secretos del pasado se transforman en testamentos de un presente que fluctúa entre el desencanto, el disfraz y el escondite.

Recordando en algo el espíritu apocalíptico y suicida de las Cenizas y diamantes (1958) de Andrzej Wajda, sobre todo en el uso de un blanco y negro expresionista y en su análisis de una posguerra con facha de cementerio inanimado debajo de cuyo suelo todos los muertos amenazan con salir corriendo, Ida es una parábola sobre el peso del pasado y la importancia del presente.

Ana y Wanda parecen al principio ser las dos caras de una misma moneda, la monja, escondida y parapetada detrás de su hábito y su pasado infame. La abogada, aparentemente rebelde y libre, pero presa a las redes de un poema de cuyo final simplemente no puede acordarse.

Pawlikowski con detalles visuales que recuerdan al mejor cine de Carl T Dreyer y Robert Bresson le impone a su cinta un impas climático que la vuelve un ente en ebullición, en una pistola caliente camuflajeada en la horma de una supuesta película de arte y ensayo.

Pero para Ida no hay más ensayo que la sinceridad de su humanismo y más arte que el hecho de ver a dos mujeres platicando a la orilla de un camino, sobre caminos que saben que existen, pero que tienen que buscar.